La libertad de ser uno mismo
Mi visión de la libertad desde mi experiencia personal, terapéutica, y lo que he aprendido con mis pacientes.
Ser fiel a uno mismo es la mayor libertad que tenemos.
Ser libre para ser uno mismo.
Buscar espacio para ser.
Buscar un espacio en la familia para ser, en la pareja para ser, en la maternidad o paternidad para ser uno mismo lejos del otro, sin perderemos.
Puedes confiar en ti, y en tus recursos cuando estás contigo. Si estás en el otro, dejas tu espacio libre, desatendido.
Es importante marcar la diferencia entre estar en el otro, y estar con el otro.
Puedes estar “con el otro”, y al mismo tiempo contigo, esa es la forma ideal para no perderte, y por tanto, tener un encuentro de verdad también con tu acompañante, el mismo que tienes contigo.
Si puedes estar contigo, puedes estar con quien sea, es un espejo, una proyección. Charlar con alguien, sin perder la conexión con tus necesidades, es una maravilla, y no es fácil. La vida es un baile, son matices, y si estás pendiente de ellos y los sigues, puedes encontrar el punto de paz, de energía, y encuentro, o si no, todo lo contrario, acabar agotado, y con ganas de huir.
Generalmente nos balanceamos entre dos extremos, o estamos con nosotros, y nos cerramos al mundo, o estamos en el otro, y nos olvidamos de lo nuestro.
Las comparaciones, las envidias, vienen de alejarnos de nuestra propia conexión, única e igual de válida que cualquiera, con nuestra idiosincrasia, y nuestra belleza propia, y en cambio nos vamos al otro, en nuestro afán de querer lo que nos parece más bonito de él.
No nos responsabilizamos de lo que somos, por si eso que somos pueda ser feo al ojo ajeno. Es más fácil elegir a alguien exitoso como gurú a seguir, que ser fieles a nosotros, aceptarnos, y disfrutarnos tal cual somos.
Cuando estamos “en el otro” no vemos a la persona que tenemos delante, sólo nos fusionamos con ella, con ganas de poseerla, o de alejarnos de lo nuestro, pero no la acompañamos, ni la escuchamos, ni empatizamos con ella, de hecho la mayoría de las veces desligamos al “exitoso” de sus propias miserias humanas.
Conforme más conciencia voy cogiendo, más me sorprende la poca gente que realmente escucha, y resuena con el otro. Estamos creando un mundo de personas artificiales, y estereotipadas, que responde como correctamente le enseñaron, que se visten adecuadamente, que hablan de lo que se debe hablar en las diferentes situaciones de la vida, etc. Es como un guión que entre todos hemos contribuido a instalar, y seguimos como actores una gran obra de teatro sin apenas contactar con la persona que hay detrás de ese papel.
Quieres llorar, cuando realmente “hay que reír”, o al contrario, quieres reír, y te ven como un loco porque en ese momento no toca. No te has aprendido el guión, y eso lleva el castigo de las caras largas, y la censura.
Lo adecuado, que no real, es considerado la visión de éxito para esta sociedad, generando zoombies, personas alejadas de sentimientos.
Si rascas debajo de muchos “triunfadores”, hay en muchos casos una desolación extrema, colindando con drogas, alcohol, etc, o si no llegan a ese extremo, con un vacío de fondo, que en algún momento resquebrajará todo su ser, especialmente cuando saboreen la derrota, y se esfume su nutrición, el éxito, pero en ningún caso están conectados con su propia fuente, siempre se alimentan del otro, de cómo los ve, bien o mal.
La sociedad “exitosa” es un grupo de princesas y príncipes en eterno baile artificial.
Cuando conectas con alguien de verdad, es tan nutritivo que vale la pena tener un solo amigo de verdad, a mil artificiales. La calidad nutre mucho más que la cantidad, lo segundo infla, no nutre, infla el ego.
El trabajo de búsqueda de uno mismo es un proceso en sentido inverso al que hemos seguido en muchos casos, por eso generalmente requiere trabajo terapéutico.
Son capitas de cebolla, primero comienzas con una, y luego con otra, y otra, y cada vez has conquistado más espacio propio, cada vez te sientes más capaz de todo, más capaz de enfrentarte a la vida. Lo que antes te costaba, ya no cuesta. Lo que era un mundo, se va facilitando, y un buen día te das cuenta de que la antigua carga se ha transmutado en un disfrute, o se ha mitigado, el espacio ya se ha hecho, ya te sientes tú misma, y claro está, siempre hay espacios por reconquistar, y pruebas a las que someterse, pero es un gusto tremendo constatar los progresos, son como oasis en el desierto.
Sentir que vas dominando tu vida, que la felicidad o infelicidad depende cada vez más de ti, de cómo te enfrentes a la vida, es muy sanador. Las circunstancias a veces no cambian, pero si cambias tú, el cambio para ti es visible. Siendo el mismo escenario de siempre, la misma madre, la misma hermana, si algo se transmuta en ti, eso se reflejará en tus relaciones.
La vida, a pesar de todas sus penurias, que las hay, a pesar de todas las pruebas a las que uno ha de someterse quiera o no quiera, luce con mayor intensidad, con mayor fuerza o bienestar cuando uno es el que maneja el barco, el que dirige su vida, el que siente que su espacio se va agrandando, respira tranquilo, y fluye con la vida como un pájaro en pleno vuelo.