Me preguntas sobre el tiempo...
Reflexiones sobre el "tiempo" y su importancia en psicoterapia a propósito de un escrito de una compañera de la formación.
Me preguntas sobre el tiempo, el tiempo en el despliegue, y yo no puedo más que sentirme regalada, curiosamente, de tiempo.
Me brindas la oportunidad de dedicarle tiempo al tiempo y, al principio, me abruma, para luego darme cuenta que necesito “tiempo” para hacerlo, así que se lo dedico.
Creo que ha sido un tema implícitamente tratado, camuflado entre la importancia del rastrillar el fondo, aunque con estas palabras al menos yo no sé muy bien si hablan de tiempo o de espacio.
Estoy de acuerdo con algo que me parece leer entre líneas de lo que tú me dices, que se ha hablado de la importancia del espacio, mientras que la temporalidad queda en el aire.
La verdad, me vienen muchas ideas a la cabeza respecto a este tema y no sé muy bien cómo ordenarlas para que tengan sentido…es algo que últimamente me pasa bastante.
Así que me hago preguntas para centrarme.
¿Qué es lo importante para mí del tiempo? ¿Cómo hacer con él?
Me doy cuenta de la relatividad de este tema, a la vez que de su importancia.
Creo que la temporalidad es la base de la relación, cualquiera que sea, y, en este caso, la terapéutica.
Necesitamos tiempo para aprender a confiar en el otro, se necesita tiempo para ver aparecerse al otro…no en vano se dice que la psicoterapia verdadera empieza a los dos años de relación.
Por alguna extraña razón todos estamos apremiados por el tiempo, anteponemos la velocidad a la calidad.
Me sorprende cada vez que me encuentro con un paciente nuevo y suelen preguntarme cuánto va a durar esto, nuestros encuentros, su enfermedad, si se va a curar rápido… entiendo de su angustia, su desesperación y en la mayoría de casos, el no poder más.
Y sin embargo, yo necesito tiempo, creo que nuestra relación necesita tiempo.
Es un trabajo curioso el nuestro, escuchar a gente desconocida contarnos su vida.
Es difícil contarle a alguien nuestro dolor…creo que aquí me estoyproyectando un poco, aun así, es una experiencia…más, a un desconocido.
Necesito saber que soy alguien para él, que no me escucha solo porque le pago, y, en ese caso, podría hacer como que me escucha y no es así. Necesito saber que alguna vez se acuerda de mí, que le vengo a la memoria…cosas de esas…que le importo a alguien, que mi vida importa a alguien. Y, sinceramente, esto requiere de tiempo.
Algo que he descubierto con mis errores es que no es suficiente el espacio para desplegarse si la persona no se dedica tiempo.
El paciente puede venir a consulta, con lo que el espacio lo tiene, y contarnos sus problemas, miles de problemas, e ir saltando de un tema a otro sin permitirse tomar el tiempo para centrarse en uno, o centrarse en que hay de común…en definitiva, dedicarle tiempo real, permitirse el lujo de parar su
acelerador y dejar sentir, dejarse sentir, experimentar lo que está pasando…tiempo.
Hay una trampa invisible en el tiempo, creemos aprovecharlo por ir deprisa, y al correr tan solo lo perdemos, derrochamos tiempo en nada.
El tiempo es un bien preciado que, curiosamente, no apreciamos.
Considero que puedo hablar de esto, pues he sido víctima de esta trampa, he sido verdugo de mi tiempo. Vivía deprisa creyendo que así vivía más. Me equivoqué. Aprendí a vivir el día que paré en seco, aunque aquello me costase una depresión. Correr significaba no detenerse a ver qué había
sucedido y cómo me sentía yo con eso, me libraba de sufrir, de implicarme…perdía el tiempo.
Parar en seco me dio el tiempo que había estado salvando, esquivando…me brindó el tiempo y, por tanto el espacio, para aprender a escuchar mi propio ritmo.
Con mis pacientes, tomarnos el tiempo me permite escuchar qué ritmo lleva el otro y amoldarme a él, encontrar nuestro ritmo conjunto, aprender a bailar con los ritmos de ambos la danza de la psicoterapia.