Libertad y Autonomía
En el siguiente ensayo escrito por Paul Goodman poco antes de su muerte en 1972, Goodman explica por qué él vio la autonomía, y no la libertad, como "el principio fundamental del anarquismo". "Libertad y Autonomía" fue originalmente publicado como “Solo una Anticuada Canción de Amor”, en WIN No. 8 (Febrero, 1972), 20-21.
Traducción: David Ceballos
Muchos filósofos anarquistas comienzan con el deseo de libertad. Donde la libertad es un concepto metafísico o un imperativo moral, que me deja frío ¾ no puedo pensar en abstracciones. Pero con mayor frecuencia la libertad de los anarquistas es un profundo grito animal o una declaración religiosa como el himno de los presos en Fidelio. Se sienten aprisionados, existencialmente por la naturaleza de las cosas o por Dios; o porque han visto o sufrido demasiada esclavitud económica; o han sido privados de sus libertades; o colonizados internamente por los imperialistas. Para llegar a ser humanos tienen que sacudirse la restricción.
Dado que, en general, mi experiencia es lo suficientemente amplia para mí, no deseo la libertad, más de lo que yo quiero “expandir la conciencia.” Podría sentir distintamente, de la manera que, si estuviera sometido a la censura literaria, sintió Solzhenitsyn. Mi queja habitual no ha sido que estoy preso, menos que estoy en el exilio o he nacido en el planeta equivocado; recién, estoy postrado en cama. Mi verdadero problema es que el mundo no es práctico para mí, y entiendo que mi estupidez y cobardía hacen que sea aún menos práctico de lo que podría ser.
Para estar seguro, hay atrocidades que me llevan por el cuello, como cualquier otro, y deseo ser libre de ellas. Insultos a la humanidad y a la belleza del mundo que me mantienen indignado. Una atmósfera de mentiras, trivialidad y vulgaridad que repentinamente me enferma. Los poderes-que-están no saben el significado de la magnanimidad, y con frecuencia son simplemente oficiosos y rencorosos; como Malatesta solía decir, sólo trata de hacer lo tuyo y ellos te lo impedirán, y entonces tú eres el culpable de la pelea que se produce. Lo peor de todo, las acciones de poder que destruyen-la-tierra son dementes; y como en las tragedias e historias antiguas leemos cómo los hombres arrogantes comprometidamente sacrílegos hacen caer la condenación sobre sí mismos y aquellos asociados con ellos, así que a veces soy supersticiosamente temeroso de pertenecer a la misma tribu y caminar sobre la misma tierra que nuestros hombres de Estado.
Pero no. Los hombres tienen derecho a ser locos, estúpidos y arrogantes. Es nuestra cosa especial. Nuestro error es armar a cualquiera con poder colectivo. La anarquía es la única forma de gobierno segura.
Un error común es que los anarquistas creen que “la naturaleza humana es buena”, y así los hombres pueden confiar en gobernarse a sí mismos. De hecho, tendemos a tomar la visión pesimista; la gente no está confiada, por lo que evitan la concentración del poder. Los hombres en autoridad son especialmente propensos a ser estúpidos porque están fuera de contacto con la experiencia finita concreta y en su lugar siguen interfiriendo con la iniciativa de otras personas y haciéndolas estúpidas y ansiosas. E imagina lo que estar deificado como Mao Tse-Tung o Kim Il Sung debe hacer al carácter de un hombre. O habitualmente pensar en lo impensable, al igual que los maestros del Pentágono.
Para mí, el principio fundamental del anarquismo no es la libertad, sino la autonomía. Ya que iniciar y hacerlo a mi manera, y ser un artista con la materia concreta, es el tipo de experiencia que me gusta, soy obstinado sobre estar determinado por las órdenes de las autoridades externas, que no conocen concretamente el problema o los medios disponibles. En general, el comportamiento es más elegante, contundente, y refinado sin la intervención de las autoridades de arriba-abajo, ya sea Estatal, colectiva, la democracia, la burocracia corporativa, los funcionarios de las prisiones, los decanos, los currículos pre-arreglados, o la planificación central. Estos pueden ser necesarios en determinadas emergencias, pero es a costa de la vitalidad. Esta es una proposición empírica en psicología social y creo que la evidencia es en gran medida a su favor. En general, el uso del poder para hacer un trabajo es ineficiente justamente en el corto plazo. El poder extrínseco inhibe la función intrínseca. Como dijo Aristóteles, el “Alma es auto-movimiento.” (NdT: "Soul is self-moving")
En su libro reciente Más allá de la Libertad y la Dignidad, B.F. Skinner sostiene que estos son prejuicios defensivos que interfieren con el condicionamiento operante de la gente hacia sus metas deseadas de felicidad y armonía. (Es raro en estos días leer una reafirmación campechana del utilitarismo de Bentham). Él pierde el punto.
Lo que es objetable sobre el condicionamiento operante no es que viola la libertad, sino que el comportamiento consecuente es sin gracia y de baja calidad, así como lábil no se asimila como una segunda naturaleza. Él está tan impresionado por el hecho de que el comportamiento de un animal puede ser formado en absoluto para actuar de acuerdo con el objetivo del entrenador, que no se puede comparar el desempeño con el comportamiento inventivo, flexible y maduro de la respuesta y la iniciativa de los animales en su campo natural. Y por cierto, la dignidad no es un prejuicio específicamente humano, como piensa, sino el comportamiento ordinario de cualquier animal, airadamente defendido cuando su integridad orgánica o su propio espacio es insultado.
El deseo de la libertad es ciertamente un motivo de cambio político más fuerte que la autonomía. (Dudo que sea tan terco, da igual. Las personas que hacen su trabajo a su manera por lo general pueden encontrar medios distintos a la sublevación para continuar haciéndolo, incluyendo suficiente resistencia pasiva a las interferencias.) Para hacer una revolución anarquista, Bakunin quería, en su primera etapa, depender precisamente de los marginados, delincuentes, prostitutas, convictos, campesinos desplazados, lumpen proletariados, aquellos que no tenía nada que perder, ni siquiera sus cadenas, pero quienes se sentían oprimidos. Había suficientes tropas de este tipo en el apogeo sombrío del industrialismo y la urbanización. Pero, naturalmente, las personas que no tienen nada son difíciles de organizar y consolidar por mucho esfuerzo, y son fácilmente seducidos por un fascista que puede ofrecer armas, venganza, en el destello de un momento de poder.
El pathos de los pueblos oprimidos que codician la libertad es que, si se liberan, no saben qué hacer. No habiendo sido autónomos, no saben cómo ir hacia ello, y antes de que aprendan por lo general es demasiado tarde. Los nuevos representantes quedan a cargo, pueden o no ser benevolentes e imbuidos con la revolución, pero nunca han tenido prisa por abdicar.
La esperanza de los oprimidos está excesivamente a favor de la Nueva Sociedad, en lugar de estar obstinadamente vigilantes en hacer sus propias cosas. El único movimiento de liberación exitoso en que puedo pensar fue la Revolución Americana, hecho en gran parte por artesanos, agricultores, comerciantes y profesionales quienes tenían preocupaciones por empezar y querían deshacerse de la interferencia, y posteriormente disfrutaron de una próspera cuasi-anarquía durante casi treinta años ¾ a nadie le importó mucho el nuevo gobierno. Estaban protegidos por tres mil millas de océano. La revolución de Cataluña durante la Guerra Civil Española podría haber marchado bien, por las mismas razones, pero los Fascistas y Comunistas se hicieron en el poder.
La anarquía requiere competencia y confianza en sí mismo, el sentimiento de que el mundo es para uno. Ésta no prospera entre los explotados, oprimidos y colonizados. Por consiguiente, desafortunadamente, carece de un poderoso impulso hacia el cambio revolucionario. Sin embargo, en las sociedades liberales prósperas de Europa y América existe la posibilidad esperanzadora del siguiente tipo: Bastantes personas autónomas, entre la clase media, los jóvenes, artesanos y profesionales, no pueden dejar de ver que no pueden continuar así en las instituciones actuales. No pueden hacer un trabajo honesto y útil o ejercer una profesión noble; las artes y las ciencias están corrompidas; la empresa modesta debería perder la cabeza fuera de toda proporción para sobrevivir; el joven no puede encontrar la vocación; es difícil educar a los hijos; el talento es estrangulado por las credenciales; el entorno natural está siendo destruido; la salud está en peligro; la vida comunitaria es inane; los vecindarios son feos e inseguros; los servicios públicos no funcionan; los impuestos se despilfarran en guerra, maestros y políticos.
Entonces se pueden hacer cambios, para ampliar las áreas de la libertad de la usurpación. Tales cambios pueden ser parciales y no dramáticos, pero deben ser fundamentales; muchas de las instituciones actuales no puede ser reestructuradas y la tendencia del sistema como un todo es desastrosa. Me gusta el término Marxista “extinción del Estado”, pero debe comenzar ahora, no después; el objetivo no es una Nueva Sociedad, sino una sociedad tolerable en la cual la vida pueda continuar.