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Al final, el perdón.

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Al final, el perdón.

30 Mayo 2013
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Sobre la capacidad espiritual de perdonar Por Alejandro Salomón Paredes

Cuando en algún momento de nuestra vida alguna persona (en especial un ser querido o muy cercano) nos hiere, o mejor dicho, nos sentimos heridos con sus palabras o actos, se genera una emoción de cólera, que puede estar acompañada de desilusión y confusión. Esta emoción, al quedar contenida durante largo tiempo como una energía bloqueada, da lugar a un sentimiento, en este caso un resentimiento, un malestar constante que no nos permite vincularnos sanamente con esa persona, y sin darnos cuenta trasladamos ese resentimiento hacia otras personas que quizá nos recuerden de alguna forma a esa figura inicial, entonces se nos hace difícil relacionarnos con los demás, y con nosotros mismos.

Todos necesitamos amor, todo ser viviente necesita de esa hermosa energía para crecer y desarrollarse sanamente, consigo mismo y como ser en el mundo. Necesitamos ser reconocidos en nuestra existencia, ser aceptados, ser tolerados, con amor. Cuando sentimos que no lo recibimos como esperamos, en especial de un ser querido o cercano, nos frustramos, sentimos un vacío, una falta de sentido en nuestro encuentro con ese otro. Y a pesar del paso del tiempo, y aunque parezca superado (u olvidado), se manifestará de muchas formas en nuestro presente, en nuestro interior y en nuestros vínculos con los demás.

Es necesario entonces entrar en acción, hacer algo si sentimos que nuestros vínculos se deterioran, y si hay algo guardado dentro de nosotros que nos impide crecer, que nos causa dolor. Dentro nuestro está el potencial de dar y darnos amor, al final del túnel de la cólera y el resentimiento está siempre, aguardando a ser contactado, el perdón. Perdonar es sanar, es ceder, es aceptar. Perdonar es darnos la oportunidad de ser libres, de ir al encuentro de ese otro ser humano, y (como lo es siempre) de nosotros mismos.

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