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El contacto final

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El contacto final

28 Mayo 2013
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Contacto, creatividad, frontera-contacto, límites.

"A partir de cierto punto en adelante no hay regreso. Es el punto que hay que alcanzar."
Franz Kafka

``El contacto final  es la meta de la toma de contacto (pero no es su ``fin'' funcional, que consiste en la asimilación y el crecimiento).'' [PHG, II, 13, 1] En la toma de contacto hemos buscado qué necesitamos y hemos manipulado el entorno para conseguirlo. Hay una ``figura que el Self ha descubierto-e-inventado''. En el contacto final el Self se compromete completamente con esta figura. Son los momentos de fusión con lo que estamos haciendo, la implicación total. Todo lo demás pasa al fondo y la figura elegida captura todo el interés. 

El PHG da varios ejemplos de contacto final en los que las alternativas desaparecen: en la comprensión del insight de repente ``todo cuadra'' y las otras explicaciones pierden el sentido; cuando se ama, no hay alternativa: el ser amado al completo es digno de amor y no cabe mirar hacia otro lado; cuando se vive una pérdida de un ser querido, el vacío se hace figura y ocupa todo el espacio: es horrible, pero se hace necesario vivirlo. Muchos artistas, científicos y deportistas han descrito sentimientos de fusión con la obra de arte, con el descubrimiento o con la prueba deportiva. Son momentos en que el Self está en ``voz media'', es decir, que es activo y pasivo a la vez. Haces y te dejas hacer. Mucha gente ha descrito que en esos momentos las cosas ``simplemente pasan''. El cuerpo parece que se mueva solo, sin que hagamos ningún esfuerzo deliberado por controlarlo. En el orgasmo los músculos se contraen solos, en una descarga emocional el diafragma mueve el llanto y los ojos producen lágrimas, dibujando, el lápiz es llevado por la mano y el dibujo ``aparece''.

En el contacto final las fronteras se disuelven. Se pierde la noción de Tú y Yo. Estamos tan concentrados en el asunto que perdemos la noción de dónde estamos, de quiénes somos y qué nos rodea. La sensación de desprotección y vulnerabilidad puede ser muy grande. Puede ser como verse ante un abismo. [PHG, II, 13, 2]
 

En terapia

Aunque toda la explicación del proceso de contacto que estoy haciendo habla del proceso del paciente, el terapeuta también tiene su propio proceso a lo largo de la sesión. Carmen Vázquez, de hecho, describe la ``curva del contacto'' no como una curva de campana que representa la excitación de una sola persona, sino como dos hilos que representan a las dos personas, que se entrelazan progresivamente y se separan al final habiendo tomado algo del color del otro. El terapeuta desea explorar con la persona y para ello ha de poner en marcha continuamente sus propios ajustes creativos para proponer cosas, hacer preguntas, expresar opiniones, etc. El terapeuta puede también interrumpir el proceso por sus propios mecanismos. Un introyecto que diga ``esto no se hace'', o una proyección de ``el paciente me dejará'', o una tendencia confluyente a no propone nada demasiado excitante, hay miles de formas en que el terapeuta puede bloquear su creatividad. Por eso es necesaria la supervisión.

El contacto final también lo es para el terapeuta. No se trata aquí de que en el contacto final terapeuta y paciente se fundan en un abrazo. Se trata de que, así como el paciente contacta con una novedad externa gracias al terapeuta, el terapeuta contacta con una novedad externa gracias al paciente. El terapeuta también se entrega a un contacto final si su propuesta ``entra'': también le sube la excitación, también se centra su atención en la figura emergente, etc. También asimilará novedad en el postcontacto posterior: nuevos recursos, nuevas comprensiones y un avance hacia una relación más profunda. 
 

En mi experiencia

Mi experiencia como paciente ha sido a veces mágica. No quiero decir con esto que haya sido nada sobrenatural. Ha sido mágica por estar más allá de mis posibilidades de comprensión racional. He tenido experiencias de contacto vividas con emoción y sentimiento que, a pesar de dejarme una profunda huella, se han resistido durante mucho tiempo a la racionalización. Para mí fueron importantes, no me cabe duda, y aún hoy no sabría explicar muy bien qué paso, qué me cambió. Hay una diferencia muy grande entreentender las cosas y vivirlas. Por mucho que uno llegue a una comprensión muy grande de qué le pasa, de cuál es su entorno, su historia vital, sus dificultades, etc., nada puede sustituir la propia vivencia. Mi convencimiento de que esto es así me ha hecho decantarme como terapeuta por la terapia Gestalt, por su énfasis en la vivencia más que en la comprensión o el análisis que, aunque son útiles y necesarios, no la pueden suplir.

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