Mi primera experiencia cercana a la muerte hizo que autoindagara en diferentes corrientes, terapias, métodos, herramientas, hasta que fui a un intensivo de gestalt sin saber dónde me metía.
Era profesor de danza urbana y experimental y paralelamente estaba en la universidad de psicología con una fuerte tendencia a la cognitivo conductual. Algo ocurría con el mundo interno de las emociones que me centraba y descubri que la terapia gestalt tenia una forma de funcionar, vivencial y no solo teórica, que se va construyendo mientras se producía el contacto durante cada sesión. En mis dificultades para abrir mi mundo emocional encontré una entrada para empezar mi camino. Donde hice durante las formaciones de alumno y de observador, pude ver un enfoque de la terapia gestalt distinto al enfoque clásico: el de costa este. Y al tener experiencia en los dos, ahí, mientras hacia todo tipo de formaciones, la vida me iba presentado los desafíos adecuados para cada paso de mi desarollo, separaciones, abuso, pérdidas. Hasta que un día me diagnosticaron algo de salud considerado grave, y ahí me fui a vivir a Tailandia e India y en un par de años volvía estar en Barcelona a 40 km. Aprendí mucho de las profundidades infinitas del ahora, y como el sistema nervioso se va componiendo en las terapias, formando una proyección de lo que sucede dentro a fuera al transcurso de una experiencia.
La terapia gestalt invita a desglosar una experiencia dentro la terapia en el ahora donde va incluido el pasado, para volver a unir las piezas, uniendo así con un aprendizaje integrativo y resignificado. Nosotros sufrimos porque se repite un proceso bioquímico en nuestro sistema nervioso, un trauma se manifiesta pero sutilmente en el presente, en las formaciones vivenciales de terapia gestalt y otras, aprendí a percibir mientras ocurre en el contacto. Y esto me ayudó a verme y a través de mi mismo poder ver al otro. Poder mostrarme si hace falta y acompañar lo más humanamente posible en su proceso.