La teoría de la Terapia Gestalt, un breve resumen
La teoría de la Terapia Gestalt, un breve resumen[1]
Nuestras experiencias, sean las que sean, son la parte consciente de las movilizaciones que constantemente están tratando de mantener el equilibrio de nuestro organismo en su entorno. Al conjunto formado por un organismo, su entorno y estas movilizaciones o tensiones que tratan de regularlo, lo llamamos situación o campo organismo/entorno. Cuando este equilibrio se alcanza de manera relativamente sencilla, la regulación se realiza automáticamente, mediante interacciones organismo/entorno. Pero cuando comienzan a aparecer problemas o novedades en esta regulación, la consciencia comienza a surgir, a fortalecerse, a ampliarse y a agudizarse. La consciencia es un proceso capaz de realizar ajustes novedosos de tensiones del organismo con otras de su entorno en busca de equilibrio. Estos ajustes creativos se producen en la frontera entre el organismo y su entorno, creando y conformando el contacto organismo/entorno.
Apoyo es cualquier elemento, proceso o condición de la situación que facilita la regulación organismo/entorno. Excitación es la fuerza o energía con la que actúan las tensiones regulatorias. A las movilizaciones de las que somos conscientes les llamamos figuras, y aquellas otras movilizaciones, así como cualquier otro elemento o condición presente en el campo del que no somos conscientes, conforma el fondo. Self son los procesos de creación y destrucción de figuras a partir del fondo disponible. Cuando el contacto es bueno, el self tiende a crear figuras nítidas, claras, vívidas, precisas, excitantes, fuertes, con sentido y dirección, flexibles, congruentes, integradas, apasionantes y con gracia. Dominancia es la tendencia que poseen las tensiones más excitantes de cada momento a surgir al primer plano de la consciencia, esto es, a convertirse en figura. El proceso que comienza con la desregulación de un organismo y que, en contacto con su entorno, trata de recobrar su equilibrio, es el proceso de contacto[2].
El self puede actuar básicamente de tres modos, las llamadas funciones del self. La función personalidad consistente en la acción de aquello ya conocido y asimilado, como son nuestros hábitos, nuestras formas establecidas de relacionarnos, los recursos que sabemos que tenemos o nuestros conocimientos y creencias. La función ello es una modalidad pasiva de contactar, y podemos dividirla en el ello de la situación, formado por sensaciones, apetitos y percepciones, vagas, indefinidas, indiferenciadas y pre-personales, y el ello individual, que son los deseos, necesidades y estímulos, el ámbito de lo que se va co-construyendo entre yo y tú, o entre sujeto y objeto. Y la función yo, una forma activa de regularnos, que genera elecciones, acciones y agresiones al entorno para alcanzar nuestro objetivo, donde se produce la individualización y la separación, así como la conexión entre yo y tú. A su vez, diferenciamos dos modalidades de consciencia, la inmediata o awareness, que es la consciencia de la regulación de la situación inmediatamente presente, y la consciencia reflexiva o consciousness, que es la consciencia de la regulación aislada de la situación inmediatamente presente.
Cuando en una situación se mantienen, de manera no elegida, tensiones detenidas que no pueden interaccionar ni contactar en la frontera para destensarse, decimos que la regulación de esa situación está perturbada. Distinguimos tres tipos básicos de perturbación, la psicosis, el sufrimiento y la neurosis. La perturbación borderline o límite se encuentra a medio camino entre la psicótica y la neurótica. Esta clasificación no es de personas sino de las distintas formas en las que el proceso de regulación puede detenerse de forma no deliberada, ya todas las personas experimentamos estas perturbaciones en determinadas circunstancias. La experiencia psicótica es la perturbación de la función ello, que ocurre cuando no llega a concluirse el proceso primario de construcción de la experiencia, y la persona no llega a individualizarse ni a consolidar la diferenciación sujeto/objeto, lo que la condena a vivir en un mundo indefinido, pre-lógico, incomprensible y sin un límite claro yo/tú. Llamamos sufrimiento a la perturbación de la personalidad, cuando faltan los hábitos, procedimientos, relaciones sociales, recursos, conocimientos, confianza o elementos y condiciones situacionales imprescindibles para avanzar en la regulación, esto es, cuando carecemos de los apoyos situacionales u orgánicos mínimos necesarios. Y a la perturbación de la función yo, a aquellos momentos en los que hemos perdido nuestra capacidad de elegir, consciente y deliberadamente, qué tensiones, de entre las que están pujando por emerger a la consciencia, llevamos al contacto, la llamamos neurosis. En la neurosis, este proceso de selección se lleva a cabo de manera automática, convirtiéndose en una inhibición reprimida o represión, cuya misión es la de mantener retenidas en el fondo aquellas tensiones que se asociaron a un exceso de peligro y frustración.
En su origen, la represión fue un ajuste creativo. Al vivir una serie de situaciones que experimentamos con un exceso de peligro y frustración, tuvimos que detener el acceso al contacto de algunas tensiones regulatorias, tanto del organismo como del entorno, como el mejor ajuste creativo que en ese momento podíamos hacer, manteniendo dichas excitaciones apartadas de la consciencia y, por tanto, detenidas e inacabadas. Al mantenerse en el tiempo este tipo de situaciones, este acto inhibidor, que en un primer momento fue deliberado y consciente, se fue convirtiendo en un hábito, en un acto llevado a cabo de una manera rutinaria, reactiva o mecánica. La parte corporal de la represión consiste en un ajuste, pobre y disfuncional, entre el self y la fisiología, un ajuste fisiológico, la llamada fisiología secundaria, que puede producirnos dolencias físicas. Hoy en día, cuando vivimos alguna situación con tendencia a excitar aquellas tensiones que mantenemos retenidas, para no sentir la ansiedad que nos produciría su intensificación, se activa la fisiología secundaria y el hábito represivo, bajo diferentes formas, dependiendo de en qué momento del proceso de contacto se produzca. Estas detenciones del contacto son los llamados mecanismos neuróticos. -Confluencia: cuando actúa al inicio del ello de la situación, al comenzar a sentir la novedad incipiente, apartamos las sensaciones y percepciones excitantes y nos aferramos a lo ya conocido. -Introyección: interrumpimos el contacto al inicio del ello individual, cuando comienza el proceso de diferenciación. No aceptamos nuestra incipiente fuerza movilizadora y tomamos como propio algún otro deseo o norma procedente de la situación. -Proyección: detenemos el comportamiento motor que trata de modificar la relación yo/tú. Desplazamos nuestra incipiente emoción y la percibimos como si surgiera de algún otro lugar o persona del entorno, y quizás dirigida hacia nosotros mismos. -Retroflexión: cuando voy a agredir y a manipular el entorno, frenamos esta agresión y la reorientamos hacia nuestro propio cuerpo y hacia nuestra personalidad, por temor a herir o a ser heridos. -Egotismo: en lugar de fusionarnos con nuestro objetivo y satisfacer al fin nuestra necesidad, mantenemos el control de la situación y nuestro estado de diferenciación.
Que el self, en alguna de sus funciones, esté perturbado, no implica que esté totalmente detenido, pues una parte de este va a permanecer todavía libre. Su función será, en estos casos, la de tratar de destensar un campo férreamente tensionado, en busca de alguna posibilidad de obtener algo de placer y satisfacción, aunque sea mediante burdos ajustes creativos a la desesperada y sin apenas contacto. A las torpes figuras que un self en estas circunstancias va creando sobre este fondo perturbado las llamamos síntomas. Así, podemos mirar cada síntoma como una búsqueda ineficaz de solucionar un problema. Cada tipo de perturbación conlleva una modalidad particular de síntomas. Un ejemplo de síntoma psicótico es el delirio, un intento del self libre de dotar de cierto sentido y coherencia un mundo intolerablemente confuso. La desesperación es un ejemplo de sufrimiento, a través del que el self distiende alguna tensión que permanece inaccesible al contacto debido, por ejemplo, a la escasez de algún recurso situacional necesario. Los deseos imposibles de satisfacer y los actos estériles son ejemplos de síntomas neuróticos, tentativas de destensar de forma poco pragmática las tensiones inhibidas, sin el peligro y la frustración que supondría comprometerse realmente con el entorno. No es el síntoma, por tanto, lo que está deteniendo la búsqueda de equilibrio de la situación, como en ocasiones podemos tender a pensar, sino que, por el contrario, dada una situación ya desequilibrada y rígidamente paralizada en el fondo, los síntomas son una forma de aportar un cierto equilibrio a la situación, aunque sea de manera precaria y poco funcional.
En los ajustes neuróticos, la tarea del terapeuta consiste en apoyar el proceso de construcción de figuras de buen contacto allí donde este está detenido. El terapeuta se interesa por el fondo sano, por lo no atendido, por el material en espera. Tratará de que los elementos detenidos del fondo vuelvan a estar accesibles al self libre del paciente para que se vaya conformando una figura clara y fuerte, nacida de un fondo activado. El terapeuta deberá desarrollar una sensibilidad viva hacia las excitaciones auténticas no expresadas de la situación.
Por ejemplo, apoyando: la intensificación y el fortalecimiento de la consciencia inmediata de aquellas sensaciones, percepciones y deseos fijados que están sustentando las figuras patológicas; la toma de consciencia de las formas en las que el paciente, sin darse cuenta, está interrumpiendo el contacto; la búsqueda, creación y puesta en práctica de las diversas opciones que tiene a su alcance para conseguir su objetivo; o la ampliación de la consciencia reflexiva con el objetivo de darse cuenta de cómo en su vida está tratando de satisfacer su intencionalidad detenida de manera ineficaz, frustrante o dolorosa, y poder así planificar otras maneras más pragmáticas de satisfacerla en otras situaciones reales.
Para todo ello, la situación terapéutica deberá poseer tres características básicas. De un lado, deberá ser capaz de aumentar el nivel de excitación de aquellos procesos que permanecían férreamente detenidos, con la ansiedad que ello puede conllevar. Y mientras estas tensiones pujan por surgir a la consciencia, el entorno deberá de ser lo suficientemente seguro y acogedor de dichas tensiones, para que la represión pueda relajarse, permitiendo que vayan emergiendo y formándose figuras de buen contacto, y así puedan, en el mejor de los casos, satisfacerse y relajarse hasta desaparecer.
La guía del terapeuta en todo este proceso es su propia excitación creativa mientras se mantiene en contacto con su paciente. Puesto que en el fondo de toda experiencia neurótica hay una persona que sufre, inundada de tal miedo y frustración que no tiene otra opción que impedir que algunas necesidades ansiógenas puedan desarrollarse en el contacto, nuestra tarea consiste precisamente en contactar con “esa persona” y apoyarla para que estas necesidades aparezcan en la relación terapéutica de manera que se puedan ir desplegando y destensando, y la persona vaya así recobrando su equilibrio y su bienestar.
[1] El presente texto es una revisión amplificada de un extracto del artículo: Giner, P. (2023). Contactar con el paciente, la tarea fundamental del terapeuta Gestalt. Revista Figura Fondo (54), 41-62.
[2] Ver Gráfico adjunto: Proceso de contacto y ajustes neuróticos.