Silencio, contemplación y diálogo
El silencio es una forma de comunicación trascendente.
Desde el enfoque de la terapia Gestalt dialogal el silencio es considerado una de las manifestaciones más importantes de contacto e intimidad emocional dentro del proceso terapéutico. El silencio es una expresión de contacto a la experiencia del cliente, generalmente el cliente tiende a hablar demasiado acerca de, en lugar de contactar plenamente con la figura que emerge en la experiencia.
El terapeuta busca crear un entorno de respeto por la experiencia del cliente, manteniendo una escucha activa. En la relación dialogal se valora el respeto al silencio como una forma de invitar al cliente a ahondar en el proceso de introspección emocional. Cuando se inicia el proceso terapéutico es importante que el terapeuta se centre en la experiencia emocional del cliente. El enfoque dialogal considera al silencio como una manifestación de respeto por la experiencia de la otra persona y como un acompañamiento contemplativo donde ambas personas construyen significados personales que nutren la experiencia relacional.
El silencio y la contemplación forman parte de la experiencia relacional trascendente. El silencio favorece que el terapeuta pueda conectarse desde lo más profundo de su ser, a la experiencia fenomenológica que está en el aquí y ahora. A este proceso interaccional le llamamos contemplación terapéutica, donde el terapeuta vacía su mente, manteniendo una postura de quietud como vía a la experimentación plena de sus sentimientos en relación a la experiencia del cliente.
El lenguaje y el pensamiento están estrechamente ligados, creando procesos dialogales con una importante carga racional. La racionalidad ayuda al cliente a evitar el contacto y utilizar los modos de relación que se encuentran fijados o bloqueados debido a las expectativas debeístas.
El silencio por el contrario atenta contra la lógica para centrar a la persona en su vivencia existencial. Es un umbral entre la experiencia interaccional y la introspección existencial. El terapeuta busca contemplar con paciencia y quietud la experiencia emocional del cliente y lo invita con su presencia a vivir la experiencia tal y como surja sin limitarla o enjuiciarla.
La terapia Gestalt dialogal invita al terapeuta a aquietar su mente y vivenciar plenamente la experiencia que está aconteciendo en el proceso relacional. El terapeuta se arriesga a vivenciar el vacío y a permitir que emerja del fondo la figura más significativa de la experiencia del cliente. El silencio necesita estar presente en el momento preciso de contacto emocional, esto lo hace más impactante que cualquier palabra que le pueda expresar el terapeuta.
El terapeuta Gestalt dialogal será capaz de desarrollar una sensibilidad especial en la escucha. El cliente está habituado a centrar su comunicación en las palabras, sin embargo el terapeuta dialogal busca mantener una escucha silenciosa que permita contemplar lo inteligible de la experiencia de la otra persona.
Escuchar desde el silencio permite al terapeuta y al cliente desarrollar una relación trascendente que posibilita una profunda intimidad emocional y favorecer el autoapoyo del cliente a través de la presencia contemplativa del terapeuta.
El silencio que se busca promover en el proceso relacional es activo, centrado en la experiencia de la otra persona. Cuando el silencio no surge de la experiencia relacional puede ser un obstáculo que afecta el diálogo, la confianza y el vínculo terapéutico. El silencio puede ser una forma de evitación del diálogo y la interacción con el otro. El cliente puede recurrir al silencio como una forma evitar el contacto con un tema que considere amenazante a vergonzoso. Por otra parte puede suceder que el terapeuta realice una pausa de silencio que pueda ser malinterpretada por el cliente, sintiéndose enjuiciado.
En el enfoque Gestalt dialogal el terapeuta es un artista con la sensibilidad suficiente para utilizar el silencio como una forma de diálogo ontológico que acompañe al cliente a profundizar en las experiencias que le producen angustia existencial. Cuando el terapeuta no es capaz de desarrollar esta sensibilidad, puede utilizar el silencio de manera inadecuada, convirtiendo al silencio en una barrera relacional que puede producir vergüenza, incomodidad u hostilidad en el cliente.
Cuando el silencio dentro del proceso terapéutico produce incomodidad, es porque no nace de la experiencia real, sino como una técnica mal empleada por parte del terapeuta. Las intervenciones de silencio que se realizan de manera desfasada son un obstáculo para la relación dialogal. Cuando el silencio no surge de manera natural en el diálogo Yo-Tú, se considera un silencio individualista basado en una experiencia particular de alguno de los miembros. Este silencio individualista produce una relación cosificadora donde el silencio es una invitación hacia el control del proceso dialogal.
El terapeuta Gestalt dialogal necesita crear en conjunto con el cliente una experiencia relacional donde el silencio surja del campo fenoménico. El terapeuta necesita ser consciente de que la mayoría de los clientes sienten miedo o incomodidad ante el silencio, debido a que no están acostumbrados a él.
El silencio que se busca promover es de tipo contemplativo. Este tipo de silencio surge cuando se escucha a la persona con una presencia plena. El silencio del terapeuta es la expresión más elocuente de su presencia, empatía e interés en la experiencia de la otra persona. Para lograr un silencio contemplativo el terapeuta debe guardar silencio, escuchar, observar y permanecer en la vivencia del otro.
El terapeuta centrado en el diálogo necesita tener una actitud de respeto, paciencia y silencio. El respeto por la autonomía de la experiencia relacional es muy importante para no forzar situaciones que produzcan incomodidad en el cliente o que lo hagan sentir avergonzado.
La terapia Gestalt dialogal revindica el valor del silencio en la creación de una relación terapéutica. La relación se forma de una actitud de respeto y contemplación ante los acontecimientos experienciales que permite la develación de la figura del cliente, sin técnicas ni intervenciones arbitrarias.
La fluidez en la relación dialogal tiene como requisito el establecimiento de una presencia genuina en la relación. El silencio utilizado solo como una técnica resulta una intervención estéril, porque invalida la experiencia del cliente para imponer una situación confrontativa. El terapeuta debe establecer una conexión con la experiencia del cliente para permitir que el silencio se manifieste como una expresión de la experiencia relacional.
El silencio contemplativo emerge de una experiencia relacional auténtica, donde se convierte en un crisol en el que se sintonizan las experiencias más significativas del cliente y del terapeuta. Conforme la relación dialogal se fortalece las percepciones de cada participante se flexibilizan logrando un campo fenoménico más amplio que propicia un ambiente de libertad experiencial.
El silencio es la expresión del ser auténtico, por eso no podemos escucharlo, sin embargo podemos conectarnos con la otra persona para lograr un vínculo que permita la creación de un momento sanador. La relación dialogal profunda se caracteriza por la expresión de la esencia, la cual incluye el silencio, la contemplación y la conexión.
El vínculo terapéutico permite la flexibilización de las fronteras de contacto. El silencio puede ser la intervención más impactante para revitalizar la conciencia organísmica del cliente, sin embargo cuando no se ha logrado una relación íntima, el uso del silencio puede generar estados de incertidumbre o vergüenza que pueden romper con la relación terapéutica.
El terapeuta necesita co-crear con el cliente un ambiente de confianza donde el silencio surja de manera espontánea ante el estado de incertidumbre y angustia del cliente. La vivencia de la incertidumbre por parte del cliente le permite ampliar su espectro experiencial y lograr nuevos aprendizajes significativos.
El silencio produce un estado de conflicto entre la rigidez emocional y la impredecibilidad experiencial. Es terapeuta invita al cliente a profundizar en el conflicto hasta donde decida llegar, y permanece con una actitud contemplativa hasta que el cliente logra cerrar la experiencia. Posteriormente el terapeuta retroalimenta y participa en la relación complementando el campo fenoménico con su experiencia.
La terapia Gestalt dialogal se diferencia de otros estilos de terapia en que se enfoca en la creación de un diálogo total. La comunicación en el proceso terapéutico se efectúa en la conexión entre personas que permiten que la quietud, contemplación y silencio estén presentes en la relación terapéutica posibilitando que emerjan momentos de angustia, incertidumbre y dolor emocional que permitan al cliente sanar y al terapeuta confirmar y enriquecer la experiencia de sanidad del otro.
El silencio contemplativo confirma la experiencia de crecimiento y desarrollo del cliente. El proceso de cambio puede ser doloroso o amenazante por ser poco familiar para el cliente, pero cuando se ha logrado un vínculo terapéutico sólido y una presencia genuina, el cambio es una experiencia enriquecedora que permite al cliente satisfacer sus necesidades y lograr una vida plena.
La contemplación terapéutica, más que una técnica, constituye una práctica de acompañamiento que fomente el crecimiento existencial del cliente. Muchos enfoques de terapia creen que los terapeutas deben frustrar la neurosis o producir estados de angustia. La terapia Gestalt dialogal confía en que la persona sabe cuándo es el momento para vivenciar estados de angustia que le permitan movilizarse hacia la satisfacción. El terapeuta es un acompañante que está presente y confirma al cliente como una persona capaz de lograr sanidad y plenitud.
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