El papel de lo institucional
La vida es una lucha constante para
ver lo que tenemos delante de los ojos
Preámbulo para gestaltnet
Ésta es una visión muy singular del eneagrama y de su función en la sociedad y en la terapia gestalt. Dado que el boletín de la EMTG era interno y en él muchos alumnos escribían su experiencia en la formación en gestalt y en otros momentos de su vida, en el artículo me permití incluir la experiencia personal que me movía en algunas de las afirmaciones que hago en el mismo. Algo que, de todas formas, echo a veces en falta en muchos escritos académicos (incluso en la mayoría de los gestálticos, como digo más abajo al referirme a los de Perls). La persona que escribe raramente aparece manifiesta en lo que escribe, aunque sabemos que ese empeño no se consigue, pues siempre hay, como denuncian Kuhn (1971) y Fox Keller (1985) entre otr@s, un sujeto detrás de la pretensión académica y objetiva.
Salvo alguna correcciones y adicciones actuales el artículo está tal cual apareció en el Boletín.
Artículo
Nos lo dijo Kuhn (1971). Hay dos etapas en el quehacer de la ciencia. Habitualmente el trabajo de los científicos e investigadores discurre, entre paradigmas, realizando una labor relativamente monótona —aunque no exenta de novedades y descubrimientos menores— tratando de ajustar, ampliar y explorar todos los aspectos que ha puesto en relieve el último paradigma. Cualquier dato, experimento o ensayo que se aleje de los parámetros marcados por la nueva teoría, es descartado, tachado de error, cuestionado como experimento fallido o, simplemente, no se ve.
Sólo cuando esta situación se hace insostenible, cuando a las discrepancias con la teoría que está rigiendo el quehacer científico ya no hay manera de encajarlas en el lecho de Procusto en el que toda teoría llega a convertirse con el tiempo, por más pies, manos y cabeza que le cortemos a los hechos, llega el momento en el que el tiempo está preparado para un nuevo paradigma y surge una teoría que es capaz de encajar en una visión más amplia los hechos que hasta ahora discrepaban. Aún así durante mucho tiempo la teoría anterior y la nueva se enfrentan basándose en los mismos hechos, que cada una de ellas interpreta a su manera.
También nos lo dicen las Ciencias de la Complejidad (Navarro, 2001). En los procesos que tienen lugar en el Universo, desde la realidad física a la social, pasando por todas las intermedias: química, biológica, bioquímica, fisiológica, psicológica, económica..., se busca constantemente el equilibrio. Hay una tendencia general, un proceso homeostático en el Universo que rechaza toda desviación de la norma, toda desviación del equilibrio, absorbiendo, neutralizando, los desequilibrios que se producen continuamente en la realidad —en cualquier nivel que nos encontremos la misma— para volver al equilibrio inicial en el que tienen lugar los hechos y los procesos que caracterizan esa situación.
Sin embargo, tal como se ha dicho, la naturaleza está constantemente produciendo desequilibrios en el seno de cualquier realidad que contemplemos. Todos ellos son reabsorbidos asiduamente; pero en ocasiones, en muy raras ocasiones, eso no ocurre. En un momento dado, un desequilibrio particular, un estado caótico, es capaz de generar una dinámica diferente que aglutina todas las fuerzas, masas e información que se encuentran en esa realidad o circunstancia en un nuevo modo de operar. En esa situación se produce lo que las Ciencias de la Complejidad, en particular la Teoría del Caos, llaman un proceso de autoorganización. El caos se convierte en orden. Procesos de autoorganización, regidos por la dinámica interna de la realidad en sus diferentes niveles, que son los responsables de la organización creciente de la materia y, por ende, de la vida, y que van en contra de la segunda ley de la termodinámica, la que nos dice que el Universo acabará en la muerte térmica.
Puede ser un líquido hirviendo que crea determinados movimientos circulares en lo que antes era una masa caótica de burbujas. Una reacción química entre moléculas azules y rojas que en vez de dar un producto de tonalidad morada cambia periódica e instantáneamente del azul al rojo. Es lo que se conoce como reloj químico... Un insight, un awareness, un “ahora me doy cuenta”, que organiza muchos parámetros de nuestra personalidad que discrepaban con la idea y estructura consciente que teníamos de ella en un nuevo autoconcepto, una nueva autoorganización —una gestalt nueva producto del ‘ajuste creativo’ generado en el proceso de autoorganización— que resuelve las contradicciones anteriores que nos molestaban. Una nueva idea, partido político, religión, opinión de masas..., que, en un momento dado, se extiende como la pólvora, cuando hasta ese entonces había sido objeto de atención por una minoría completamente desconocida. Transponiéndolo a términos khunianos, podríamos decir que se produce un nuevo paradigma en esa realidad.
Freud, Jung, Perls..., son, en este sentido, nuevos paradigmas, procesos de auto-organización de la teoría y la práctica terapéutica que aglutinan, en su momento, aspectos de la psique humana y del entorno en el que viven —el campo organismo-ambiente— que, hasta ese entonces, eran desconocidos, habían estado dispersos, no tenían un lugar donde expresarse...
Cuando se estabiliza un paradigma los ‘seguidores’ que se dicen fieles al creador no entienden la actitud genuina y creativa de la persona que ha concebido esa idea o actividad. Nunca se puede ser fiel a un creador, la única manera de ser fiel a un creador, es ser fiel a sí mismo, ser uno mismo, ser un creador. El asunto no está en ser fieles al espíritu del creador, esto es antagónico de la esencia creadora. El asunto está en ser fieles a uno mismo y crear nuestro propio paradigma. En eso consiste “ser Perls” (o Freud, Jung, Cristo, Einstein...), ser Martínez, López o García... Los perlsianos, freudianos, junguianos, cristianos, einsteinianos, son “ciencia entre paradigmas”, un proceso de homeostasis referido a unos parámetros establecidos en el equilibrio posterior al caos creador de una nueva autoorganización. No es extraño, por lo tanto, que el creador sea un prototipo del desequilibrio, es el desequilibrio mismo, pues es su desequilibrio el que crea un nuevo paradigma, un proceso de autoorganización. Eso no significa que el creador que cada uno de nosotros somos sea capaz de producir un nuevo paradigma generalizado, como bien nos cuenta Bill Bryson (2003) en su libro: Una breve historia de casi todo. No todas las desviaciones de la norma producen procesos de autoorganización generalizada.
En realidad, las personas fieles a un creador, son fieles a una definición “entre paradigmas” de sí mismos. Es decir, una definición que niega los extremos, pues son los extremos del desequilibrio los que generan una situación caótica capaz de producir una autoorganización global de nuestra personalidad más allá de los límites (definiciones) que circunscriben el paradigma al que somos adictos. Si el creador es un prototipo del desequilibrio —del caos creador de orden—, sus seguidores son prototipos del equilibrio (lo que no quiere decir que en los seguidores no haya desequilibrios; es decir, creatividad; pero dentro del orden establecido).
En este sentido toda institución que continúa la labor de un creador, desde el cristianismo hasta el perlsismo, pasando por cualquier científicismo al uso, tiene una tarea que, en realidad, es opuesta a la de su correspondiente creador. Opuesta en la medida en que equilibrio y desequilibrio son los opuestos que construyen la dinámica de los procesos irreversibles contrarios a la segunda ley de la termodinámica. Es decir, hablando en plata, las instituciones se oponen al mensaje genuino del creador, pues el mensaje de éste no está en lo que dice sino en lo que es y, mientras nos paremos en lo que dice o en imitar lo que es (por ejemplo, conductas de sobreactuación gestáltica, típicas entre nosotros), nunca seremos lo que somos. Las instituciones ahogan la creatividad y la individualidad más genuinas y no son capaces de ver lo que están haciendo. Bien es cierto que ese (como nos dice el enfoque de Khun y de las ciencias de la complejidad) es un papel necesario en el discurrir de la realidad, del Universo, de la naturaleza; pero lo que ya no es inevitable ni aceptable es que no seamos capaces de darnos cuenta de ello, y nos engañemos al respecto ofreciendo auténtico Perls (Freud, Jung,...), pues eso no existe salvo en su origen (otro tema dominante en la Teoría del Caos: la importancia de las condiciones iniciales en el origen).
No obstante entre todas las terapias y teorías que conozco tal vez sea la gestalt la que más se acerca a este ideal. Las críticas a “la gestalt y...”, que se vierten o se mencionan en algunos artículos y libros me parece que son, aún cuando en algunos casos sean genuinas (en los casos en los que, en realidad, no hay gestalt), un ataque a lo más esencial de la gestalt. Es precisamente ese unir la gestalt con otros intereses particulares de cada terapeuta de esta corriente lo que hace que ese ideal de fusión, de campo unificado entre lo institucional y lo individual (idea tan cara a Perls, pues es paralela a la del campo organismo-ambiente) pueda desarrollarse plenamente y favorezca la unión del equilibrio con el desequilibrio, del orden con el caos; en definitiva, de la polaridad.
Así pues, en nuestro caso, la institucionalización y jerarquización del aprendizaje de la gestalt a través de la fijación descriptiva de una personalidad definida por el eneagrama constriñe al alumno en un lecho de Procusto impropio (desde ese punto de vista que se sitúa en el extremo de la ruptura de la simetría y del equilibrio) por su insuficiencia, limitación y rigidez. Y el hecho de que el eneagrama tenga una larga tradición no lo hace más meritorio, pues instituciones religiosas como el budismo, el cristianismo, el judaísmo o el islamismo; ideologías de larga tradición como la filosofía perenne o saberes milenarios como la astrología, tienen todos, desde este punto de vista, las mismas limitaciones y rigideces, y son, en realidad, una forma de maya. Cualquier enseñanza estará encajada en unos parámetros fijos si se desarrolla a partir de la visión constreñida que cada uno tenemos de nosotros mismos en función del eneatipo en el que estamos encasillados. Se verá amurallada por la exigencia homeostática.
Y todo tipo de cursos (y he seguido muchos a cual más diverso en muy diferentes “instituciones” pretendidamente liberadoras), en la medida en que estén limitados por la forzada visión que cada uno tenemos de nosotros mismos en función de las distintas definiciones, en las que siempre acabamos encasillados en uno u otro sistema, se verán condicionados y constreñidos por esa exigencia. Al fin y al cabo estamos hablando de las barreras (de todo tipo, desde las materiales a las ideológicas) que se erigen en toda institución para limitar el acceso a un aprendizaje libre. Un ejemplo: al principio de este curso [2006-07] pretendía hacer, como alumno oyente, la asignatura de Biofísica del segundo ciclo la Facultad de Químicas en la UC, para profundizar en el estudio de los procesos de autoorganización. No hubo manera de convencer al profesor de que me permitiera asistir. Cuando ya no sabía que más pegas ponerme, pues a todas respondía yo positivamente, me hizo saber, bajo el disfraz de que me iba a sentirse frustrado por no seguir los desarrollos matemáticos, que mi presencia era un incordio para él. Tengo que decir en su descargo, aunque quizá para quitárseme de encima, que me regaló el libro de la asignatura (en él pude comprobar, además, que los desarrollos matemáticos no me resultaban insuperables).
El individuo limitado por una autodefinición respaldada institucionalmente y sobrevalorada emocionalmente por el carisma de la figura que la propone, es incapaz de salirse del marco constrictor en el que discurre su autoconciencia[2]. Nada más opuesto al espíritu de Perls que encasillar al individuo en una definición[3]. Nada más opuesto al papel que jugó Perls en la definición de un nuevo paradigma que el papel que juega Naranjo en el mismo a través de la importancia que da al eneagrama, sin que ello signifique que ambos no sean complementarios y necesarios en la totalidad. Otro aspecto importante en esta oposición es que se le atribuya a Naranjo una capacidad intelectual —que no tenía Perls— capaz de dar un significado más racional a la gestalt y construir un edificio más coherente con las exigencias de nuestra cultura[4], cosa con la que, por otra parte, estoy plenamente de acuerdo[5].
Para la estructura y disposición de nuestra mente la necesidad de pertenecer a un grupo (determinada por nuestro ‘yo grupal’), de estar definidos por un tipo..., etc. etc., es, sobre todo, cómoda y segura. La mente no puede soportar la indefinición. No hay cosa que más odiemos que estar y vivir en el terreno vital que configura el arquetipo de “El loco” en el Tarot: vivir en el desequilibrio, en el extremo de la tensión; al margen de la sociedad; aquel lugar, no obstante, que, pudiendo dominar, nos va a revelar una porción más grande de la realidad. Cualquier definición es, por lo tanto, opuesta a este lugar de existencia y es, probablemente, la inclinación del ánimo que lleva a la necesidad del conocimiento y la práctica del eneagrama, la que más se opone al espíritu, al arquetipo, que representa Perls. (Al respecto de este párrafo Isabel Fdez. Hearn y yo [6];estamos elaborando actualmente (2013) un articulo: Unidad cuerpo-mente y cultura. Automatismos culturales, que pretende ser al mismo tiempo revelador y demoledor sobre el asunto).
Añadamos que eso no significa que el eneagrama sea ineficiente por sí mismo. Como hemos visto en los párrafos anteriores, es una parte necesaria en los mecanismos que configuran la realidad total. Lo que es ineficiente es que hagamos culto y obligación de él, pues entonces lo convertimos en una barrera ante posibles desarrollos posteriores. En realidad en nuestra esencia más profunda cada uno de nosotros somos los nueve eneatipos. La manifestación de esa esencia profunda a través de uno u otro de los caracteres del eneagrama, es sólo un aspecto superficial del ser en el que, si nos quedamos enganchados, nos perderemos y perderemos de vista la finalidad última del ser, que es trascender toda limitación, todo maya.
La realidad vista a través de estas anteojeras es una realidad acomodada a las presiones de lo institucional, a las presiones de la homeostasis, a las presiones de la ciencia entre paradigmas, a las presiones y necesidades del yo grupal, a las presiones y necesidades profesionales. Y pierde de vista posibles desarrollos posteriores en los extremos del desequilibrio, los procesos caóticos que conducen al crecimiento evolutivo[7].
Bien es cierto, hay que añadir, que maya es la parte operativa de la realidad. No, como parece hacernos creer el budismo, en una asimilación superficial del mismo, algo rechazable, “pecaminoso” o “inferior”, algo que hay que “superar” y olvidar para siempre, suponiendo que ello nos conduce a una “espiritualidad total” y que ésta es el último eslabón de la evolución humana, como quiere hacernos creer también Naranjo (1994) cuando habla de los eneatipos como lugares de caída o degradación, típica visión asimismo judeocristiana. Maya, como digo, es la parte operativa de la realidad. En términos khunianos y de las ciencias de la complejidad, la ciencia entre paradigmas y el equilibrio homeostático. En términos de la psicología transpersonal: la conciencia ordinaria. No-maya, el ser liberado, es el desequilibrio, el caos generador de infinitos maya. Pues infinitos maya son posibles desde el lugar del caos, el lugar del no-maya. La realidad es una unidad maya y no-maya; es decir, rutina y creación, orden y caos, Naranjo y Perls. La unidad, el Tao, el no-maya, necesita desdoblarse para ser operativa; es decir, la realidad, tal como la conocemos, funciona gracias a la dualidad, gracias al maya.
La unidad es la guía para la acción justa que interviene oportunamente en uno u otro de los extremos de la oposición. La unidad entra en conflicto consigo misma al desdoblarse y esto hace que la realidad funcione. La unidad por sí sola es improductiva, si todos fuéramos ‘Buda’ no existiría el mundo que conocemos. La visión que queda de esta “trinidad” (unidad-dualidad) es la siguiente: en la realidad operamos dualmente, según nuestra definición personal venga de donde venga. Cualquier definición es válida, lo importante es “estar definido” (en los instantes experienciales en los que perdemos toda referencia, la angustia y el pánico nos desquician y son absolutamente aterradores). Es necesario atenerse a la propia definición para funcionar en la práctica cotidiana. Pero eso no impide que nos podamos liberar de nuestro propio autoconcepto y ver la realidad más allá del ‘color del cristal’ que nos sirve de anteojera. Se puede funcionar con un pie en el maya y otro pie en el no-maya. Sólo así el caos se vuelve orden y la creatividad es productiva y no mera fantasía. El paso por algún tipo de definición (cultural y personal) es una fase —absolutamente necesaria, pues el bebé nace inmerso en el caos— del proceso de crecimiento; pero al quedarnos enganchados en esa fase perdemos la visión espiral de nuestra dinámica de crecimiento y la convertirnos en un círculo, cerrado sobre sí mismo, que nos impide una salida posterior.
Bibliografía
Bryson, B. (2003). Una breve historia de casi todo. Ed. Círculo de Lectores. Es una amena y entretenida historia del desarrollo de la ciencia con montones de cotilleos sobre el quehacer de los científicos, muchos de ellos no precisamente elogiosos.
Fox Keller, E. (1985, ec. 1991). Reflexiones sobre género y ciencia. Ed. Alfons el Magnanim. Valencia.
Keeney, B. P. (1983, ec. 1994). Estética del cambio. Ed. Paidós. Barcelona.
Kuhn, T. S. (1962, ec. 1971). La estructura de las revoluciones científicas. Ed. Fondo de Cultura Económica. México.
Madrona, S. (1994). El desarrollo de la conciencia. Ed. Kepler. Madrid.
Naranjo, C. (1994, ec. 1996), Carácter y neurosis. Ed. La Llave. Vitoria-Gasteiz.
Naranjo, C. (2005). Las así llamadas “perturbaciones de la frontera contacto”. Revista de Terapia Gestalt, págs. 34-43. Ed. AETG. Barcelona
Navarro, J. (2001). Las organizaciones como sistemas abiertos alejados del equilibrio.
www.tdcat.cesca.es. Son muy diversas las ciencias que integran el grupo llamado Ciencias de la Complejidad, por ello la bibliografía es inmensa. La primera parte de la tesis doctoral que se propone es una introducción bastante interesante.
Perls, Hefferline y Goodman. (1951, ec. 2002). Terapia Gestalt. Excitación y crecimiento de la personalidad humana). Ed. Sociedad de Cultura Valle-Inclán.Ed. Los libros del CTP. Madrid.
Robine, J. M. (1997, ec. 2005). Contacto y relación en psicoterapia. Santiago de Chile. Ed. Cuatro Vientos.
Wheeler, G. (2000, ec. 2005). Vergüenza y soledad: El legado del individualismo. Santiago de Chile. Ed. Cuatro Vientos.
ec.: edición en castellano
[1] Publicado en el boletín anual de la EMTG (Escuela Madrileña de Terapia Gestalt) nº 5 (2007), págs. 28-33.
[2] He vivido dos etapas en la valoración del eneagrama. Cuando todavía estaba vinculado emocionalmente a las figuras parentales en las que todo maestro o profesor se convierte para el alumno y a mi propio interés por prosperar dentro del sistema institucionalizado de la gestalt, de mi lectura del eneagrama saqué la conclusión de que era un sistema interesante, aunque no me atraía especialmente. Actualmente pienso que es un sistema que no hay por dónde cogerlo y en una crítica detallada del mismo no dejaría títere con cabeza [*]. Esta sorprendente experiencia emocional ante un mismo texto es, para mí, reveladora por sí misma. Mis conclusiones al respecto se basan también en una experiencia amplia en otro sistema asimismo complejo, como es el de los arquetipos astrales. He hecho una revisión deconstructiva en ese sistema y construido una nueva visión paradigmática de lo que significan los símbolos astrales en la psique del individuo. La idea de que cada uno de nosotros somos los nueve eneatipos, expuesta más abajo, es paralela a una idea similar con la que contemplo la naturaleza de los llamados arquetipos astrales: cada uno de nosotros somos los doce signos (1994).
[*] En aquél entonces me refería (aún sin saberlo del todo, pues era una reacción emocional) más a la base filosófica en la que se asienta el eneagrama —tan contraria al espíritu de la gestalt— que a su funcionalidad práctica, como un paso más en el autoconocimiento.
[3] Mi formación inicial de la gestalt vino de la mano de Antonio Guijarro (discípulo directo de Perls, Rogers y otros humanistas), y estaba acompañada con la formación en la terapia de Rogers: la escucha activa. Rogers propugna y permite que el paciente desarrolle su propia autodefinición, su propia explicación de sus problemas, sus circunstancias y su personalidad. La ventaja de esta opción es que el individuo no depende de nadie para crearse a sí mismo, la desventaja es que esta creación depende de la capacidad intelectual y la formación que posea; pero siempre será preferible a que este trabajo te lo den hecho desde fuera. La comodidad ahoga la creatividad y la independencia, el desarrollo de un yo completamente genuino; las adhesiones a lo institucional implican, el mayor o menor grado, una confluencia entre el yo personal y el yo grupal. Y, al fin y al cabo, conocer el eneatipo de los alumnos también es una forma de control y poder, tan típica de toda institución, pues, como tal, juega el papel de ‘ciencia entre paradigmas’ y el de homeostasis reforzadora del equilibrio que, necesariamente, tiene control sobre el medio en cuestión.
[4] Si bien las obras de Naranjo me resultan enormemente interesantes y aclaradoras desde el punto de vista intelectual (no olvidéis que me consideran básicamente un racionalista), no puedo por menos que señalar que en las de Perls encuentro algo que no es nada frecuente hallar en un texto, tanto científico como literario: un genuino afán de conocimiento y universalidad intensamente impregnado de esa curiosidad infantil tan característica de los niños y que tan difícil es encontrar en una persona adulta; una curiosidad en absoluto limitada por un esquema guía que impone un marco constrictor al surgimiento de las ideas. Algo que es difícil de definir, pero que me emociona intensamente.
[5] Esto lo decía en 2007. Ahora no lo tengo tan claro, pues si bien por una parte su aportación es un avance en el conocimiento, cosa muy de alabar y de reconocer, por otra constriñe al individuo en una mirada intrapsíquica e individualista (generadora de vergüenza en el individuo por parte del entorno, Wheeler, 2000; Robine, 1997) que está obsoleta, pues pertenece a una epistemología estructuralmente incluida en la visión de campo de las nuevas Ciencias de la Complejidad (del nuevo paradigma que sustituye al newtoniano); es decir la suya es una visión ‘newtoniana’ cuando ya la visión de campo del PHG (Perls, Hefferline y Goodman, 1951) se alía con los nuevos avances del conocimiento en base a la física cuántica y a la unidad observador-objeto. Si en física cuántica todavía no se entiende bien la unidad onda-partícula, tampoco es de extrañar que en psicología y otros saberes ocurra lo mismo. A esta mirada de campo sí se suman las corrientes ‘neoyorkina’ y ‘clevelandiana’ en tanto en cuanto siguen la estela del PHG. Por propia declaración Naranjo no sólo no entiende sino que denigra las aportaciones del PHG, con lo que el mismo se declara ignorante de la naturaleza del campo. Cosa que como dicen Kuhn (1962) y Keeney (1983) es justo lo que ocurre cuando se intenta comprender el nuevo paradigma desde el antiguo, pues ambos son inconmensurables entre sí. Así dice Naranjo de la aportación de Goodman al PHG: «...que no logro tragar aún después de haberla leído ya tres veces. [...] Rogers [...] a mi pregunta de si se había dado el trabajo de leer los seis volúmenes [de una tesis doctoral] me respondió, muy expresivamente: “the whole damn thing!” [¡la maldita cosa entera!]. Algo así podría decir de lo que por poco se quiere proponer como el libro sagrado de la Gestalt.» (2005, pág. 37). Es la inconmensurabilidad entre paradigmas de las que hablo líneas arriba. Es como si Newton quisiera sustituir a Einstein y echarle en cara su ignorancia ¡¡¡!!!
[6] Socióloga y terapeuta gestalt. Mucho más ducha en el conocimiento y manejo de grupos –por su saber en sociología– de lo que he visto frecuentemente en terapia y formación gestáltica. Me parece un auténtico derroche de medios que no se tengan en cuenta los conocimientos y aportaciones de l@s sociólog@s (cosa que si se hace en Europa y EE.UU.) y que sean combatidas sus pretensiones de clínica social por el COP (Colegio Oficial de Psicólogos), de lo que me avergüenzo como psicólogo, y más teniendo en cuenta lo reivindicativos que fuimos en su día frente a los psiquiatras por exactamente el mismo motivo.
[7] Reflexiones posteriores sobre este texto me han llevado a darme cuenta de que lo que estoy reivindicando a través de los escritos que vengo publicando en el Boletín es ese punto de vista más genuino del ser, aquél no condicionado por ninguna barrera o límite, aquel que supera todo maya. El más puro niño interior, "El loco". Ello me ha llevado a recordar que durante un curso (Alphega) sobre el desarrollo de la espiritualidad, realizado años ha con Gustavo Berttoloto, en una ocasión una compañera llegó a elogiar públicamente mi capacidad para mostrarme como un niño (cosa que, como podréis comprender por los peligros y dificultades que encierra, no es lo habitual en mi comportamiento cotidiano; aunque a veces se me escapa sin yo darme cuenta). Enseguida he enlazado este recuerdo con el hecho de que mi madre se dedicó a machacar sistemáticamente mis comportamientos infantiles "inocentes". Ahora me doy cuenta de que, como he contado en otra ocasión, mi actitud durante el curso de "Las cuatro caras del héroe" fue la de liberar por completo ese niño interior, rebelde y espontáneo. Por ejemplo, en vez de construir una figura con el barro que nos dieron, en un momento dado me sentí constreñido y entonces me embadurné de barro todo el cuerpo, vestidos incluidos, y luego me duche completo tal cual. Seguí luego en todo el curso con una actitud semejante. En otro momento no me acoplaba a la dirección de una visualización del maestro que nos proponían y cuando se me estaba acabando al tiempo imaginé espontáneamente que cogía un barro más licuado y pintaba unas partituras musicales con él. En el camino de vuelta del curso a Madrid, percibí interiormente un águila volando sobre mi coche, que conducía yo con varias compañeras, y señalándome el camino. Evidentemente la desobediencia al paradigma o al modus operandi de un sistema tiene también, a veces, su recompensa.
Imagen cedida por: David Gonzalvo