La neurosis
"El león y el cordero yacerán juntos, pero el cordero no dormirá muy bien."
Woody Allen.
El comportamiento neurótico es un hábito aprendido [PHG, II, 14, 1], como conducir un coche o escribir a máquina. La diferencia entre la neurosis y otros hábitos es que su propósito no es permitirnos hacer cosas, sino impedírnoslo.
Cuando estamos en un proceso de contacto, sintiendo la excitación y movilizándonos, y éste se interrumpe a causa de un peligro o de una frustración provenientes del entorno, la excitación se convierte en ansiedad. La ansiedad es muy desagradable y somos capaces de poner en marcha mecanismos para evitarla. En primer lugar, ya que la excitación nos puede llevar a una situación frustrante o peligrosa, podemos hacer un esfuerzo deliberado para evitar que se exprese, mediante una contracción corporal. Por ejemplo, un niño que siente ganas de llorar pero que es ridiculizado por hacerlo, en un momento dado aprenderá que apretando los dientes y la lengua consigue inhibir el llanto. Es doloroso, pero funciona.
Si esto nos ocurre muy a menudo, llega un momento en que olvidamos que la tensión era deliberada. El patrón motor se automatiza y ya no podemos relajar la contracción del cuerpo. Pasa a formar parte de la fisiología secundaria. En esto consiste la represión. Sin embargo, aunque podemos olvidar cómo adquirimos el hábito, no podemos borrar la excitación que lo causó. En el ejemplo del niño, el impulso de llorar sigue estando ahí, no desaparece. Cuando llega una nueva situación la supresión del llanto permanece en el fondo. El self necesita dedicar energías a mantener a raya la excitación que pueda producir llanto y no se puede implicar totalmente en la novedad. Dicho de otro modo, el esfuerzo continuo que hace la persona para conseguir no llorar nunca lo rigidifica y resta vitalidad para otros asuntos. El tema del llanto es sólo un ejemplo. La excitación inhibida puede ser de muchos otros tipos: entusiasmo, rabia, necesidad de afecto, saciedad, deseo sexual, deseo de ser visto, etc.
En terapia
El hábito de inhibición aprendido se convierte en una "segunda naturaleza''. Se integra hasta el punto de que un intento de cambiarlo se vive como un ataque hacia el cuerpo. Por ejemplo, a una persona con una postura corporal "viciada'', la postura correcta (por ejemplo, con la columna erguida, o con toda la planta del pie apoyada en el suelo) le resulta incómoda a pesar de ser más sana y natural. Si por alguna razón, como en una situación terapéutica, la tensión se relaja, la excitación inhibida puede empezar a expresarse a través del cuerpo. Y lo hace a menudo de forma dolorosa: palpitaciones, mareos, sensaciones desagradables que hacen al self interpretar que el cuerpo está en riesgo. Por eso es difícil deshacer un patrón neurótico. El paciente por un lado quiere recuperar la vitalidad perdida, pero por otro lado no quiere pasar por el dolor y la sensación de descontrol que puede venir en el proceso.
El objetivo de la terapia es ofrecer un entorno de apoyo en el que sea posible re-crear soluciones nuevas ante las situaciones que antes fueron solucionadas con la represión. La experimentación que se da en la terapia tiene que estar graduada para que la ansiedad que produce el "abrir'' los temas reprimidos pueda ser soportable. Si esto se consigue, la persona puede concluir: "Soy yo quien evito deliberadamente esta excitación y genero esta agresión.'' [PHG, II, 14, 2] A partir de ahí se puede buscar un nuevo ajuste creativo.
En mi experiencia
He podido observar a menudo mi propia resistencia al cambio. Las sensaciones corporales de "estar llegando al meollo de la cuestión'' son habitualmente muy claras. La diferencia entre un tema que "me toca'' y uno que no, se hace evidente. Puedo notar cómo "me toca'': me aumentan la palpitaciones, modifico la respiración, cierro la postura, y si la cosa se pone más chunga, me retuerzo en la silla, miro para otro lado y no consigo fijar la mirada en la persona que tengo delante. Es muy desagradable y una parte de mí grita por dentro "¡huir!''. Me puedo resistir como gato panza arriba. Otra parte de mí pide entrar en ello. El hecho de que hablar de algún tema de mi vida me produzca una reacción tan fuerte me suele resultar sospechoso. He comprobado que sólo entrando en esos temas consigo un cambio.