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Qué hay más allá del campo

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Qué hay más allá del campo

20 Mayo 2013
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Hasta ahora habéis oído muchas cosas sobre el campo, el self, el “entre”, el contacto y la relación, escuchando a los ponentes anteriores. Desde luego yo llegaré también a estos conceptos, pero ya que soy el último en dirigirme a vosotros voy a entretenerme un poco por el camino para hablar sobre un tema que hace mucho que me interesa. Pretendo concentrarme en las radicales implicaciones para la teoría y la práctica que se siguen de substituir en Terapia Gestalt un modelo estético de salud y patología por el enfoque científico que ha dominado la mayoría de las otras terapias. Mi énfasis va a estar no solo en el contacto sino en el arte y la creatividad que conlleva el hacer contacto. Todas las artes y oficios dependen del impulso humano por hacer algo, impulso que incluso un escritor tan impactado por el sexo como D.H. Lawrence pensó que era más básico que el impulso que sentimos por emparejarnos con otra persona. Lo que hacemos lo juzgamos después mediante criterios como su gracia, su viveza y su interés inherente, su alcance y su fluidez, y si nos satisface o no su economía de formas. Que cualidades como éstas se consideren la medida del funcionamiento saludable es quizá el aspecto más distintivo de la Terapia Gestalt.

El punto de comienzo en la Terapia Gestalt es la experiencia. Sin embargo, la definición de experiencia en la Terapia Gestalt es única en dos aspectos. En primer lugar, se dice que ocurre en la frontera contacto entre el individuo y su mundo, así que lo que en general consideramos la subjetividad de la experiencia no está simplemente relegado a la vida interior. En segundo lugar, la experiencia no ocurre sin más; tiene que ser hecha – y hecha de nuevo y de nuevo en cada momento. Así, la experiencia es una creación humana. Si esto suena como un camino a un idealismo filosófico, en el que nada existe excepto la mente, ése no es en absoluto el caso. Los encuentros de los que se compone la experiencia tienen lugar en el campo, y el concepto del campo en el PHG es precisamente un recordatorio de que no podemos sacar algo de la nada. Si la experiencia no está dada, algo tiene que serlo, y nosotros llamamos a ese algo el campo, un conjunto de condiciones que precede a ambos, al individuo y al mundo. ¿En qué sentido, entonces, puede ser dicho que el campo existe?

Para mí, el modo más útil de pensar sobre esto es decir que el campo flota en algún sitio entre nada y algo. Este no es un tema fácil de discutir, pero he encontrado ayuda en el trabajo del filósofo francés, Guilles Deleuze, quien define el campo como una “estructura de posibilidades” de la cual un mundo como cualquier otro puede emerger para cada sujeto. En otras palabras, el campo en Terapia Gestalt, como en física, puede ser considerado pura potencialidad. Existe, no como existe un objeto, sino como la posibilidad de llegar a ser.  Si el campo es concebido de esta forma, entonces, la propia experiencia de ambos, el self y lo otro, parece en principio, como poco más que una débil lucecita percibida en un paisaje infinito. Ni el self ni lo otro existen plenamente hasta que los ha hecho reales el trabajo creativo de formación de formas.

Dos comentarios, tomados no de la teoría de la Terapia Gestalt sino de dos figuras literarias, darán más color a lo que estoy diciendo. El filósofo americano y cronista del siglo XIX Henry David Thoreau escribió: “Sólo alborea el dia para el cual estamos despiertos.” Y un pintor y poeta moderno francés Henri Michaux lo expresa incluso con más contundencia en su extraño relato de un viaje a Ecuador: “El mundo no es redondo, no todavía. Tenemos que hacerlo redondo”.

Es exactamente en el punto de transformación de la posibilidad en realidad en el que los valores estéticos se vuelven importantes tanto para la teoría como para la terapia. Se puede ver una descripción detallada de cómo se lleva esto a cabo en el conocido pasaje que abre el volumen de Paul Goodman de “Terapia Gestalt: excitación y crecimiento en la personalidad humana”. Goodman no tiene dificultades aquí en descubrir valores estéticos emergiendo directamente de la descripción fenomenológica de la experiencia cotidiana. Para él lo fenomenológico y lo estético son aspectos esenciales el uno del otro. Para ilustrar esto, da el ejemplo del ver, que caracteriza como un campo oval de visión que es "algo pegado a nuestros ojos" [NdTT: PHG, p.5]. La experiencia de ver no es ni más ni menos que este óvalo, y tiene propiedades muy específicas: “Se puede notar entonces cómo en este campo oval los objetos empieza a tener relaciones estéticas, espaciales y de cambios de color”. El análisis que hace Goodman del oír es similar: “(...) y así es posible experimentar esto también con los sonidos externos: es la frontera-contacto la que los enraiza en su realidad y en esta frontera es donde se experimentan como estructuras unificadas."

Ya en las primeras pocas frases Goodman expone la primera teoría de la Terapia Gestalt. Goodman ha hecho un cambio radical en la teoría. No malgasta el tiempo dejando atrás el método explicativo de las ciencias naturales (que podría proponer que el ver es causado por objetos externos que estimulan los nervios ópticos). Su concentración en el campo oval de visión es una reducción fenomenológica que no atañe en sí misma ni al mundo externo ni a los conos, bastones y nervios ópticos.  En vez de eso, pega un giro desde las cuestiones de causa y efecto hacia las cuestiones relativas a la cualidad artística.

Cuando nos concentramos en este óvalo, dice Goodman, los objetos empiezan a tomar propiedades estéticas, lo cual implica que no las poseían inicialmente. Empiezan a tener esas propiedades sólo en la medida en que centramos nuestra atención en el acto de mirar o escuchar, de manera que el hecho de mirar o escuchar se convierte en un acto de consciencia inmediata [NdTT: "awareness" en el original en inglés] activa, y no en una mera recepción pasiva. En otras palabras, mirando llegamos a ser sólo ojos, escuchando sólo oidos. El self, podríamos decir, está en el acto de mirar y escuchar. En efecto, en tales momentos de compromiso el self no es otra cosa que el acto de mirar y escuchar. Algo, no sólo lo dado, ha sido creado en este proceso. Lo que puede ser mejor entendido, no como interno o externo (lo cual Goodman pone entre comillas, como buen fenomenólogo), sino en términos estéticos de valor, estructura, color y forma.

Goodman equipara la experiencia tanto del acto de mirar como del de escuchar, con una realidad que consiste en un cambio continuo, percibido como un flujo de estructuras unificadas. Nosotros llamanos a esas estructuras figuras [NdTT: "gestalts" en el original en inglés], por supuesto, y el hecho de que tengan unidad, valor y forma es lo que Goodman nombra como relaciones estéticas. La contribución única de la Terapia Gestalt reside no sólo en su concepción del campo, no sólo en su foco en lo relacional, sino en su original idea de que nuestro sentido de la realidad -lo que llamamos nuestra experiencia- está dotado de estructura y forma en el lugar de encuentro entre el organismo y lo novedoso del mundo. Además de cualquier otra cosa que pueda ser, la formación de figuras en la frontera-contacto es una actividad estética, así que podemos considerar la realidad -aquello que llamamos nuestra experiencia- del mismo modo que miramos y valoramos una obra de arte.

Todo esto nos recuerda cuánta complejidad acarrea la noción de momento presente. Es interesante pensar a propósito de esto, porque la Terapia Gestalt basa su trabajo en el momento presente. Todavía hay complicadas cuestiones sobre si el presente existe como algo más que como un constructo lingüístico. William James, un filósofo americano que influyó a Paul Goodman, escribió, "El momento literalmente presente es puramente una suposición verbal, no una posición. El único presente que alguna vez se llega a realizar es el momento que pasa, en el cual la retaguardia moribunda del tiempo y el naciente futuro mezclan sus luces constantemente." Esto es de su libro llamado "A Pluralistic Universe" [NdTT: "Un Universo Pluralista"]. El momento presente no puede ser inmovilizado como tampoco puede serlo una partícula subatómica -ambos dejan detrás un rastro como prueba de que estuvieron allí. Así que, qué queremos decir cuando preguntamos a un cliente, "¿Cuál es tu experiencia presente?" Es importante ser sensible a esta cuestión porque el momento presente es escurridizo y misterioso cuanto menos.

En efecto, que la Terapia Gestalt se concentre en algo llamado experiencia presente representa un cambio significativo, relativamente reciente, en cómo es entendida la experiencia. En la Grecia antigua, el concepto de experiencia no implicaba sensaciones o percepciones pasajeras, sino un cuerpo de conocimientos establecido compuesto de sucesos pasados, observaciones prácticas, historias de vida, artes y habilidades. La experiencia era más o menos equivalente a la cultura. Un individuo podía hacer uso de ella desde fuentes tanto individuales como sociales, a modo de guía para hacer juicios y llevar a cabo tareas. Todavía empleamos la palabra a menudo en este sentido como cuando decimos "necesito referencias de un terapeuta experimentado", lo que implica una mezcla de experiencia personal y de formación en un cuerpo de conocimiento colectivo, o "¿dónde puedo encontrar un carpintero experimentado en molduras victorianas?", lo que significa alguien que conozca las técnicas pasadas tan bien como las presentes. La palabra experiencia aquí expresa un sentido de artes, habilidades, técnicas y sabiduría adquiridas y asimiladas. En otras palabras, es algo completo, un producto acabado, que puede ser fácilmente transmitido y puesto en uso. La primacía de la experiencia concluida todavía domina en las conversaciones ordinarias. Podemos decir, "tuve una experiencia la semana pasada de la que quiero hablar con vosotros." O, podríamos esperar que la experiencia se concluya en el futuro con un comentario del tipo "esto será una importante experiencia para mi". Pero parecería muy raro decir, "Por favor no me molesteis, estoy en mitad de una importante experiencia."

Evidentemente nos referimos a algo diferente cuando hablamos de la experiencia presente, lo cual hacemos de manera habitual en Terapia Gestalt. Nuestro nuevo giro sobre un antiguo concepto tradicional deriva, creo, de los modernos movimientos filosóficos tales como el existencialismo y la fenomenología que han influenciado la Terapia Gestalt. La fenomenología existencial sitúa a la persona dentro de su mundo como una experiencia subjetiva y hace de esto el punto de inicio de la investigación filosófica, así como nosotros hacemos de esto el punto de inicio del trabajo clínico. Antes de tales desarrollos, podría no haber tenido mucho sentido preguntar a alguien, "¿qué estás experimentando?" (tal y como tendemos a hacer con nuestros clientes cada cinco minutos). Pienso, sin embargo, que ahora nosotros damos demasiado por sentado el sentido completo de esta cuestión. Es una pregunta que a menudo usamos cuando se nos acaban las ideas en una sesión de terapia, y demasiado a menudo el cliente no tiene ni idea de qué significa. Sólo por esta razón merece la pena preservar, incluso en la Terapia Gestalt orientada al presente, el sentido tradicional clásico de que la experiencia es una creación que incluye valores, elecciones y significado. Lo que nosotros añadimos es que es en el proceso mismo de creación donde la experiencia incluye todos estos elementos.

La definición misma del self en Terapia Gestalt está basada en la unión que hace Goodman de lo fenomenológico y lo estético. El pasaje relevante es otro bien conocido cerca del inicio del libro: "El self es la frontera-contacto en actividad; su actividad consiste en formar figuras y fondos." "...el self es precisamente integrador; (...). Es el artífice de la vida." [NdTT: PHG, p.16]. Es claro que para Goodman la idea del self como artífice de la vida es mucho más que una metáfora sugestiva. Es una descripción del papel que juega el self para dar forma y valor a la experiencia, como si jugara un papel artísticamente creativo en cada momento de la experiencia vivida. Esta idea es extraordinaria, y uno podría divagar a propósito de cómo la Terapia Gestalt permaneció durante la época de reinado supremo del psicoanálisis, el cual dio origen a una visión del arte como un producto de fantasías y deseos inconscientes.

Parte de la respuesta sin duda viene del hecho de que los fundadores de la Terapia Gestalt estaban todos en cierta medida involucrados en las artes de una u otra manera. Antes de que fuera a la escuela de medicina, Fritz Perls fue formado por Max Reinhardt, uno de los grandes directores del teatro alemán. Laura Perls estaba completamente absorta en la música y la danza, e importaba ideas de esas actividades a su trabajo con el cuerpo. Paul Goodman era novelista, dramaturgo y muy buen poeta. Sus trabajos literarios fueron publicados a lo largo de toda su carrera junto a sus formidables libros de crítica social y cultural. Isadore From no estaba directamente involucrado en las artes, pero tampoco tuvo una formación formal como psicólogo o psiquiatra. En la universidad estudió filosofía. También estaba profundamente interesado en la literatura. Una vez me contó que al final había aprendido tanto, si no más, sobre la conducta humana leyendo a Proust y Henry James como leyendo a Freud. Por tanto, a los fundadores de la terapia Gestalt les acompañó un interés y una implicación fuertes hacia diversas artes.

¿Cómo esta inovadora perspectiva estética influye en la práctica clínica de la terapia Gestalt? Ya que que las bases estéticas de la Terapia Gestalt surgen directamente de una comprensión del contacto como un encuentro entre el self y lo otro, encuentro que tiene que ser elaborado de nuevo cada vez, entonces el trabajo del terapeuta consiste en poner atención en cómo se realiza esto en la sesión terapéutica misma. Isadore From, uno de los profesores fundadores de la Terapia Gestalt y tal vez su voz teórica más consistente, siempre insistía en este punto. El contacto, diría él, no es un estado en el que estás dentro ni fuera; es una actividad. Funciona más como un verbo que como un sustantivo, así que, sería más exacto hablar del proceso de contacto. Por ejemplo, él enfatizaba que uno debe trabajar en terapia no con los recuerdos, como si el pasado fuera llevado a la situación presente de la sesión terapéutica como un objeto mental fijo, sino con el proceso de recordar, una actividad presente, en la que el pasado se rehace de nuevo. Recordar sugiere un trabajo de ensamblaje de los miembros o partes de una vieja experiencia en una nueva totalidad. Esta distinción es absolutamente crucial para la Terapia Gestalt, no sólo porque hace que la prioridad sea el proceso más que el producto, sino porque resalta que el proceso de recordar no es una repetición sino la creación de algo nuevo. En una línea parecida, From estaba menos preocupado por identificar proyecciones o introyectos que por atender al proceso de proyectar o de introyectar como actividades que tienen lugar en el momento presente.

 

El atribulado cliente es tan artista como la persona saludable. Sencillamente, está dedicado a producir enfermedad en lugar de salud. La perspectiva estética en Terapia Gestalt tiene considerable utilidad diagnóstica. Una de las cosas más reveladoras que se puede decir de la neurosis es que es arte malo. Como una pintura de la que queremos alejarnos (a la que queremos dar la espalda), la neurosis es repetitiva, estereotipada, mal diseñada e inapropiada. Sobre todo es monótona y aburrida. Cuanto más serio el grado de perturbación, más monótona la creación. La narración obsesivo-compulsiva nunca se mueve hacia adelante. Repasa el mismo asunto o realiza la misma actividad una y otra vez. El paranoico convierte cada situación, incluso una historia de amor, en una película de espionaje o cine negro sobre la amenaza y la traición. Para la personalidad histérica, cada situación es un continuo clímax -la cosa más maravillosa o más terrible que jamás ha pasado- hasta que la exhausta audiencia suplica un intermedio.

Déjenme ilustrarles este enfoque con más detalle usando la personalidad paranoica a modo de ejemplo de cómo el principio de que el self es el artífice de la vida destaca incluso en la formación del carácter patológico. ¿Qué tipo de artista es el paranoide? A decir verdad, uno muy imaginativo. El sociólogo y antropólogo americano Ernest Becker, en su libro "Angel in Armor" [NdTT: "Ángel Blindado"], sugiere que la paranoia es la poesía de una persona que se sostiene sobre un estrecho pilar sintiéndose asustada, pequeña e insegura. Desde esta posición precaria y con un apoyo inadecuado, el paranoico está pendiente de un mundo que parece abrumadoramente grande y trata de dar pleno sentido a su dolorosa condición aplicando la poderosa capacidad creativa de la imaginación humana. El resultado son tramas dramáticas, a menudo brillantemente construidas, sobre los temas del peligro, la amenaza, la conspiración y la traición. En otras palabras, la paranoia es la poesía de la impotencia.

Desde otro ángulo, la paranoia es un resultado posible siempre que uno experimente una sima o un abismo entre uno mismo y los otros. Este es especialmente el caso cuando el abismo persiste a pesar de la demanda de los otros o del anhelo en uno mismo por convertirse en parte de un "nosotros". Por supuesto, el abismo es auto-impuesto: no importa cuán poderosos sean la demanda o el anhelo, la persona paranoica tiene que mantenerse separado del grupo porque se siente demasiado pequeño y desamparado para mantener su individualidad si se une a él. Existe un intrigante articulo sobre la paranoia enSourcebook of Gestalt Psychology ("Libro de consulta sobre Psicología de la Gestalt") de W. D. Ellis, el libro que Goodman usó para sus préstamos de la teoria clásica de la psicología de la Gestalt. Este articulo ("Un acercamiento a una teoría Gestalt del fenómeno paranoico", de Heinreich Schulte) define la ansiedad que da lugar a la paranoia como "manca de nosotros". El paranoico "manco de nosotros", incapaz de unirse aunque anhele hacerlo, se siente a la vez junto al grupo y fuera de él, según Schulte. Estar al mismo tiempo al lado (es decir, cerca) y fuera (aún lejos) del grupo, no es un lugar que se pueda tolerar sin justificar que la propia existencia tenga lugar ahí. Parece ser una necesidad humana básica el justificarse a uno mismo la propia situación, y aquí es donde el arte imaginativo del paranoico entra en el entra en acción.

Hay un común acuerdo en que los paranoicos son expertos en la proyección, lo que implica tratar las fantasías como si fueran realidades que vienen desde el entorno. El propio abismo forma un espacio vacío -un intervalo en blanco en el continuum del contacto- que puede llenarse con proyecciones. La persona paranoide usa las proyecciones para inventar un modo alternativo de pertenecer al grupo sin unirse a él. En efecto, escribe una novela o una obra teatral en donde él es el personaje principal, de tal manera que todo lo que sucede en el grupo se refiere a él. Si ve a algunos miembros del grupo hablado en privado, esto quiere decir que están conspirando en su contra. Si lo invitan a una función social, es por que  están planeando utilizarlo. Si no lo invitan, están tratando de librarse de él. El grupo en cuestión puede ser tan pequeño como de una sola persona. Si su esposa recibe una carta sin direccion de procedencia, debe ser de su amante. O el grupo puede ser tan grande como la sociedad entera. Si hay un vehículo con dos hombres sentados en su interior, estacionado frente a su casa, deben estar esperando a que él se marche para irrumpir en su casa y robarle. Algunas veces, por supuesto, el paranoico está en lo correcto y tiene buenas razones para estar paranoico. No es que las proyecciones sean automáticamente falsas, lo que sucede es que el paranoico las siente y las vive como si fueran siempre ciertas. No solamente fabrica algo a partir de sus percepciones: produce demasiado con ellas. Todo lo que el grupo haga es un drama o una confabulacion puesta en marcha con el fin de victimizarlo. Y ésta es la forma en que llega a sentir un sentido de importancia y pertenencia -está conectado, aunque negativamente, a todas las cosas que están pasando. Esto puede ser un estado miserable, pero por lo menos hay la ilusión de que el abismo ha sido cruzado por un puente y de que una forma de vida terrible puede ser explicada.

Se dice frecuentemente que la Terapia Gestalt es una terapia no crítica. No estoy de acuerdo con esto. Todo ser humano se encuentra involucrado en juicios sobre valoración y significación, interés y aburrimiento, satisfacción e insatisfacción, y cosas por el estilo. El terapeuta Gestalt y el cliente están ocupados todo el tiempo colaborando en la fabricación de juicios  -juicios, por ejemplo, sobre qué funciona y qué no en la vida del cliente, especialmente en la medida en que la escenificación momento a momento de su vida se puede sacar a la luz , y ser explorada y experimentada en la sesión terapéutica misma. El tipo de críticas o juicios en la terapia tradicional, a los que la Terapia Gestalt se opone, son las que imponen al cliente abstracciones excesivas y perspectivas universales de la realidad -especialmente con respecto a lo correcto y lo incorrecto, la salud y la enfermedad. La orientación estética de la Terapia Gestalt no está en contra de la ciencia, pero se aparta de las explicaciones o interpretaciones "científicas" (de causa y efecto) que tratan de ajustar la conducta humana dentro de categorías fijas, normas o reglas de salud, modelos de pronosticación, etc.

Los terapeutas Gestalt obran (o deberían) como la buena crítica literaria o artística. Un buen crítico no ataca un trabajo artístico con prescripciones generales, como si dijera "mi experto conocimiento sobre ti es mejor que tu nublado conocimiento de ti mismo". Los buenos terapeutas Gestalt prestan mucha atención a cómo el cliente habitualmente hace uso de algo y construye desde sus propios recursos y oportunidades. Posteriormente pueden ofrecer otras posibilidades al cliente (a menudo mediante experimentos colaborativos) para crear algo más satisfactorio desde esos recursos y oportunidades. Como From propuso una vez, la meta es ayudar a los clientes a hacer poesía de su habla, o danza de su caminar. El acento aquí está sobre el hecho de que el habla y el caminar y, por consiguiente, la poesia y la danza pertenecen a los clientes. Si se trata tan solo del terapeuta trasmitiendo ideas sobre qué cosas hacen buena poesia y buena danza, entonces la terapia no es nada más que otra introyección impuesta, otra pérdida neurótica del contacto. Nuestros clientes (y nosotros mismos) poseemos ya un amplio suministro de éstas (introyecciones) tomadas de nuestros padres, maestros, sacerdotes y otras autoridades. La observación de From pone de relieve sin lugar a dudas el énfasis en lo estético que hace la terapia Gestalt, y además deja claro que es el cliente, y no el terapeuta, el artista que importa.

 

Michael Vincent Miller

 

Traducido en el Laboratorio de Traducción de Gestaltnet.net
Coordinadora de la traducción: Eva Aroca Belmonte
Colaboradores: Alberto Guzmán Ferraro, Paulino Aparicio, David Picó Vila

 

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<h3><a>La estética gestáltica</a></h3> <div>Enviado por&nbsp;<a href="http://gestaltnet.net/author/sandrof" >Efrain Sandro Flores Bonifacio</a>&nbsp;en&nbsp;10:53</div> <div>Interesante artículo, esta parte estética nos acerca a lo artístico, pero no excluye a lo científico, Robine señala que la gestalt "es el estudio de la formación de formas" , esto es la experiencia, esta contínua creación es regular en la salud e irregular en la enfermedad....siento que podemos ser más creativos con la teoría de la terapia gestalt si nos concentramos en estos temas (Campo, self, psicología gestalt,etc. ) por que veo a muchos gestaltistas metidos en actividades "esotéricas", especulativas ("terapia de vidas pasadas", lectura de aureas y esas cosas) que no llevan a ningún avance, al contrario, llevan a la disolución de esta propuesta científica y humana .</div>

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