Diez Metáforas para la Gestalt del Siglo XXI
Información destacada
“Una postmodernidad gestáltica que nadie imaginó…conciencia, diversidad, irreverencia e integración”.
Arturo E. Etienne Garza
A lo largo de los más de veinte años transcurridos desde mi encuentro con la Gestalt, inevitablemente ha ido cambiando mi concepción de este enfoque, de la terapia y de mi mismo. Aficionado como soy al trabajo de sueños, mi adicción a las metáforas como medio privilegiado de comunicación me lleva a construir diez de ellas a manera de cuestionamientos y conclusiones provisionales sobre lo que me toca hacer en lo que pueda vivir de este siglo XXI. La época me ofrece demasiadas novedades, y todavía no se si son asimilables o no. En sintonía con la teoría del ajuste creativo, esto me lleva irremediablemente a aprender nuevas maneras de hacer terapia y de enseñarla, dentro del perímetro de lo que los fundadores fijaron como los límites (bastante laxos y difusos por cierto) de este maravilloso enfoque ya que, en caso contrario, estaría en los automatismos neuróticos, aplicando fórmulas perlsianas o goodmanianas que tienen poco que ver, a mi juicio, con el verdadero espíritu del discurso gestáltico.
1) La Gestalt es un continente.
En él conviven países de diferentes culturas, miradas, costumbres, estéticas, idiomas. Todos se llaman a sí mismos “gestáltistas” y todos entienden la Gestalt desde sus peculiares acentos, inclusiones y exclusiones. Un continente conformado por una especie que en sí misma es diversa y en el que podemos encontrar, por fortuna, representadas todas las posibilidades humanas. Un continente que no tiene más remedio que ser plural y que su gran reto es mantener la unidad en la diversidad, es hacer un macro ajuste creativo que nos lleve a la coexistencia respetuosa. Es un registro biográfico aquí y ahora, actualizándose desde la compleja red del campo que nos forma y al que conformamos. Un enfoque que le apuesta al potencial creativo sin prejuicios. Una opción que espera algun día desarrollarse al punto en que, sin transgredir el misterios de la vida misma, apelando a fórmulas intrapsíquicas, relacionales, eclécticas, esotéricas, se vuelva lo suficientemente clara en su abordaje, lo suficientemente profunda en su reflexión y lo suficientemente eficaz en lo que pretende lograr: restituir la unidad ser-mundo, objeto-sujeto, intra-inter, experiencia-conducta, consciente-inconsciente, sano-patológico, femenino-masculino.
2) La Gestalt es una terapia de procesos líquidos
Trabajar con la estructura de la experiencia no es un trabajo de “paso por paso”, de elementos separados que luego se articulen, de etapas perfectamente delineadas (precontacto, toma de contacto, contacto pleno, postcontacto) tipo “cubitos de hielo”. Me doy cuenta de que la experiencia, aunque se organiza, en realidad “escurre”, sus elementos se mezclan de diversas maneras momento a momento y los conceptos y procesos que menciona la teoría Gestalt sólo son referentes para no perderme en ella. No obstante, creo que la experiencia tiene unidad y puedo aproximarme a su comprensión. Enseñar cómo tratar con procesos líquidos me obliga a utilizar otra didáctica diferente a la de los eslogans gestálticos (“lo que te choca te checa”, por ejemplo) que se introyectan entorpeciendo a veces el universos de posibilidades que siempre están en el segundo plano. Mi reto es aprender a ver “lo que se está moviendo y lo fijo”. El caudal y los márgenes del río.
3) La Gestalt ingenua o la fenomenología que no salvó a Caperucita
El rechazo por el conocimiento de la psicopatología convencional se justifica hasta cierto punto porque un diagnóstico es una forma fija de hacer figura y, si se establece de entrada, puede afectar el proceso terapéutico que desde la Gestalt, lo vivimos desde un nivel diferente: el encuentro de posibilidades. No obstante, carecer de este conocimiento puede llevar a lo que le pasó a la Caperucita Roja (símbolo de la ingenuidad y la temeridad) cuando decidió hacerse terapeuta Gestalt.
La abuelita, que era la recepcionista, cierta tarde dio cabida a un extraño sujeto al que veía borrosamente debido a su cataratas. Tampoco pudo escuchar con exactitud su solicitud pero supuso que era una consulta por lo que lo hizo pasar al privado de Caperucita. Ateniéndose estrictamente a la fenomenología descriptiva ésta comenzó: “Veo que usted tiene unos ojos grandes…Escucho que bufa…Sus orejas son largas…Vuelvo a escuchar que bufa…Tiene unos colmillos muy grandes…Intuyo que puede ser un lobo…” y fue lo último que dijo.
Mi reto es cómo conciliar una mirada cargada de juicios (y prejuicios) pero también de descripciones escrupulosas sobre formas de experiencia tan alejadas a veces de la nuestra que difícilmente podemos distinguir si la novedad que ofrecen es asimilable o no y de qué manera. No quiero formar terapeutas como esta Caperucita Roja. Percatarme de mis límites como terapeuta e infundir esta cautela en mis alumnos me parece, es la solución…pero no es sencilla.
4) Gestalt: Pisar y caminar…en el campo.
El discurso del PHG se centra en el “contacto” (a veces momento, a veces proceso, a veces Self) y no en la relación. Sin embargo, desde hace algo más de dos décadas se ha elegido el término “relación” como foco del quehacer terapéutico Gestalt. Jean Marie Robine ha sido muy preciso al respecto y distingue tres niveles de análisis que se podrían superponer pero que corresponden a diferentes marcos de referencia, me refiero al psicoanálisis que desarrolla el concepto de relación objetal, al existencialismo de Buber que habla de la relación YO-TU y al contacto, concepto eje de la Gestalt, como unidad básica de análisis de la experiencia inmediata. No estoy en contra de incluir el termino relación, simplemente no he encontrado un desarrollo teórico los suficientemente explicito y compatible con el planteamiento original de la Gestalt. Tentativamente mi distinción, siguiendo el pensamiento de Robine es que el contacto es nuestra figura primordial y la relación el fondo del que emerge la energetización del primero. Lo que ocurre en el encuentro, antes de poder hablar de una “relación”, entendida esta como el cúmulo de contactos previos (¿acaso función personalidad?) es una afectación mutua que puede ser el foco de atención para determinar el contacto entre terapeuta y paciente. Pero existen opciones, las figuras pueden ser relativas al recuerdo, pensamiento, fantasía, y el paciente las puede ofrecer en dicho encuentro (en un allá y entonces, un aquí y entonces, un allá y ahora) como parte del campo que se organiza y se reorganiza entre ambos. No podemos asegurar que lo inmediato siempre sea la figura principal, ni abordarla dogmáticamente a partir de lo que “nos ocurre” como terapeutas cuando escuchamos al otro. Entiendo la Gestalt como una terapia de campo y desde ahí cualquier factor puede ser relevante en el aquí y ahora. La Gestalt nos lleva a un universo de posibilidades y cualquier cliché (el mismo ciclo de contacto) puede restringir el ámbito que este otro paradigma ofrece para entender los asuntos humanos. El problema es cómo enseñar esta intuición.
5) La santísima trinidad del Self
Cada vez que enseño la teoría del Self a mis alumnos me encuentro con dos situaciones peculiares. La primera es que se cautivan con la triada (ello-yo-personalidad) a tal grado que se olvidan del ajuste creativo y la teoría de campo. Y es que dicha teoría es una gran tentación para dividir lo que creo que no se puede dividir: la experiencia. Saber que cuando estamos centrados en el cuerpo o abiertos a las posibilidades de la situación, es la función ello la que toma las riendas; o, que la función personalidad constituye el cúmulo de introyectos que nos impiden actualizar nuestro concepto; o que, finalmente, la función ego actúa cuando desde la deliberación, elegimos los aspectos del entorno que nos permiten sobrevivir, sentirnos dichosos, seguros e integrados, corresponde más bién al paradigma analítico del que nos hemos querido zafar los gestaltistas. Para colmo, los autores del texto fundacional hablan de otras funciones (por cierto a veces las llaman estructuras) pero no especifican cuáles y ponen énfasis en esas tres, cuyo resabio psicoanalítico es innegable. La segunda cuestión que observo en mis alumnos (y a veces en mi mismo) es que tienden a “ubicar” de manera estricta la aparición de cada una. Cómo si sólo se pudiera hablar del Ello en el precontacto, del Yo en el Contacto y de la función personalidad en el postcontacto. Mi reto es no confundir “el Self” con un sustantivo (entidad), ni sus funciones con momentos; mi reto es mantenerlo en mí como una abstracción que me ayuda a comprenderlo como un principio organizador de la experiencia, y a preservar su carácter unitario a lo largo de la comprensión del ciclo de contacto y de mis intervenciones terapéuticas. Hasta donde yo entiendo el Self no se puede partir, ni es cuestión de cantidad (por aquello del “mucho” y el “poco” Self). Es estructural, procesal y temporal…es líquido y es omniprescente. No es fácil abordar consistentemente esto en la práctica.
6) Teoría Gestalt o el zapato de cenicienta
Me causa asombro que después de 67 años de haberse publicado el PHG, le siga siendo fiel a sus limitaciones y se me escapen sus enormes áreas de oportunidad como un enfoque que trasciende las fórmulas terapéuticas, los conceptos rígidos y los principios claros para proponernos una visión de la vida, basada en:
1) La contextualización de la experiencia
2) El conflicto inevitable que entraña afrontar la novedad
3) La permanente dinámica de la experiencia donde las figuras/fondos se transmutan, permutan, crean y recrean.
4) El poder del aquí y el ahora, síntesis de todos los tiempos, entrecruce de todas las posibilidades de la situación.
5) La obligada corresponsabilidad que tenemos al participar de alguna manera en la creación de la situación.
6) La incertidumbre que tiñe momento a momento el ajuste creativo.
Sin embargo, cuando abordo el trabajo de sueños o la dimensión existencial del encuentro, no me son suficientes y me siento como el príncipe que prueba un zapato del número uno, a todas las mujeres patonas del pueblo. La realidad que emerge, por fortuna, es mucho más compleja…y ello maravilla y me hace preguntarme ¿cómo trasmitir esto a los alumnos?
7) Las metáforas y adagios en la Gestalt
Siguiente la más estricta lógica, si hablamos de “silla caliente” debe haber una “silla fría” y si hablamos de “silla vacía”, se sobreentiende que puede estar llena. ¿Qué pasaría si transitáramos a un imaginario punto intermedio? Me pregunto que podría significar trabajar una “silla tibia” o “medio llena”. Estamos plagados de metáforas y adagios que nos aproximan y paradójicamente mantienen distantes respecto al transcurrir de la experiencia, nuestro objeto de estudio. La ultrasimplificación creo que es nuestro principal enemigo y el apego a la tradición no nos ha permitido dar el salto hacia otro lenguaje…u otras metáforas.
8) Los conceptos de “lycra” y la tranquilidad espiritual
Me gusta decir que un concepto es de “lycra” cuando recurro a uno que parece explicar casi todas las situaciones; que parece contener todos los ejemplos y que, además, me deja muy tranquilo. Lo más probable es que no lo entienda, que lo haya introyectado, que lo saque como amuleto que exorcise las dudas y no me ayude en gran cosa para guiar mi práctica. La Gestalt tiene varios de estos…o por lo menos así los he podido percibir en mi experiencia: el awareness, el contacto y el campo…parecen fantasmas onmipresentes de todas las discusiones teóricas. Todos los gestaltistas hablamos de ellos y los utilizamos para “entender” lo que hacemos. Pero decir que el awareness es la conciencia organísmica inmediata, el contacto la realidad primaria y el campo la estructuración dinámica entre el organismo y su entorno difícilmente nos hace terapeutas. Creo que la experiencia acumulada por todos nosotros rebasa con mucho lo que estas definiciones rabonas nos ofrecen. Toca actualizarlos desde nuestra circunstancia y volverlos como diría Lewin…una buena teoría, o sea algo práctico y mejorable.
9) Gestalt: Diálogo, relación y vínculo…los tesoros del arca perdida jamás buscada.
No puedo pensar que los que hacemos psicoterapia no partamos de alguna teoría, hipótesis o conjunto de suposiciones explícitas o implícitas acerca de lo que vamos a entender por diálogo, encuentro, vínculo y relación. Si por naturaleza la psicoterapia es una situación social para “resolver” las dificultades de convivencia, inserción social, capacidad de disfrute, es fundamental que nos preguntemos por estos términos que yo creo los usamos a veces indistintamente, si es que los usamos. El arca rescató a las parejas de conceptos más importantes con fines de procreación teórica pero nadie la busca…ni nota su ausencia. Acúsome de ello.
10) Gestalt: cuerpo/palabra, un dialogo carnal
A veces me veo en la disyuntiva de elegir versiones verbales o versiones corporales para el ejercicio de la Terapia Gestalt. Aunque de inicio se habla que el organismo es una unidad en sí mismo (y con el contexto). A veces las preferencias de los autores llevan a divergencias importantes en la forma de intervención. No basta con “decir que cuerpo y mente son una sola cosa” hay que explicitar cómo pensamos esta integración y cómo actuamos en consecuencia. Todavía estamos impregnados en la práctica del pensamiento cartesiano. Tendemos no sólo a separar sino a oponer elementos que coexisten en una misma dinámica experiencial: movimientos y palabras. A veces observo cómo ciertos autores se centran más en el aspecto verbal de la psicoterapia y esto los lleva a un tipo de trabajo más dialogal, mientras que otros asumen una preferencia por los procesos corporales. Lo que se me ocurre es que nos avoquemos al diálogo carnal en cuyas manifestaciones están las palabras y los movimientos.
¿Quién tenderá los puentes?
Por fortuna, somos muchos y diversos los que ostentamos el apellido Gestalt. Hasta dónde nos lo merecemos, qué tanto hacemos Gestalt sin mezclas dudosas, cuáles son los criterios para decir que un terapeuta es Gestáltico o no…En fin, en el siglo XXI mi pregunta de arranque es ¿Qué significa ser un terapeuta Gestalt? ¿El que habla del aquí y el ahora, responsabiliza a la gente de su vida y aplica experimentos para ayudarlo a fluir en el contacto? Puede ser, sin embargo, además de eso, los gestaltistas hacemos otras cosas y las ponemos en la misma bandeja…¿Ajuste creativo? Puede ser. Pero no deja de inquietarme la sospechosa cercanía entre psicoanálisis intersubjetivo, terapia existencial, terapia sistémico relacional, por no hablar de disciplinas como el Eneagrama y Constelaciones Familiares que son ejercidos por los mismos gestaltistas, no obstante las diferencias epistemológicas de fondo que muestran. No estoy en contra del mutuo enriquecimiento de los enfoques, más bien acepto que hay que explicitar los puentes por los que se puede transitar de uno a otro sin incurrir en contradicciones serias y ello significa hacer teoría…rebelarnos a la aversión (e incapacidad) que el “Padre” Perls sentía por ella.