Ciencia, religión y consciencia
En busca de un lenguaje único
La idea básica de este artículo es proponer que el enfrentamiento y la disparidad entre religiones y creencias se puede superar por un lado mediante el concurso de un lenguaje que, como el de la ciencia, unifique el conocimiento de la realidad y por el otro con el desarrollo de una consciencia como un estado del ser que trascienda las fijaciones egoicas –personales, culturales, religiosas y científicas– y se dirija a una interpretación global (del “todo”) o significado complejo de la realidad.
Un aspecto fundamental de este artículo es que en él se trata de que olvidemos el significado antropocéntrico de los términos que empleamos en la realidad humana (la ‘consciencia’, el ‘yo’) y redefinirlos (y, si el caso llega, rebautizarlos) para que tengan un significado homólogo en toda la realidad. Es decir, explorar qué posible concepción o mecanismo subyace en toda la realidad (material-y-mental) que pueda darnos la misma repuesta en la materia, la vida y la consciencia.
No se trata de buscar un mecanismo reductor que nos diga cómo es la realidad desde la materia, o desde la mente (información, ‘Dios’, consciencia…). La cuestión es examinar y tantear un lenguaje sistémico que nos diga cómo se estructura toda la realidad mente-materia. Y quizá ha llegado, por otra parte, la hora de que las humanidades presten a las ciencias ciertos conceptos y experiencias que a éstas no les resultan naturales ni esenciales.
El lenguaje único
El desarrollo de la ciencia, del lenguaje científico, tiene, por encima del conocimiento de la realidad física y de la tecnología inherente a ella, el hecho de la unificación en la comprensión de la realidad. El hecho de desarrollar un lenguaje único para conocer cómo es y se manifiesta la realidad es el gran logro de la ciencia. Ese conocimiento de la realidad y sus derivados tecnológicos son sólo sus consecuencias, secundarias, por muy importantes que éstas sean.
Empezaré por anotar que, desde mi punto de vista, la cuestión principal de la búsqueda de un entendimiento ciencia-religión es considerar al lenguaje científico precisamente como eso, como un ‘lenguaje’; un lenguaje que nos describe la realidad material. ¿Y cuál es la importancia del lenguaje de la ciencia? Significativamente el hecho de ser un lenguaje común con el que podemos entendernos los humanos en el terreno de la materia-energía.
¿Podríamos desarrollar un lenguaje común para las cuestiones humanas y espirituales? Yo estoy convencido de que sí. Se trata de trasladar el entendimiento común en el polo materia-energía al opuesto información-forma[1]. Algo posible porque toda polaridad establece un campo en el cual ambos polos contribuyen a crear una realidad común y única. Una realidad que trascienda la ‘subjetividad’ que tanto materia-energía como información-forma constituyen al concretarse en un ente único, ya sea material o conceptual (Tendencias21[2]).
A lo largo de la historia las concepciones sobre la materia se han unificado gracias al desarrollo de un lenguaje común. Antes todas las manifestaciones de la naturaleza se interpretaban como expresiones de diversos dioses según cada cultura. Ahora un lenguaje común da cuenta de todas ellas. Estoy convencido que con el espíritu (la consciencia, la mente, la religión…) pasará lo mismo, llegará un momento en que todas las manifestaciones del mismo se describan con un lenguaje común.
Para llegar a ello es necesario desarrollar una experiencia y teoría trans-objetiva de la naturaleza, tanto del fenómeno humano y espiritual como del material. Repito, una teoría que explique con una misma definición, con una misma descripción, con una misma estructura (Bertalanffy, 1968, teoría de sistemas)… los fenómenos materiales y los conceptuales y espirituales sin reducirlos bien a la materia por un lado o bien al espíritu-información por el otro.
Una experiencia trans-objetiva que defino como una experiencia que es a la vez objetiva y subjetiva. Como dice Dokushó Villalba (2013) una experiencia o comprensión trans-racional de la realidad (Tendencias21).
La comprensión de la paradoja
Para ello hay que ejercitarse en la comprensión de la manifestación de la paradoja (del self, del campo…), no sólo como un proceso de desarrollo de la espiritualidad y la consciencia, sino también como una meta necesaria del conocimiento científico. La comprensión de la paradoja en el terreno de la psicología y la consciencia puede ser uno de esos conceptos que las humanidades prestemos a la ciencia material.
La paradoja cuántica será más comprensible si entendemos que la realidad toda es una paradoja entrelazada. La paradoja es, pues, la naturaleza de la complejidad, la comprensión de la cual es tan antigua, al menos, como la del yin y yang chinos. Como dice Keeney (1983) citando a von Foerster: “Las paradojas autorreferenciales podían ser los ladrillos conceptuales con los cuales construir una cosmovisión alternativa.” (pág. 45).
No es el conocimiento, como dice Wilber (1996, p. 11), sino la comprensión de la naturaleza última de la realidad lo que nos dará una verdadera Teoría de todo (A Theory of Everything). Para comprender la realidad no es necesario ‘conocerla’ toda, sino penetrar en la naturaleza profunda y única para toda ella. La visión de Wilber sigue siendo en muchos aspectos una visión cartesiano-kantiana (Ferrer, 2002). Yo no soy un erudito, cosa que admiro tanto en Wilber como en Ferrer, así como en otros muchos; pero sí creo que comprender que la naturaleza profunda de la realidad implica algo más (y algo menos[3]) que un conocimiento enciclopédico de la misma.
Subjetivo y objetivo
Uno de los escollos teóricos con que tropezamos a la hora de definir como científica la realidad humana es la experiencia que denominamos subjetiva. En primer lugar, para describir este término, partimos de la definición dualista de objeto y sujeto, calificándolos como entes diferentes y enfrentados (Fox Keller, 1985). Pero esa misma calificación es subjetiva, es una calificación humana. Una decisión epistemológica tomada para comprender la realidad en la fase de desarrollo racional de la consciencia.
La cuestión está vinculada al yo humano individual y cultural. La realidad está estructurada en holones[4] (gestaltes) que configuran totalidades cada vez más incluyentes. El yo es un holón en ese desarrollo estructural. El yo no es la totalidad de la existencia. No puede por lo tanto comprender la totalidad, cualquier totalidad mayor que lo incluya.
Como producto del yo la ciencia clásica no puede comprender la totalidad y cualquier totalidad que traspase sus límites (léase tanto la física cuántica como la consciencia trans-objetiva o espiritual) la rebasa. Así la ciencia es una parte de un todo mayor. Como parte de un todo mayor es una herramienta para comprender un aspecto de la realidad, su aspecto racional. Pero será un holón que incluya a la ciencia (una gestalt más abarcadora) el que le tenga que decir a la ciencia lo que es una realidad que la abarca.
Una de las características principales, quizá la más importante, del término subjetivo es ser particular, mientras que la del término objetivo es ser general. Si en vez de fijarnos en la dualidad sujeto-objeto lo hacemos en la de particular-general podemos definir lo subjetivo como lo particular y lo objetivo como lo general. Definición ésta que no se contrapone a las que se derivan de la dualidad sujeto-objeto. Lo subjetivo es, entonces, lo particular en tanto en cuanto es la percepción de un solo sujeto. Lo objetivo es general en la misma manera en que es la percepción de la generalidad de los sujetos más allá de idiosincrasias individuales y culturales.
En este sentido tan particular es una partícula, un trozo de materia o una galaxia como el yo humano que define ‘su’ realidad particular. Así podemos hablar de un ‘yo cuántico’ como hablamos de un ‘yo humano’. Es decir, cada fragmento de materia es una realidad particular de la misma, como cada interpretación del mundo y de sí mismo es una realidad particular para un yo humano. Así en la manifestación de la materia hay una función homóloga (Teoría de sistemas) a la del yo humano en la información.
Para mayor entendimiento podemos añadir que hay una realidad universal única en el terreno de la materia-energía de la que surgen todas las realidades particulares de la misma; es decir, partículas, átomos, planetas, galaxias… De la misma forma hay una realidad única (fase trans-racional de Dokushó Villalba) de la que surgen las diferentes interpretaciones particulares del yo humano.
Polaridad materia y mente
A partir de aquí podemos enfocar la realidad desde una perspectiva global y no sólo desde la perspectiva humana. En la polaridad energía-materia/información-forma existe un estado, lugar u origen que contiene y representa toda la realidad, ya se llame big-bang para la materia o ‘Dios’ para la información. Ambos son conceptos que intentan describir y denominar la realidad total ya sea material, conceptual o espiritual.
La cuestión es que si materia y mente son una polaridad (Peat, 1987; Zohar, 1990; Laszlo, 1993; Bohm, 1975…) no pueden por lo tanto ser separadas. Así una ciencia trans-racional tiene que describirnos una realidad objetiva de la consciencia que sea aceptada por todos. Será, en realidad, transobjetiva, pero todos estaremos de acuerdo en el aspecto objetivo de la misma. Y como en una ciencia transobjetiva (paradójica) la separación sujeto-objeto carece de lugar, será entonces ‘ciencia’, con todo lo que ese concepto implica en cuanto a lenguaje único y consensuado.
La clave está en encontrar ese lenguaje único. Por ejemplo, sin que ésta sea necesariamente la solución, ver qué mecanismo subyace a la respuesta de la materia a una perturbación o estímulo exterior y qué respuesta hay en la vida y en la consciencia a la misma situación de un estímulo externo. Sin que esto implique que las situaciones y las respuestas tengan que ser medidas por el mismo rasero, pero sí encontrar lo que hay de común en ellas. Para ello lo primero que tenemos que hacer es salir de nuestro marco antropocéntrico y ver más allá de lo específicamente humano. Lo humano es sólo un aspecto parcial de la totalidad.
¿Por qué surge la consciencia?
Y ¿por qué surge la vida? Y si a eso vamos y si nos salimos del marco antropocéntrico podemos preguntarnos: ¿por qué surge la materia? ¿Qué hay en la energía del big bang o en la onda y vacío cuánticos que sugiera la formación de materia? ¿Qué hay en la materia muerta que sugiera la formación de vida? ¿Qué hay en la vida que sugiera la formación de consciencia?
Son todas preguntas legítimas en los subsecuentes grados de evolución de la realidad. Es decir si tomamos una perspectiva no antropocéntrica, tan misterioso es el surgimiento de la consciencia, como el de la materia y la vida.
La unidad y la dualidad
En particular, el surgimiento de la consciencia en el ser humano se debe al desarrollo de la consciencia de la dualidad. La primera consciencia es una consciencia de lo separado, de lo distinto, de lo diferente, de lo singular. Eso separado del resto soy “yo”. Es una división epistemológica que hace la vida para adquirir conocimiento de la realidad.
Siguiendo esta estructura de la realidad cabe preguntarse si un cierto grado de ‘consciencia’ –llamémosla “singularidad” para diferenciarla de la consciencia puramente humana– no existe en toda la realidad (teoría de sistemas). Es decir, la singularidad que, sin dudar, existe en toda la materia y la vida ocuparía el mismo lugar en la estructura de sistemas que la consciencia humana de la propia singularidad.
Así respondiendo a las preguntas de más arriba el surgimiento de la materia y la vida sería la aparición de singularidades emergentes en la evolución del universo. Como la consciencia es la aparición de una singularidad emergente en la evolución de la vida.
De lo que se trata es de encontrar un mecanismo y significado que pueda aplicarse tanto a la materia como a la vida y la la mente; que trascienda las divisiones artificiales entre materia, vida y mente a las que se inclina nuestra división epistemológica de la realidad.
No se trata de entrar en la discusión de si la materia ‘tiene’ consciencia o el germen de la consciencia (José Luis San Miguel, 2014). Al hablar de ‘consciencia’ nos obnubilamos con su significado antropocéntrico y, quizá sin darnos cuenta, queremos atribuir a la materia algo que se refiere a la particularidad humana. Con ello contaminamos de significado la discusión sobre el sentido que tiene hablar de la ‘consciencia de la materia’. Es lo mismo que discutir si la materia ‘tiene’ vida o el germen de la misma.
Propongo, pues, salir de nuestro ombligo antropocéntrico y mirar la realidad más allá de lo humano; es decir, más allá de la división y enfrentamiento entre la mente y la materia. ¿Podemos encontrar así un mecanismo que dé cuenta del proceso de evolución y cambio tanto de la mente como de la materia? Ese mecanismo nos lleva a la geometría y la matemática (D’Arcy Thompson (1961-2000), Espiral Evolutiva).
Así pues ¿qué es lo que tienen de común la aparición de la materia, la vida y la consciencia? Podemos pensar que lo que se da de común en todos estos casos es que aparece una singularidad. Esta singularidad aparece como la adicción de otras singularidades menores y parciales o polares que pasan a formar parte de la unidad emergente. Así llegamos al mecanismo matemático-geométrico configurado por la dualidad y la unidad. Este ‘mecanismo’ se encuentra presente tanto en la partícula o manifestación más ínfima de la materia como en la consciencia más desarrollada: la consciencia no-dual.
Singularidades y dualidades
Toda la realidad (material, vital, consciente) está configurada por la aparición y alternancia de singularidades y dualidades. La nueva singularidad se forma por la aportación de otras singularidades que se suman (por ejemplo en la gestación de nueva vida, en la formación de átomos, moléculas… en el surgimiento de fuerzas como la electricidad y el magnetismo).
La realidad es dual y unitaria (Teoría UDO). Así, como digo en El yo es un concepto con fecha de caducidad: “…la dinámica dual es la que aporta la energía –creativa– que permite el fenómeno emergente, y no una alternativa entre posturas racionales opuestas: emergentismo-dualismo.” Y ése podría ser el mecanismo subyacente básico (al modo yin y yang) en la construcción de toda la realidad: material, vital y consciente.
La singularidad al ser un producto creativo a lo largo de toda la realidad siempre aporta una novedad emergente, una particularidad única. El surgimiento de la consciencia es, pues, un proceso de singularización en el desarrollo de las especies. Y la consciencia surge, asimismo, como una singularidad emergente en cada individuo. Podemos entonces entender que el cambio, la evolución, los nuevos desarrollos…, van de la mano de ese proceso de singularización.
Como vimos más arriba, lo ‘subjetivo’ es lo particular, lo singular, y está relacionado, según vemos, con el surgimiento de lo único como nuevo. Así el mecanismo que subyace a la aparición de la consciencia como rasgo emergente no sería diferente al surgimiento de cualquier mutación en un ser vivo o a la aparición de un nuevo átomo o molécula más complejos según va desarrollándose la vida y la materia.
El hecho es que este surgimiento de la consciencia es importante y diferente al de una mutación común, pero eso no lo hace –desde una perspectiva no antropocéntrica– más significativo que la aparición de la propia materia y de la vida. Estamos, entonces, hablando de un mismo mecanismo subyacente que construye toda la realidad. Así cabría concluir que cuando la evolución de la realidad se hace más compleja aparecen (emergen) ‘propiedades’ nuevas en la misma, sean éstas materia, vida o consciencia.
En definitiva
Si aplicamos todo lo dicho a la cuestión de la religión y el espíritu queda claro que el desarrollo de un ‘lenguaje común’ está ahora en el terreno de la consciencia. En el desarrollo de la humanidad y del conocimiento el lenguaje común sobre la materia tiene que pasar a serlo ahora de la consciencia (y con ella de la religión y el espíritu).
Quizá haya que desarrollar un lenguaje común de la consciencia antes de aspirar al último lenguaje común materia-mente, materia-consciencia, ciencia-religión. No lo sé. Quizá un desarrollo del lenguaje común de la consciencia no se pueda hacer sin un paralelo desarrollo de un lenguaje unitario mente-materia o ciencia-espíritu-religión.
En cualquier caso queda claro de que estamos hablando de un nivel de realidad que es un holón (una gestalt) que abarca las distintas manifestaciones que aparecen enfrentadas en la realidad polar mente-materia. En definitiva se trata de buscar elementos que nos puedan describir al mismo tiempo materia y consciencia. No se trata de confundir, por ejemplo, lo químico con lo físico o lo psíquico, sino de buscar los mecanismos comunes que subyacen en sus estructuras (matemáticos, geométricos, operativos, algorítmicos…, leyes, formulaciones…). Es decir, unificar el conocimiento, unificar la realidad. Lo que no se contrapone ni implica rechazar la experiencia subjetiva, personal, singular, de la unidad: experiencia cumbre, oceánica o mística, nirvana, satori, gracia de dios...
A pesar de que muchos científicos puedan poner el grito en el cielo, la experiencia personal de la unidad cuerpo-mente[5] (materia-mente en definitiva) puede ser un camino tan bueno como el de la ciencia para conocer esa unidad de la que estoy hablando. Como he dicho en muchas ocasiones la unidad mente-materia y el conocimiento de la unidad paradojal no será real sino se experimenta al mismo tiempo en la realidad exterior y en la interior.
No se trata por lo tanto de discutir si la materia tiene consciencia o no, o de si existe la realidad. Todas esas son cuestiones que pertenecen al estilo de razonamiento racional, mental; es decir, de un nivel (holón) menos total de la realidad, a una parte del todo. Es un pensamiento racional limitado precisamente por su racionalidad. El pensamiento transracional sigue siendo racional, pues incluye la racionalidad en su mirada más total; pero puede explicar cuestiones a las que la racionalidad no alcanza, precisamente por su limitación racional (lineal).
El asunto queda, entonces, en el terreno de que las distintas descripciones acerca de la realidad: material, consciente, religiosa y espiritual o trascendente, no son sino descripciones particulares de un fenómeno común. Podemos llegar a una descripción general, objetiva en la medida aquí descrita, del fenómeno si no lo hacemos exclusivo del ser humano (antropocentrismo), si lo hacemos extensible a toda la realidad materia-mente (materia-información).
En esa misma medida la descripción será científica; es decir, en el sentido de que habrá un lenguaje común con el que nos podamos entender.
En eso consiste el lenguaje común acerca del fenómeno religioso. Como los otros dos centros emocionales humanos[6] es susceptible de se tratado con un lenguaje objetivo. Para ello hay que trascender el ego antropocéntrico y llegar a la experiencia común de que todo lo que pensamos y sentimos acerca de la realidad es un aspecto parcial de la misma. Se trata en última instancia de una evolución del ser humano. No distinta de la que ya se ha producido en el pasado cuando los fenómenos de la naturaleza pudieron ser explicados por un lenguaje común (el de la ciencia) y dejaron de ser atribuidos a diferentes dioses y espíritus de la naturaleza.
Lo que tenemos que entender, pues, es que hay un lenguaje particular, relativo, yoico… que nos describe un aspecto parcial de la realidad y por lo tanto ‘subjetivo’. Pero esa misma realidad puede ser descrita por un lenguaje objetivo. Y el resultado final será un lenguaje objetivo-subjetivo que transcenderá tanto las limitaciones del lenguaje objetivo como las del subjetivo.
Hacia donde apunta este desarrollo
El desarrollo del conocimiento objetivo es el nuevo lenguaje de la realidad. Un lenguaje que, a diferencia de otros anteriores unifica el pensamiento de la humanidad. Kuhn (1962) nos cuenta cómo ese proceso ha tenido lugar a lo largo de la historia, Cómo en un momento dado ha habido enfrentamiento entre diversas concepciones y como al final se ha ido imponiendo la mejor descripción de la realidad. La concepción que ha logrado el consenso global.
Estamos en un momento en el que ese consenso se quiere conseguir a través de distintos procesos tanto materiales (neurológicos por ejemplo) como filosóficos y religiosos. La ciencia objetiva cartesiana tiene su camino muy claro, no vamos a cuestionar ni incidir en sus desarrollos. Ahí no hay conflicto. La cuestión es si en el terreno de la consciencia nos vamos a poner a su altura (en el sentido de ser un lenguaje único), si vamos a comprender que la naturaleza de la realidad se puede objetivar más allá de las distintas concepciones subjetivas, tanto racionales como religiosas, sobre la misma.
No sé cuántas décadas o siglos podrán transcurrir antes de que estas nuevas concepciones de la realidad se hagan comúnmente presentes. Si nos fijamos en el tiempo en que han tardado otros paradigmas en lograrlo sabemos que pueden transcurrir siglos. Si lo hacemos en un cambio de civilización como la que tuvo lugar con el paradigma cristiano respecto al romano, común en otras culturas de su tiempo y anteriores, pueden transcurrir milenios. Lo que no me cabe duda es que si la humanidad tiene que pervivir tendrá que abrirse a estas nuevas concepciones de la realidad. Sobre todo a una concepción que abarque la realidad toda y no sólo su aspecto ‘racional’ y material.
No pretendo con esto dar la solución al ‘problema’ de la consciencia, sólo apuntar un posible camino que abra nuevas perspectivas sobre el asunto. La tarea que he emprendido en este artículo es ardua y difícil de explicar, y no creo haber llegado a una formulación clara de mis conclusiones, por muy evidentes que estas aparezcan en mi mente-sentimiento (). Termino con la sensación de que quedan respuestas sin responder. Pero volveré con la cuestión si en algún momento una idea nueva me parece más útil para profundizar en el asunto y llevarlo, al mismo tiempo, a una visión cotidiana y práctica de la realidad, que es donde las cosas se asientan.
Bibliografía
Bertalanffy, (1968, ec. 1979): Perspectivas en la teoría general de sistemas. Ed. Alianza. Madrid.
Bohm, David. (1987, ec. 1998). La totalidad y el orden implicado. Ed. Kairós. Barcelona.
Fox Keller, E. (1985, ec. 1991). Reflexiones sobre género y ciencia. Ed. Alfons el Magnanim. Valencia.
Keeney, Bradford. P. (1983, ec. 1994). Estética del cambio. Ed. Paidós. Barcelona.
Kuhn, Thomas. S. (1962, tr. 1971). La estructura de las revoluciones científicas. Ed. Fondo de Cultura Económica
Laszlo, Ervin. (1993, ec. 1997). El cosmos creativo. Ed. Kairós. Barcelona.
Peat, David. (1987, ec. 1988). Sincronicidad: puente entre mente y materia. Ed. Kairós. Barcelona.
Wilber, Ken. (1996, ec. 2000). Una teoría de todo. Ed. Kairós. Barcelona.
San Miguel, José Luis. (2014). La rebelión de la consciencia. Ed. Kairós. Barcelona.
Thompson, D’Arcy. (1961-2000, ec. 2003). Sobre el crecimiento y la forma. Ed. de John Tyler Bonner. Cambridge University Press. Madrid.
Villalba, Dokushó. (2013). https://www.tendencias21.net/La-vision-mitica-y-la-racional-se-reconcilian-en-el-siglo-XXI_a28319.html
Wilber, Ken. (1996, ec. 2000). Una teoría de todo. Ed. Kairós. Barcelona.
Zohar, Danah. (1990, ec. 1990). La conciencia cuántica. Ed. Plaza y Janés & Muy Interesante. Barcelona.
NOTAS
[1] Considero que la realidad está formada por la polaridad energía-materia/información-forma. Esto lo menciono en varios artículos, por ejemplo en: El Yo es un concepto con fecha de caducidad y en: http://gestaltnet.net/documentos/el-‘yo-cuántico’-y-el-yo-humano
[2] En este artículo se describe lo subjetivo como lo particular. Así tan particular es una descripción de la realidad por un sujeto (polo información-forma) como la formación de una materia concreta en el universo macroscópico o microscópico (polo energía-materia). Ver más adelante, en el apartado “Subjetivo y objetivo”.
[3] Y algo menos también, pues un conocimiento enciclopédico puede ir en detrimento, aunque no siempre, de una comprensión profunda de la misma.
[4] “…todo lo que puede identificarse es a la vez parte de algo y a la vez está conformado por partes” Wikipedia.
[5] Experiencia que tiene lugar en el curso de la formación o la terapia gestalt y de muchas otras psicologías que propugnan la unidad cuerpo-mente.
[6] Los tres centros emocionales del ser humano son: lo materno-familiar, lo yoico-sexual y lo espiritual-trascendente (Espiral Evolutiva).
Imagen cedida por: Israel Guiot