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Reflexiones sobre la teoría de campo

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Reflexiones sobre la teoría de campo

20 Mayo 2013
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<p>The British Gestalt Journal, 1991.</p>

Comentario: lo que sigue es una versión impresa de una conferencia plenaria dada en la Cuarta Conferencia Británica de Gestalt en Nottingham, en julio de 1990. En ella presento las características básicas y la historia de la teoría de campo y sugiero que ésta proporciona un fundamento para la teoría y práctica de la terapia Gestalt. Exploro cinco principios básicos de la teoría de campo. Después argumento que los modelos del conocimiento y del conocer considerados desde la teoría de campo forman parte de la epistemología emergente que caracteriza muchas de las nuevas áreas de búsqueda, por ejemplo, la medicina holística y la ecología. En la segunda parte de la conferencia aplico el pensamiento de la teoría de campo al debate sobre el Self en terapia Gestalt y a los efectos mutuos de una sobre otra cuando dos (o más) personas se relacionan. Me centro en algunas nuevas formas de pensar sobre el campo psicoterapéutico de terapeuta y paciente y finalizo hablando sobre la importancia de la presencia.

Introducción

     Ken Evans, el organizador de esta conferencia, me invitó a hablar sobre la teoría de campo, y estoy contento de haber tenido la oportunidad de revisar este área. Como Gary Yontef ha dicho, la teoría de campo es “el aspecto de la Terapia Gestalt  menos discutido adecuadamente y su ignorancia distorsiona seriamente la comprensión conceptual  básica

      Mis intenciones hoy son, en primer lugar, presentar los principios de la teoría de campo como yo los entiendo desde el punto de vista de un terapeuta Gestalt. En segundo lugar, quiero sugerir que pensar en la teoría de campo puede ser un aliado del movimiento global del pensamiento que está teniendo lugar hoy, como se refleja, por ejemplo, en la ecología, la medicina holística, y muchos otros enfoques alternativos que han reaccionado contra los supuestos predominantes  de la ciencia convencional. En tercer lugar, elaboraré el pensamiento de la teoría de campo como se aplica a una unidad social simple: el sistema de dos personas y, específicamente, la relación entre terapeuta y paciente.

 

“Mapas” gestálticos

   Todos sabemos que “el mapa no es el territorio” y en el trabajo gestáltico generalmente hay varios mapas aplicables a los que nos podemos referir para dar sentido a lo que nos encontramos en el territorio. Enfrentados, digamos, con los  esfuerzos de una mujer joven  para aclarar su experiencia, o  para  librarse de nudos de una confusión pasada, hay formas alternativas de caracterizar o dar de sentido a su experiencia y al encuentro. Así, podemos estar pensando en términos del equilibrio entre, por un lado, el apoyo y, por el otro, el reto o contacto. [N. de los T.: el término con el que más frecuentemente se ha traducido al castellano el opuesto a apoyo es confrontación y frustración. Aquí Malcolm Parlett no utiliza ninguno de éstos términos sino “challenge”  que parece mejor traducido como reto.] Éste era el mapa favorito de Laura Perls.

       Un mapa alternativo, el ciclo gestáltico de la experiencia , fue desarrollado originalmente en el Instituto Gestalt de Cleveland (p. ej. Zinker 1977) y ha sido ampliado  recientemente por Petruska Clarkson (1989) en su útil y bienvenido libro nuevo. El mapa utilizado aquí daría sentido al territorio describiendo lo que ocurre en la experiencia de la mujer como una secuencia de pasos en la auto-regulación organísmica, como una gestalt que se despliega en el tiempo.

       Hay muchos mapas así en terapia Gestalt, y como abstracciones todos son potencialmente útiles. Y también pueden atraparnos, si los usamos de forma demasiado exclusiva o sin referencia a otros. (Y desde luego hay variación respecto a cuáles utilizamos en momentos distintos. Por ejemplo, me he dado cuenta de que en mi trabajo durante las semanas previas a esta conferencia he tendido a llevar a mis encuentros terapéuticos puntos de vista que se derivan de la teoría de campo).

         Al hablar sobre teoría de campo estoy llamando vuestra atención no hacia un mapa específico sino hacia la sección completa del atlas. Se puede argumentar que esta sección incluye todos los mapas que se refieren a cómo el organismo se relaciona con el entorno, de manera que el ciclo de necesidades, la autorregulación organísmica, y la frontera-contacto y sus  perturbaciones podrían todas ser representados en términos de teoría de campo. Sin embargo, aquí el foco va a ser  solamente en llamar vuestra atención sobre qué es la teoría de campo y en explorar un área específica de aplicación. Mi esperanza es que reconozcáis que la teoría de campo no es simplemente una abstracción, un conjunto de ideas que existe en los libros y en las mentes de unos pocos teóricos, sino que es la base de un modo de percibir, y de conocer y de entender que puede ser asimilada, como lo fue, en nuestra visión y nuestras sensibilidades como terapeutas gestálticos cuando trabajamos. 

 

Holismo, Contexto y la “Situación Total”

      Los mapas de la teoría de campo dibujan bien el territorio de los seres humanos en sus contextos, es decir, de gente en relación, en comunidad. La esencia de la teoría de campo es que una perspectiva holística hacia la persona se amplía para incluir el entorno, el mundo social, las organizaciones, la cultura. Cuanto más asiduamente podamos navegar con los diversos mapas de la teoría de campo, más probable será que podamos realmente percibir y reconocer la indivisibilidad de las personas con su entorno y situaciones de vida.

     “La teoría de campo no puede fácilmente ser llamada una teoría en el sentido usual” (Lewin 1952, p. 45). Más bien es un conjunto de principios, una mirada, un método y una forma completa de pensar que tiene que ver con la íntima interconectividad que hay entre los acontecimientos y los marcos o situaciones en las que éstos tienen lugar. Por lo tanto recordad que “teoría” en este caso tiene un significado amplio, denotando una mirada teórica general o forma de apreciar la realidad.

      La idea de “el campo” viene de la de campo eléctrico o magnético, originalmente en sí misma una metáfora. Lo que ocurría a algo colocado en este campo de fuerza es una función de las propiedades globales del campo tomado como una totalidad dinámicamente interactiva. El campo como una totalidad es también cambiado como resultado de la inclusión de algo nuevo.

      Los primeros psicólogos de la Gestalt adoptaron esta metáfora de la Física, interesados como estaban tanto por la fenomenología de la percepción como por intentar ser científicamente respetables en una época en la que había una intensa presión académica para serlo. Desarrollaron la metáfora del campo eléctrico para explicar por ejemplo, su “Ley de Pregnancia”; ésta se refiere a la experiencia que se da cuando, al mirar algo que es, aparentemente, sin sentido y al azar (p. ej. manchas de color), se transforma repentinamente en una forma reconocible y significativa (p. ej., un dibujo de una cara). El efecto de encajar en el sitio vino a ser explicado como una corrección de un desequilibrio en el campo  perceptivo; “un agrupamiento de ciertas fuerzas... operan en un período dado y solo cesan de transformarlo cuando la forma se vuelve estable (Hartman, 1935, p. 418). O, dicho de otra forma, cuando la gestalt se completa, es decir, se vuelve una gestalt bien formada, fuerte, el campo se equilibra.

      Mientras que la teoría de campo es discutida en los escritos de los primeros psicólogos de la Gestalt,  especialmente Kohler (1969), su más famoso exponente fue Kurt Lewin, un profesor judío-alemán refugiado en Norteamérica, cuya contribución a la psicología, según algunos dicen, rivaliza con la de Freud en su impacto a largo plazo en la psicología del siglo XX (Marrow, 1969). Asociados con su nombre están no solamente la teoría de campo, sino también la investigación-acción, la dinámica de grupos y los grupos de entrenamiento en sensibilidad. Es considerado el fundador de la moderna psicología social y una influencia importante en la formación de directivos y el desarrollo organizacional (Weisbord, 1987). Mucha gente identifica a Lewin como un psicólogo de la Gestalt, aunque, como Kurt Goldstein, él nunca se describió a sí mismo como tal, a pesar de haber trabajado de joven con Wertheimer, Kohler y Koffka.

       El pensamiento de Lewin ha sido extensamente infravalorado en la terapia Gestalt. Una de sus más famosas citas es “No hay nada tan práctico como una buena teoría”, que yo creo que es lo que es la teoría de campo: una buena teoría que, una vez entendida, nos proporciona un lenguaje conceptual muy adecuado para toda la práctica de la terapia Gestalt.

      El  sello distintivo esencial  de la teoría de campo, en palabras de Lewin, es que “hay que mirar la situación total” (Lewin, 1952, p. 288) más que ir paso a paso, o ítem tras ítem, o haciendo un análisis de variable tras variable. En lugar de reducir los fenómenos complejos interactivos separándolos en partes, el cuadro general o la situación total es apreciada como una totalidad, con sus aspectos total-ísticos reconocidos como tales. [N. de los T.: Aquí el autor hace un juego de palabras entre "whole" y "whole-istic" en el que enfatiza los aspectos que tienen las partes en relación al todo.] Hay una voluntad de tratar e investigar la naturaleza organizada, interconectada, interdependiente e interactiva de los complejos fenómenos humanos.

        Obviamente la teoría de campo no es la única teoría o perspectiva con esta clase de mensaje. Durante el mismo período, los años 30 y los 40, en los que Lewin estaba desarrollando sus ideas, la teoría general de sistemas estaba evolucionando también (von Bertalanffy, 1968). Ésta se ha convertido en un atlas formidable en sí misma, con muchas aplicaciones bien conocidas, por ejemplo en terapia de familia y en organizaciones. Intento rodear los complejos y a la vez oscuros argumentos que han tenido lugar en The Gestalt Journal (ver Latner, 1983, y los siguientes números) sobre si la teoría de campo o la teoría de sistemas son compatibles teóricamente, y sobre si ambas pueden ser igualmente válidas en la Terapia Gestalt. El hecho es que ambos enfoques proporcionan formas útiles de representar holísticamente los fenómenos complejos, esto es, no tratándolos aisladamente sino en sus contextos, situaciones, entornos. Cualquiera que sea el enfoque seguido, lo que es seguro es que un punto de vista de esta clase de amplitud es esencial para la teoría y práctica de la terapia Gestalt.

        Sin embargo, como entre dos conjuntos cualesquiera de mapas, hay diferencias en énfasis y en detalles, y como practicante gestálticos, mi propia preferencia, ciertamente, es el mapa de la teoría de campo más que uno basado en la teoría de sistemas, entre otras cosas porque este último enfoque ha sido más ampliamente sobresimplificado y mal aplicado, y hablando históricamente representa una importación más tardía en la teoría y práctica de la Gestalt.

 

Cinco Principios de la Teoría de Campo

        Hoy trato de remodelar la teoría de campo en la forma de cinco principios o proposiciones que caracterizan esta forma general de percibir y de pensar sobre el contexto, el holismo y el proceso, y que yace en el centro mismo de nuestro punto de vista y trabajo como terapeutas gestálticos.

        Antes de empezar me gustaría reconocer mi deuda no solo con Lewin y también con Kohler, sino también con Gregory Bateson (1979), y en el mundo de la Gestalt contemporánea a Gary Yontef (1984), y Carl Hodges (1990), quienes me han ayudado a captar mejor el punto de vista de la teoría de campo. Ellos están, por supuesto, absueltos de cualquier inadecuación en el presente informe. Los cinco principios son los siguientes:

  1. El principio de Organización
  2. El principio de Contemporaneidad
  3. El principio de Singularidad
  4. El principio de Proceso Cambiante
  5. El principio de Relevancia Posible.

 

 

(i) El principio de organización

El significado deriva al considerar la situación total, la totalidad de factores co-existentes. Lewin escribe:          

Que ocurra o no un cierto tipo de conducta depende no de la presencia o ausencia de un hecho o un número de hechos vistos aisladamente, sino de la constelación (estructura y fuerzas) de un campo específico como una totalidad. El “significado" de un solo hecho depende de su posición en el campo (Lewin, 1952 p. 150)

 

Todo está interconectado y el significado deriva de la situación total. Si, mientras hablo, una bomba explotara a doscientas o trescientas yardas de esta sala de conferencias, habría una importante perturbación del campo. Vosotros os levantaríais y yo pararía mi charla. Nos reorganizaríamos completamente. En este nuevo marco todo adquiriría un significado diferente. Esta habitación podría ser reorganizada en un hospital provisional, o en el centro de mando para los servicios de emergencia, o en una morgue. Las propiedades de las cosas están, en último extremo, definidas por sus contextos de uso. Podríamos encontrarnos con que tenemos que poner sillas juntas para formar “camas” provisionales para los heridos, con que las mesas podrían convertirse en camillas. El significado deriva de su contexto de uso en la “constelación del campo específico como una totalidad" (Lewin 1952, p 150). En otras palabras, más que pensar en términos de las propiedades duraderas de los objetos que están tomadas como constantes, sus características están definidas por una organización más amplia del significado general, que “enfatiza la interdependencia” (ibid. P. 149)

      Por supuesto, durante la mayor parte del tiempo, el campo, tal y como está estructurado ahora, permanece invariable: la sala de conferencias mantiene sus funciones cotidianas de sala de conferencias, repleta de las expectativas habituales sobre cómo se usa, sobre los muebles y sobre el espacio. Los campos, por tanto, difieren a lo largo de un continuo entre si su organización es familiar o novedosa. Por un lado, las funciones se pueden fijar en ladrillos y mortero y suposiciones arquitectónicas y, por otro lado, la estructura puede ser nuevamente revelada, improvisada con un propósito presente y transitorio. En cualquier caso, "estructura" y "función" no están rígidamente separadas, sino que ambas son intentos de expresar cualidades de la totalidad interrelacionada.

     Permitidme decir unas palabras sobre la aleatoriedad. Como terapeutas gestálticos sabemos que mucho de lo que puede parecer aleatorio o inconsecuente está, de hecho, organizado; es decir, tiene sentido en algún contexto del que podemos no ser conscientes en parte o completamente. Si observamos que hay una persona rascándose la rodilla, o dando golpecitos con el dedo, o dudando momentáneamente, a veces llevamos la atención a estos epifenómenos aparentemente triviales y pasajeros. Lo hacemos porque sabemos por nuestra experiencia que, muy a menudo, no son triviales en absoluto. En una exploración más concienzuda encontramos que son parte de un esquema mayor, quizá una situación inacabada en la cual se han retroflectado los impulsos. El significado del pequeño acontecimiento se revela conforme se aclara el contexto más amplio o la situación total. El comportamiento y la experiencia fenomenológica que son vistos como parte del campo total, o que son contextualizados, se perciben como organizados, como dotados de significado.

 

(ii) El principio de contemporaneidad

        Este principio apunta al hecho de que es la constelación de influencias en el campo presente la que “explica” la conducta presente. No se da ningún estatus causal especial específico a los acontecimientos del pasado que, en muchos sistemas, son planteados como “determinantes” de lo que está ocurriendo ahora. De la misma forma, a los acontecimientos futuros, planeados o fantaseados, no se les atribuye un estatus especial como “metas” o “incentivos”  para lo que se ve que está ocurriendo en el presente.

           Lewin señala que “el carácter de la situación en un momento dado” debe incluir el-pasado-como-es-recordado-ahora o el futuro-como-es-anticipado-ahora, que formarán parte del campo experiencial de la persona en el presente. Así, el individuo  no solo ve su situación presente, también tiene ciertas expectativas, deseos, miedos, ensoñaciones  respecto a su futuro (ibid. p. 53), y estas nociones, junto con sus conceptos sobre el pasado, constituyen parte de su realidad presente:

El pasado psicológico y el futuro psicológico son partes simultáneas  del campo psicológico en un momento dado. La perspectiva temporal está cambiando continuamente. De acuerdo con la teoría de campo, cualquier tipo de conducta depende del campo total, incluyendo la perspectiva temporal en ese momento, pero no, además, de cualquier campo pasado o futuro  y sus perspectivas temporales (Lewin, 1952, p. 54, la cursiva es mía)

      En resumen, no son los acontecimientos reales, pasados o futuros, los que nos preocupan, porque las condiciones reales del campo de estos otros momentos no estén presentes ahora.

      Podemos observar aquí que está implicada una concepción de la causalidad radicalmente diferente a la que  es más general en nuestra cultura y en otras variedades de psicoterapia. Como terapeutas gestálticos, con nuestro foco en la experiencia presente, no explicamos los fenómenos  haciendo referencia a “causas” pasadas o futuras.  En lugar de ello nos concentramos en “lo que es” más que en “lo que fue” o “en lo que será”, no porque queramos hacer caso omiso de la historia de una persona o de sus futuras intenciones, como por ejemplo, su pasado de abusos sexuales o sus planes para casarse, sino porque nuestra atención se dirige, en el caso del abuso, en primer lugar, a cómo es recordado o evitado o se le quita importancia o es magnificado ahora  y, con sus planes de boda, estamos interesados no tanto en los planes en sí mismos sino  en la  manera  global en la que forman parte de su realidad presente, o, utilizando otro término de Lewin, de su “espacio vital”.

       Llevando este ejemplo más allá, podemos ver en la terapia misma que lo que también forma parte del campo presente es la persona y la presencia de su terapeuta. El recordar o el anticipar (el abuso pasado y el futuro casamiento respectivamente) están  teniendo lugar, por lo tanto, en un contexto humano cotidiano donde habrá un mayor o menor grado de confianza en el terapeuta, mucho o poco apoyo ofrecido, y en el que el terapeuta puede tener claras o no las fronteras. Estas circunstancias  actuales son, inevitablemente, parte del campo presente, y a su vez afectarán a cómo el pasado o el futuro se recuerdan; así como su recuerdo presente, a su vez afecta a la situación total (quizás al futuro curso de la terapia) conforme va evolucionando posteriormente. La terapia Gestalt, como un enfoque fenomenológico,  examina por tanto los acontecimientos  reales presentes en la situación de terapia en sí misma.
 

 

(iii) El principio de singularidad

         Cada situación, y cada campo persona-situación, es único.  Por más que a muchos psicólogos les guste pretender otra cosa, que la conducta humana pueda ser asimilada en la ciencia normal y en “leyes” generalizadas aplicadas para explicar la conducta, nuestra experiencia conocida, directa y personal es otra cosa. Las circunstancias nunca son exactamente las mismas, y  diferentes personas tienen inevitablemente diferentes perspectivas o puntos de vista, incluso aunque parezca que están localizadas en el mismo tiempo y lugar. Todos nosotros escuchamos  juntos esta conferencia, pero nuestras experiencias fenomenológicas  reales son todas distintas. Como hemos observado tantas veces en grupos, lo que  destaca como interesante o relevante para las diferentes personas  es extremadamente variado, relativo a su fondo, a su necesidad presente, a las preocupaciones presentes que lo impregnan todo y a asuntos inconclusos antiguos.  Del mismo modo, cada persona que escucha (o que lee) lo que estoy diciendo estará haciendo distintas conexiones, absorbiendo ciertas cosas e ignorando o poniendo a un lado otras. Los significados serán construidos individualmente y las conclusiones que se extraigan no van a ser idénticas.

           Las generalizaciones son, por lo tanto, sospechosas. Implican un orden y una predictibilidad que a menudo no se mantienen cuando atendemos a “lo que es”. A menudo los recién llegados a la TG se sienten frustrados,  ya que quieren respuestas a cuestiones tales como “¿cómo trabajas en TG con la cliente que padece de anorexia ?" cuando uno les señala cuidadosamente que no hay un procedimiento general que se derive de una noción fija de anorexia; sino que en su lugar, el terapeuta atenderá a las circunstancias  individuales, al nivel de auto-apoyo de la cliente, al grado de consciencia inmediata,  [N. de los T.: Traducimos awareness por consciencia inmediata e implícita del campo presente o consciencia inmediata. Además siguiendo el planteamiento de Carmen Vázquez en la traducción de Terapia Gestalt, de Perls, Hefferline y Goodman, el término consciousness lo traduciremos por consciencia reflexiva cuando haya lugar.] al tiempo disponible, a la naturaleza de las resistencias, a la urgencia de la necesidad presente y a las formas en las que la persona interrumpe el contacto, por mencionar unos pocos de los muchos aspectos de la situación total presente que pueden influir en lo que el terapeuta va a atender.  El honrar la singularidad de cada grupo de circunstancias y de cada persona requiere, por consiguiente, tanto respetabilidad como voluntad de tolerar la ambigüedad y la falta de certeza. Las generalizaciones, que implican similitudes inherentes, pueden llevar a  estructuraciones de la realidad percibida prematuras o a priorísticas, que pueden fácilmente llevarnos, después, a encontrar en la situación presente lo que uno está buscando.

           No estoy queriendo decir que no haya continuidades, similitudes y consistencias en absoluto, ni que lo prudente sería evitar toda la masa de generalizaciones teóricas que  se relacionan con la psicoterapia. Sin embargo, si nuestra atención se concentra en ellas como pasa tan a menudo, en un intento de explicar o dar cuenta de algo en términos de cómodos parecidos, bajo leyes y verdades generales,  entonces la realidad de la situación presente puede no ser apreciada en toda su especificidad. Como Lewin nos recuerda, estamos siempre tratando con una “multitud de factores coexistentes e interdependientes”,  así como con “condiciones que influyen  en la conducta en una dirección o en otra” y necesitamos una mirada y un método que cubra “lo excepcional” y también el “caso habitual” (ibid., pp. 150-51).

 

(iv) El principio del proceso cambiante

     Este principio se refiere a que el campo sufre continuos cambios: “uno nunca se mete en el mismo río dos veces”. Mientras el principio de singularidad enfatiza la necesidad de perspectivas únicas para acontecimientos únicos, el principio del proceso cambiante se refiere al hecho de que la experiencia es provisional más que permanente. Nada es fijo ni estático de un modo absoluto.

       Incluso con el mismo individuo, el campo es nuevamente construido momento a momento; no podemos tener dos veces la misma experiencia. Como William James (1905) señaló: “Es obvio y palpable que nuestro estado de mente nunca es precisamente el mismo... cuando un hecho idéntico vuelve a ocurrir, debemos pensarlo de una manera nueva, verlo bajo un ángulo de alguna forma distinto, aprehenderlo en relaciones diferentes de ésas en las que apareció la última vez” (p. 156)

           “El momento oportuno lo es todo” es un axioma terapéutico en el trabajo gestáltico. Todos hemos experimentado ocasiones en las que una intervención específica hecha en un  momento determinado parece exactamente “adecuada” (como un juicio estético), es decir, es perceptivo, apropiado y útil para el cliente. Igualmente, todos hemos tenido ocasiones  en las que las intervenciones llegan un momento o dos demasiado tarde, cuando la experiencia del individuo o del grupo se ha movido y la intervención es, si es algo, una distracción, o bien cuando una intervención es un poco prematura y se le priva al cliente de hacer su propia conexión.

         Considerando un marco temporal más amplio de una relación en curso, existe la misma necesidad de permanecerse “actualizado”. La realidad se despliega de formas que nunca pueden ser predichas del todo, y lo que pensábamos que era conocido, con certidumbre,  puede ya no ser aplicable. Hay una inevitable e inherente falta de certeza sobre cómo la gente se adapta a nuevas circunstancias, se acomoda a los cambios en su situación y aprende nuevas formas para manejarse con los problemas en curso.

         La teoría de campo es,  por lo tanto, relativista. Si el campo es un flujo, si nuestras percepciones de la realidad están siendo recreadas continuamente, y la estabilidad y el equilibro del campo son restablecidos momento a momento, no hay, obviamente,  puntos de corte absolutos (p.ej., “aquí termina la percepción y empieza la proyección”)  ni dicotomías fijas de tipo "o esto o lo otro" (“o eres una persona asertiva o no”). Tienen lugar forzadas y rápidas distinciones como resultado de la conceptualización y de la clasificación,  por la  naturaleza del lenguaje,  y no a partir de la experiencia fenomenológica  en sí misma.

          De forma apropiada, los gestálticos son cautelosos con las categorías que efectivamente se convierten en etiquetas permanentes, y las descripciones que se vuelven definiciones fijas de una situación. Así, en lugar de dividir a la gente, digamos, en "retroflectadores" y "no-retroflectadores”, nosotros preferimos pensar el retroflectar como un proceso, y uno en el que todos entramos alguna vez, dadas ciertas circunstancias. Incluso alguien que retroflecta frecuentemente no siempre lo hace. Como Lewin (1952) puntualiza:

Un estado dado de una persona corresponde a una variedad de comportamientos y puede ser inferido solo a partir de una determinada combinación entre la  conducta explícita y  la situación.

            Vamos, por lo tanto, a ser cautos con la tendencia a sistematizar, hacer permanente y fijar en categorías y definiciones. Al mismo tiempo permitámonos también ser cautos en la creación de una gestalt fija o nueva dicotomía en la que nosotros  “nunca utilizamos categorías diagnósticas”.
 

 

(v) Principio de posible relevancia

     Este principio afirma que ninguna parte del campo total puede ser excluida de antemano como inherentemente irrelevante, por muy mundana, omnipresente o aparentemente tangencial que pueda parecer que es. Todo en el campo es parte de la organización total y es potencialmente significativo. Los terapeutas gestálticos están interesados en “lo obvio”, en volver a convertir en novedad lo que se ha vuelto invisible y automático, o está siendo dado por supuesto o considerado irrelevante.

          Así, en terapia, por ejemplo, un arraigada gesticulación, una forma de moverse, o un estilo de hablar pueden ser considerados, por la mayoría de la gente, incluido el cliente, como un aspecto personal “permanente”, una característica fija y, por tanto, dada, y como algo no relevante para el tema en cuestión. Por lo tanto, en terapia Gestalt y en la teoría de campo nada puede ser excluido a priori de la investigación.

           Si tomamos la analogía del mirar críticamente cuadros que han sido expuestos,  es como si el teórico del campo no  se sintiera satisfecho con mirar sólo los cuadros en sí mismos, sino que estuviera abierto, por lo menos, a la posibilidad de que el estilo de los marcos pueda jugar un papel importante en cómo se aprecian los cuadros, o que el contexto de la exposición como una totalidad proporciona un brillo especial a la naturaleza de las pinturas.

           Esta apertura a cualquier cosa en el campo no es una llamada a una inclusión exhaustiva en la que todas y cada una de las influencias que contribuyen a la realidad de una persona o de un grupo tenga que ser incluida. No solo sería un ejercicio imposible y nos llevaría a una concepción estática del campo, sino que además sería innecesario. El campo está organizado y lo que es más relevante o que presiona se descubre con facilidad en el presente. En lugar de documentar exhaustivamente lo que hay en el campo, se atiende a lo que es momentánea o persistentemente relevante o interesante, y esto va a mostrar cómo se organiza el campo en ese momento. La clave es, sin embargo, que la gama de lo posiblemente relevante no esté restringida sólo a algunas partes del campo total.

           Por ejemplo, si una médico especialista le da a un paciente una explicación de su enfermedad,  esta especialista puede imaginarse que lo relevante para el paciente es cómo de clara ha sido ella al darle la información. Aunque supongamos que lo que realmente es más relevante (es decir, la preocupación presente) sea el grado de interés personal y calidez (o falta de ella) con los que la doctora se comunica en el proceso de dar la información; esto puede ser lo que está realmente organizando el campo para el paciente, no solamente el contenido de la información. De forma parecida, uno puede empeñarse en poner atención a una agenda previa sin dar espacio a lo que surge en el momento debido a un criterio fijo respecto de lo que es relevante. La realidad es que tenemos que estar abiertos a la configuración presente del campo, tanto si se ha anticipado como si no.

          Un aspecto específico del campo puede ser tan “invisible” que sea pasado por alto sistemáticamente como si no tuviera ninguna relevancia: la presencia del observador. Sin embargo el observador, o el comentarista, o el investigador, siempre es parte de la situación total y, con seguridad, no puede ser excluido de ella. De forma parecida, en los grupos de terapia Gestalt al viejo estilo, la presencia de una “silla caliente” inevitablemente es una parte muy importante del encuadre o contexto de lo que ocurre en el grupo. De la misma forma la presencia de una videocámara puede afectar profundamente la situación total. El principio de posible relevancia nos recuerda que tener en cuenta la situación total sólo requiere hacer precisamente eso. 

 

Formas de conocimiento

          Los cinco principios expuestos más arriba se superponen y no son individuales. Más bien son cinco ventanas a través de las cuales podemos considerar la teoría de campo, explorando su relevancia en la práctica. En cierto sentido, no debería haber sorpresas: los principios son intrínsecos a la práctica de la Terapia Gestalt, incluso si los profesionales no se han dado cuenta antes de que estos insights  podían ser descritos en términos de la teoría de campo.

          Como una perspectiva general, una forma de hablar de la experiencia humana y dotarla de sentido, la teoría de campo intenta captar el flujo interrelacionado de la realidad humana sin desplegar, impregnada como está con nuestros significados e importancias personales. Ya que la mayoría de nosotros somos miembros de familias, comunidades, grupos sociales, organizaciones, es también un vehículo para explorarnos a nosotros mismos en relación. No hay un punto de corte claro entre “interno” y “externo”; el campo unificado es el lugar de encuentro de los dos.        

          La teoría de campo, como he dado a entender, aporta una manera de apreciar la realidad. Como tal, como un sistema global de conocimiento, puede decirse que es una “epistemología” (Bateson 1979, Berman 1981) que no concuerda con la epistemología general o predominante de la ciencia normal, con la actual psicología académica y clínica, y con muchas formas de psicoterapia distintas a la Terapia Gestalt.

 

La epistemología dominante de nuestro tiempo

     Lo que se da por sentado en muchos círculos son una serie de suposiciones que nos son familiares a todos nosotros, en gran medida por las formas en las que hemos sido educados. Así, la experiencia subjetiva “no es de fiar”; la posibilidad de que se repita el fenómeno tiene que establecerse antes de poder ser tomado en serio; las causas específicas de los acontecimientos necesitan ser aisladas si los acontecimientos han de ser entendidos; los problemas complejos tienen que ser traducidos a variables, parámetros o partes componentes, para ser estudiados sistemáticamente; el conocimiento cuantitativo supera al conocimiento cualitativo; el ser capaz de medir algo es un paso de gigante hacia su entendimiento adecuado; el éxito en argumentos racionales es el árbitro supremo de las diferencias entre puntos de vista; el pensamiento holístico es vago y confuso; la objetividad es desapasionada y políticamente neutral; y prácticamente en todos los asuntos  el esforzarse en “ser científico” es altamente recomendable.

      Esta condensada caricatura es sin duda alguna demasiado simple. "Criticar la ciencia" se ha puesto también de moda y es demasiado fácil (justo acabo de escribir estas palabras en mi procesador de textos).  No obstante, la epistemología dominante es tan poderosa y está tan difundida, que las formas de pensamiento que están basadas en un conjunto de principios y presupuestos fundamentalmente diferentes, como la teoría de campo, lo tienen muy difícil para ser aceptadas generalmente, de manera especial en círculos que han invertido mucho en la preservación de los presupuestos y puntos de vista del statu quo epistemológico.

     Tal y como está documentado (p.e., por Capra, 1982 y Berman, 1981) la epistemología dominante durante los siglos diecinueve y veinte surgió de la revolución científica y filosófica que asociamos con Galileo, Newton y Descartes.       Antes de este momento, hace cuatrocientos o quinientos años y antes de que comenzara la era científica, la epistemología existente era muy distinta, y era congruente con el sistema económico y social que existía en aquel tiempo.

Antes del año 1500 la visión dominante del mundo en Europa, así como en la mayoría de las civilizaciones, era orgánica. La gente vivía en pequeñas comunidades cohesivas y  experimentaba la naturaleza en términos de relaciones orgánicas, caracterizadas por la interdependencia de los fenómenos espirituales y materiales y la subordinación de las necesidades individuales a  las de la comunidad... (Capra 1982, p. 53).

         Esta perspectiva iba a cambiar radicalmente en los siglos XVI y XVII. En palabras de Capra: “la noción de un universo orgánico, viviente y espiritual fue reemplazada por la del mundo como una máquina, y el mundo-máquina se volvió la metáfora dominante de la era moderna (1982, p. 54) Y con la metáfora de la máquina vino la convicción, primero en filosofía, y después en psicología cuando se materializó en una disciplina académica, que los seres humanos también podían ser considerados como máquinas, y su experiencia personal presente puesta a un lado y relegada a favor de “medidas objetivas” de conducta en condiciones de laboratorio.

           Una consecuencia importante de lo que ocurrió con este gran cambio fue que los seres humanos se consideraron cada vez menos relacionados e interdependientes entre sí y con la naturaleza. Berman lo dice elocuentemente:  

La visión de la naturaleza que predominaba en el Oeste hasta las  vísperas de la revolución científica era la de un mundo encantado. Rocas, árboles, ríos y nubes eran vistos todos como maravillosos y vivos y el ser humano se sentía en casa en este entorno. El cosmos era un lugar de pertenencia.  Un miembro de este cosmos no era un observador alienado de él sino un participante directo en su drama. Su destino personal estaba vinculado con el destino del cosmos, y esta relación daba sentido a su vida.  Este tipo de conciencia, “conciencia participante”, implicaba.... la identificación con lo que a uno le rodea, y sugiere una totalidad psíquica que hace mucho tiempo que desapareció de la escena (1981, p 16).

Así podemos empezar a ver cómo la epistemología que representa la teoría de campo tiene un largo pedigrí; al menos, en algunas formas encaja con la más “primitiva” y natural visión del pasado remoto en la que el dualismo estaba, si no ausente totalmente,  había, ciertamente, una división tan profunda como se ha puesto de manifiesto en los últimos trescientos a cuatrocientos años. La frase “Conciencia participante” es una buena forma alternativa de describir el campo unificado en el que no hay una radical ni  rápida división entre el observador y lo observado, el sujeto y el objeto.

Berman describe el “desencantamiento” que ocurrió con el crecimiento de un enfoque más dualista: 

La historia de la época moderna, al menos a nivel de la mente, es la de un progresivo desencantamiento... La conciencia científica es una conciencia alienada; no hay éxtasis fundiéndose con la naturaleza, sino más bien separación total de ella. El sujeto y el objeto son siempre vistos cada uno en oposición. Yo no soy mis experiencias, y por lo tanto, no soy realmente una parte del mundo que me rodea (1981, p. 16).

     La perspectiva de la teoría de campo reintroduce el sentido de  una totalidad unificada en la que el sujeto y el objeto dejan de estar en oposición; mi campo experimental incluye los significados que encuentro en mi entorno;  hablar de lo establecido o del entorno tomando una realidad independiente y objetiva, separada de mi experiencia de ella y de la experiencia de otros, es crear una entidad conceptual tal vez  necesaria para la clase de ciencia que  sobrevino y para el  “mundo máquina” al que dio lugar, pero no apropiada para describir la naturaleza fenomenológica de la experiencia humana real.  Además, el cambio al dualismo no fue, en conjunto, saludable. Como menciona Berman:

El punto final lógico de ésta visión del mundo es un sentimiento de cosificación total. Todo es un objeto, un extraño, un no-yo, y finalmente yo soy también un objeto, una “cosa” alienada en un mundo de otras cosas, igualmente sin sentido. Este mundo no es  mi propia  obra,  al cosmos no le importo y realmente no tengo la sensación de pertenecer a él. (1981, p. 16)

     R.D. Laing llegó a una conclusión similar; como resultado de varios cientos de años de incremento de la influencia científica sobre nuestras formas básicas de apreciar la realidad, mucho de lo que es intrínseco a la vida humana (con V mayúscula) se ha perdido:

Quitada la vista, el sonido, el gusto, el tacto y el olor y junto con ellos se han ido la sensibilidad ética y estética, los valores, la cualidad, la forma; todos los sentimientos, motivos, intenciones, el alma, la conciencia, el espíritu. La experiencia como tal es arrojada fuera del universo del discurso científico (Capra, 1982, p. 55).

Para resumir: con el crecimiento de la perspectiva científica, de  la mecanización, y la importancia dada a los enfoques cuantitativos, la objetividad y la racionalidad, tuvo lugar una separación fundamental entre el mundo como yo lo experimento de forma natural y “el mundo como realmente es” (supuestamente), es decir, como es descrito por la ciencia. Y es esta separación, o alienación como Berman la llama, la que se ha vuelto sagrada en la epistemología dominante de hoy en día y la que la teoría de campo, que viene de una perspectiva totalmente diferente, sustituye para contrastar.
 

 

Nuevas direcciones

      Pues bien, es justo reconocer que la epistemología dominante es ahora atacada desde muchos frentes, no únicamente por los teóricos del campo. Es admitido por todos, que lo que Donald Schon (1988) llama  “racionalidad técnica” ha tenido un éxito estupendo en la promoción del  mundo-máquina.

      Aunque ahora es encontrada inadecuada por muchos, incluyendo a los ecologistas, los físicos modernos (las consecuencias de la relatividad y de la mecánica cuántica), los practicantes de medicina holística, los arquitectos comunitarios, los economistas alternativos y muchos otros, incluyendo a los terapeutas gestálticos.

    De hecho, vivimos en un tiempo de una actividad e innovación sin precedentes, en la que el nuevo pensamiento está siendo aplicado a muchas áreas de la ciencia y del esfuerzo humano. Hay movimientos hacia enfoques más holísticos, puntos de vista más relativos, y hay más reflexividad en lo que se refiere al  rol del observador; las relaciones interdependientes son más ampliamente reconocidas, y las limitaciones de aplicar el pensamiento tipo-mecánico a  áreas más allá de la ingeniería son también más frecuentemente reconocidas (Ver Capra, 1982, para una temprana discusión de lo que él llama “la cultura creciente”).

        Específicamente,  a medida que la vieja estructura epistemológica de trabajo empieza a fallar, y la totalidad del clima  intelectual y cultural siga en movimiento, podemos esperar cambios tanto en la práctica psiquiátrica convencional como en muchas derivaciones de la terapia psicoanalítica. Me imagino que la tendencia de algunos de re-inventar la terapia Gestalt continuará. Otros pueden unirse al tren en el que los terapeutas gestálticos han estado viajando durante muchos años. Lo que digo es que mucho de lo asumido y las creencias de trabajo intrínsecas de la terapia Gestalt, como el holismo y la auto-regulación organísmica y el centrarse-en-el-presente,  entrelazados todos juntos en el enfoque de la teoría de campo, están siendo  descubiertos independientemente y el pensamiento de gente como Lewin reconocido por estar por delante de su tiempo. El movimiento Gestalt tiene que desempeñar un papel importante en la nueva era que emerge.

 

Teoría de campo en la práctica

En esta visión de conjunto de la teoría de campo he tratado de mostrar que es una perspectiva útil y de largo alcance. Hasta aquí mis observaciones han sido generales. Ahora es el momento de ser más específico.

    Habiendo planteado la teoría de campo como una perspectiva para la terapia Gestalt, es necesario considerar primero qué idea del “self” es compatible con esta perspectiva. Desde ahí examinaré la idea de la co-creación de un campo articulado por dos partes o dos selves[N. de los T.: “selves” es el plural de “self"], y esto lleva, naturalmente, a la cuestión de la relación terapéutica uno-a-uno.

 

El self

    En Perls Hefferline y Goodman (1973),  el self es “el sistema de contactos en cualquier momento... el self es la frontera contacto en actividad. Su actividad consiste en formar figuras y fondos”(p.15 de la versión española). Joel Latner (1986) se refiere al self como “nuestra esencia, (el self) es el proceso de evaluar las posibilidades en el campo, integrándolas  y llevándolas hasta su formación según las necesidades del organismo… el self trabaja por su completamiento....el self es nosotros-en-proceso (p. 38-39). Y para citar a Goodman otra vez – el “self es el integrador… el artífice de la vida”  (Perls et al. p. 16 de la versión española). Quizás la mejor descripción fenomenológica del self que he oído es atribuida a Sonia Nevis: “El self es la masa vibrante de nuestro potencial”.

    Hunter Beaumont (1990) ha sugerido que nos ayudaría enormemente si adoptásemos la práctica alemana y usáramos  la palabra “Gestalt” no sólo como nombre y adjetivo sino también como verbo. Así, gestaltear algo es crearlo o constelarlo en un patrón global y comprenderlo dentro de una configuración. Intento seguir esta práctica y  utilizar Gestalt  como verbo y como sustantivo.

      Utilizando el lenguaje de la teoría de campo, y de nuevo estoy en deuda con Hunter, podemos pensar en el self como  el que configura el campo. Ésta es una definición distinta del self, pero compatible con las otras dadas aquí. ¿Cómo enmarco mi realidad en un momento determinado? ¿Cómo organizo mi “espacio vital”? ¿Cómo organizo mi experiencia? Hago esto constelando u organizando (o configurando) el campo de acuerdo con significados específicos, un proceso personal en el que ciertas partes de mi experiencia global se vuelven figuras y otras partes se organizan alrededor de ellas, como fondo. Y este proceso puede ser considerado  como el self en acción o, en la frase de Latner, “nosotros-en-proceso”. El self es por lo tanto (como en todas las teorías gestálticas del self) definitivamente un proceso y no una entidad mental abstracta y estática; nos da una forma de describir un proceso en marcha, evolucionando y transformándose, en el que estamos implicados continuamente, configurando el campo de la experiencia, o eligiendo nuestra realidad.
 

 

Dos personas, dos “selves” 

Entonces ¿qué pasa cuando hay dos personas, relacionándose juntas y ambas  configurando sus campos al mismo tiempo? En lugar de pensar solamente en dos campos fenomenológicos separados, vamos a admitir que cuando dos personas conversan o se relacionan con otra de alguna forma, algo pasa a formar parte de la experiencia que no es producto exclusivo de ninguna de ellas. Lo que ocurre entre ellos es una función de ambos juntos. Es una realidad co-creada (Beaumont 1990) que potencialmente incluye todo lo que está en el campo de la experiencia  o espacio-vital de cada uno de los dos participantes pero no son, simplemente, dos conjuntos de experiencias añadidos juntos. Más bien hay un campo compartido, una tierra común de comunicación que es mutuamente construida.

      ¿Cómo es esta realidad compartida traída a la existencia? Bien, si dos individuos se sientan calladamente mirando uno al otro, como pasa en muchas salas de espera del dentista, el espacio entre ellos va a permanecer indiferenciado y sin forma y habrá muy poca realidad compartida. Como mucho, el espacio se llenará con mezclas de proyecciones y adivinaciones, prejuicios sin comprobar y estereotipos no reconocidos. Si hay un poco de contacto visual, si hay intercambios de palabras o expresiones faciales hechas uno al otro, si se da un esbozo de comunicación y de conexión, el espacio entre ellos empieza a volverse vivo. En una de las charlas de Fritz Perls (1969) dice:

“Empezamos a comprender que la gente.... puede comunicarse con otros...

creando lo que él llama

Mitwelt (el mundo social tal y como es experimentado...) el mundo común que tú tienes y que otra persona tiene.

Continúa:

Te das cuenta  si la gente se encuentra, empiezan el gambito del encuentro, uno dice “¿Cómo estás? Hace un tiempo estupendo” y el otro contesta algo más. Así van a la búsqueda de un interés común, o un mundo común donde tienen... comunicación y disfrute juntos, cuando van de repente del Yo y Tú al Nosotros. Así hay un nuevo fenómeno en desarrollo, el Nosotros que es diferente del Yo y del Tú. El  “Nosotros”... es una frontera siempre cambiante donde dos personas se encuentran. Y cuando nos encontramos ahí, entonces yo cambio y tú cambias, a través del proceso de encuentro mutuo. (ibid. Pp. 6-7)

             O  por citar a Carl Hodges (1990): “El contacto organiza el campo” y la realidad compartida, la relación empieza a tomar forma.

    Podemos utilizar la analogía del baile: dos bailarines están juntos; ambos tienen disponibles (potencialmente) toda la experiencia de baile previa a lo largo de sus vidas, probablemente incluyendo la exposición a distintas miradas y enseñanzas; y cada bailarín tiene un repertorio de secuencias preferidas, movimientos, ritmos o pasos de baile. A uno puede gustarle mucho saltar por el aire, al otro moverse muy lentamente; a uno le puede gustar trabajar en el suelo, al otro estar moviéndose a toda costa. Crean un baile juntos, que es el producto de dos creatividades, y  las cualidades gestálticas de su danza, y como observadores de ella, nuestra satisfacción estética con la danza, dependerá de la cualidad de su interacción, de cómo se compenetren.

    Cuando empiezan, el campo compartido o la realidad común es informe e indiferenciada. Con el contacto, con el encuentro o la interacción, el campo empieza a estructurarse. Se dan unos pocos pasos y esto sienta un precedente. Es un poco como el pintor expresionista abstracto que pone un manchón de pintura en el medio de un óleo vacío. Esto empieza a estructurar el campo, empieza a organizar ésta realidad particular. La segunda aplicación de pintura tiene que estar en relación con la primera. Y, según el pintor va añadiendo más pinceladas, las oportunidades para hacer algo totalmente distinto se vuelven más difíciles. Hay cada vez menos grados de libertad. Se le ha dado forma al campo, ha sido conformado.

        A medida que  el campo se vuelve progresivamente más diferenciado, más organizado, más estructurado, el giro inevitable se da cuando el campo mismo, como si dijéramos, empieza a determinar lo siguiente que ocurra, las posibilidades creativas para el pintor, el bailarín, las partes de la relación dependen ahora de lo que ha ocurrido antes. El principio se puede aplicar de un modo general: damos forma a nuestras vidas, a nuestras actitudes, a nuestros hogares, a nuestras carreras, a nuestros caracteres, a nuestras organizaciones, y de vuelta, ellos nos dan forma a nosotros. Cuanto más fija es la configuración del campo en un momento cualquiera, más difícil se vuelve el disolver el patrón existente o hacer algo enteramente nuevo o fuera de él. Todos conocemos el poder del precedente, del hábito y de la repetición, y la dificultad, incluso el terror, que puede estar presente en el proceso de deshacer la configuración fija, la Gestalt fija.

    Por lo tanto, el self es la función de hacer gestalts, el proceso de crear nuestro espacio-vital individual en el momento, el construir nuestra realidad personal. Dos individuos, relativamente libres de neurosis, pueden aproximarse a la creación de una realidad compartida con mucha creatividad disponible. La danza, la gestalt co-creada, puede ser divertida, puede ser jugar.

    Vamos a suponer, sin embargo, que una o ambas partes de esta actividad tienen unas formas especialmente estereotipadas en las que configuran sus campos, de tal forma que el proceso de formación de gestalt o la constelación en sí misma se ha vuelto fija, ¿que pasa entonces? Vamos a suponer que un hombre se acerca a una mujer más bien como si tuviera filtros en sus ojos, quizás el espectáculo específico y distorsionado resultante de considerar a las mujeres siendo como su madre o una antigua maestra de escuela (¡como sabemos que ocurre muy raramente¡) En estos casos él está introduciendo dentro del campo mutuo co-creado un elemento significativo de inflexibilidad. (Otra forma más familiar de entender este proceso sería hablar de que está habiendo una perturbación en la frontera contacto, la proyección)

    Por seguir con la analogía del bailar, cuando el proceso de contactar es interrumpido de esta forma por una parte, la danza entre los dos bailarines es afectada inevitablemente. Así, supongamos que siempre que ella baila de una forma específica o tiene una cierta expresión, él la percibe, debido a su proyección, a su modo fijo de configurar, siendo crítica, o estando necesitada, o coqueta, o cualquiera que sea el significado global que él esté elaborando, él bailará con ella como si fuera crítica, o  necesitada o que coquetea, independientemente de cual sea realmente la experiencia de ella o de cómo ella esté configurando su realidad de estar con él. Bailando con ella de esta forma específica,  él se moverá, percibiendo y reaccionando de modos que van con su forma específica de configurar el campo y de una forma diferente a si la estuviera viendo de otra forma, digamos creativa, fuerte, agresiva. Dado que su realidad de él y del baile es gobernado en parte por cómo él está bailando con ella, su propia danza estará, naturalmente, influenciada. El baile, el acontecimiento común, será llevado hacia una dirección de ser fijo y estereotipado, incluso si solo una parte de las dos está configurando su campo de una forma auto-limitante.

 

Nosotros ayudamos a crear la realidad de los otros

     La idea, de que en la creación del campo mutuo cada uno está ayudando a crear la realidad de los otros, es para meditar. Obviamente tiene significado para lo que nosotros hacemos como psicoterapeutas practicantes. También suscita preguntas más globales en relación con la practica de estar en comunidad.

    En una edición reciente de The Gestalt Journal, Raymond Saner (1989) ha reflexionado sobre la moda cultural de la Gestalt en un artículo donde se refiere a “la terapia Gestalt hecha en USA”. Se refiere a la moda concreta de exagerar el individualismo “una sobrevaloración del cuidarse de sí mismo, de la identidad individual, de la independencia emocional”, y lo que él llama una calculada participación en las organizaciones. En contraste ha habido infravaloraciones de los polos opuestos; del cuidar de la comunidad o del entorno, de la conciencia del nosotros, del reconocimiento de nuestra dependencia personal de la organización, y de nuestra implicación moral con ellas.

    Saner, en este importante artículo, enfatiza la necesidad de un correctivo, lejos de lo que Beaumont (1990) ha llamado la ideología del “Yo soy quién yo soy y si no te gusta que te jodan” que ha caracterizado algunos escritos y terapias gestálticos.  La suposición de Saner es que la mayoría de los miembros del movimiento americano de la terapia Gestalt han sobreenfatizado  la “Yo”-idad, porque no son conscientes de su predisposición cultural hacia el individualismo con su corolario, la aversión o evitación de la intimidad duradera o del “nos”-otros comprometido. (1989, p. 59) (Desde luego confinar esta moda cultural a los USA puede ser demasiado restrictivo. También hay otras posibilidades: por ejemplo que la tendencia individualista pueda haber sido una consecuencia del propio estilo de Fritz Perls, Yontef 1991)

    Saner argumenta que esta moda cultural es, parcialmente debida, porque el trabajo de Lewin y el pensamiento de la teoría de campo no han sido adecuadamente asimilados  a la teoría de la terapia Gestalt. Tomando los más relevantes principios de la perspectiva de la teoría de campo, interconectividad, mutualidad y co-influencia. Citando a Lewin “(La interacción humana es)... tanto una función de la persona como la persona es una función de la situación”. Saner sigue:

“la situación terapéutica está caracterizada por el interaccionar del terapeuta y del paciente y el co-influenciarse cada uno simultánea, continua y consistentemente (1989, p. 61)”

Esta afirmación refuerza la puntualización hecha al principio de esta sección, que nosotros ayudamos a crear la realidad de los otros a través de la creación de un campo mutuo. Sus implicaciones son muchas, y son radicales para la práctica de la psicoterapia en general.

             Así, cualquier sugerencia de que el terapeuta puede actuar más o menos como si él fuera un observador objetivo, “meramente” un intérprete de lo que está ocurriendo en la terapia, sin ser un participante al completo, se vuelve altamente sospechosa.

    Recuerdo hace muchos años al ser entrevistado por una socióloga que se enorgullecía de sí misma sobre  lo “científica” y “objetiva” que era. Hacía preguntas en un tono parecido al de un robot y no mostraba ni una pizca de expresión cuando yo las contestaba. No quería “introducir ningún sesgo”  ni “influir mi respuesta en una u otra dirección”. El efecto fue que yo me momifiqué. No hay ningún entrevistador a prueba de entrevistas y desde la perspectiva de la teoría de campo no lo puede haber. Mi entrevistadora estaba confinada en la vieja epistemología y todavía estaba operando con sus preconceptos erróneos sobre la objetividad y la ciencia libre-de-valores.

    De forma similar, argumentaría que los intentos de los psicoanalistas de “acotar” (por utilizar una expresión bancaria) la relación terapéutica completa, estableciendo fronteras tan inflexiblemente que, por ejemplo, no hablan si se encuentran por la calle, y no hay auto-revelación por parte del terapeuta excepto en circunstancias extremas, son tan absurdas como los intentos de la socióloga para tratar de no influirme. El paciente del analista, respondiendo al campo total, a todas las circunstancias, no puede ser sino afectado por ellas; “no hablar” es, por lo tanto, un mensaje tan significativo como el hablar más naturalmente. Esto no implica que las fronteras no sean importantes, que no ayuden a estructurar el campo mutuo de formas que puedan ofrecer seguridad y construir confianza. Pero  podría darse el caso de que el hipotético analista en éstas circunstancias, siguiendo un punto de vista teórico que objetivice al paciente e ignore las condiciones del campo de la terapia, esté actuando con una forma fundamental de falta de respeto, enseñando el distanciarse, la artificialidad y la inautenticidad.
 

 

Ignorando lo obvio

    Antes de que volquemos todo nuestro criticismo fuera, hay una tendencia similar entre algunos terapeutas y formadores gestálticos; probablemente todos nosotros algunas veces no contamos con algunos aspectos de la situación total en la que estamos metidos, otra vez como si, o con el supuesto de que no importan. A veces, cuando hacemos esto estamos ignorando lo que he llamado el Principio de Posible Relevancia y muestra que no tenemos totalmente asimilada la perspectiva de la teoría de campo.

    En nuestra historia colectiva, hay muchos ejemplos de obviar factores significativos en la situación total. En la década de los sesenta no era extraño para algunos formadores el tener relaciones sexuales con diferentes miembros del grupo durante la vida de un grupo de formación, y esto lo sabían los miembros del grupo, aunque no era comentado directamente, ni reconocido ni discutido en el grupo mismo. Tampoco quiero minimizar los aspectos éticos, ni los efectos potencialmente adversos que éstas prácticas conllevaban en las mujeres implicadas. Pero por el momento quiero simplemente señalar lo absurdo del creer que tales encuentros no reconocidos no afectan al total,  la realidad mutuamente creada, la vida del grupo, de formas muy significativas. Lo que he oído, de miembros de ésos tipos de grupos, y no es sorprendente, es que el grupo era sentido como un entorno inseguro y estresante. (Vemos aquí el triunfo de la individualidad sobre la comunidad, de hecho el clamoroso descuido de los efectos más globales en la comunidad  al seguir un plan privado. Como bien sabemos, las acciones individuales raramente carecen de consecuencias más globales y efectos dominó que afectan a otros en nuestras familias, grupos y comunidades).

    Otro ejemplo de ignorar aspectos de la situación total se refiere a la amplia y continua persecución, dentro de algunas partes de la Terapia Gestalt, de un estilo de liderazgo de grupo en el que el trabajo del proceso grupal es deliberadamente excluido. En su lugar, el formador o terapeuta trabaja con los miembros individuales de forma secuencial y no hay un tiempo dado para trabajar lo que está ocurriendo de forma simultánea en la vida del grupo como una totalidad. Hay formadores incluso que de forma abierta reconocen que los temas de los procesos de grupo son importantes y aún así no los trabajan.

    De nuevo, en estas situaciones, es como si algo del campo fuera considerado simplemente como “dado”, tomado por supuesto y asumido como que es irrelevante o al menos no suficientemente importante para gastar tiempo examinándolo. Me recuerda los especialistas médicos que piensan que la forma del tratamiento médico en sí misma es lo que importa mientras que otros aspectos de la realidad del paciente, otras partes del campo total, como el contexto del hospital, o la actitud de los médicos, o de los auxiliares, son de poca relevancia para el progreso del paciente y no merece la pena dedicarles mucha atención, alguna puede ser pero no mucha. Si bien la teoría de campo nos recuerda, primero, que la gente es afectada por la experiencia total, por el contexto global de la actividad además de por la actividad en sí misma; y, segundo, que la reacción global de la gente es a la realidad entera, no a aspectos parciales de ella. El concepto de campo unificado significa que todas las influencias interdependientes actúan juntas: la gente responde al campo unificado, no a partes aisladas o a factores separados; éstos son, por decir algo, solo conceptos.

    Es así con los grupos, la publicidad, el método de selección, la habitación en la que tiene lugar, las relaciones del líder con cada uno, las fronteras establecidas, las consignas del comienzo, la historia colectiva percibida por grupo, todo ésto puede (y lo hace), algunas veces, afectar las vidas completas de los grupos, no como una única y sola influencia sino como parte de una totalidad interdependiente. Si la perspectiva de la teoría de campo se ha entendido plenamente e integrado en la práctica, entonces todos los aspectos de la situación total están abiertos, por así decir, al escrutinio y a experimentar.

 

El campo terapéutico

    Como individuos, entonces, quienes estamos también inevitablemente en relaciones y comunidades de un tipo u otro, experimentamos un doble proceso: tenemos efectos sobre nuestras relaciones y comunidades y somos también afectados por ellas. Ayudamos a crear u organizar la realidad mutua o el campo compartido y a su vez somos creados y organizados por él. La influencia recíproca de este tipo, como hemos visto, tiene importantes implicaciones para la práctica profesional.

    Para los terapeutas se deduce una idea especialmente provocativa de la noción de influencia recíproca, es decir, que el cambio en el cliente se puede conseguir por el cambio del terapeuta. Dado que es un campo co-creado, una función de lo que el terapeuta trae a él así como de lo que el cliente trae, un cambio en la forma en la que el terapeuta actúa o siente hacia su cliente y se interrelaciona con él afectará al campo mutuo y tendrá consecuencias para el cliente. El alcance de lo que es posible a través de esta ruta es obviamente difícil de medir. Pero apoya fuertemente la idea de que en una práctica impecable de la terapia Gestalt tiene que haber un lugar central para la supervisión continua, así como una atención diaria a nuestra preparación-para-la-práctica.

    Más generalmente, la implicación es que para volvernos mejores terapeutas, necesitamos convertirnos en seres más evolucionados, no simplemente siendo más conscientes, ni incluso siendo más conscientes de nuestros patrones de no ser conscientes a veces, sino permitiendo lo que Yontef (1988, p. 31) llama una “actitud fundamental fenomenológica que impregne la vida cotidiana”, efectivamente como una forma de estar-en-el-mundo.

    En este sentido, quiero argumentar, que la terapia Gestalt no es algo que  utilizamos simplemente, como un conjunto de vestidos que nos ponemos temporalmente y después nos quitamos. No es solo un puñado de técnicas, ni es ninguna clase de equipamiento terapéutico que empujamos hacia un propósito clínico específico y después lo substituimos rápidamente por otro tipo de equipo para otra meta. Si elegimos trabajar con la disciplina Gestalt, encontramos las formas de pensar y de percibir que caracterizan el enfoque filtrándose a través de y en nuestras vidas y relaciones. Si vamos a actuar congruente y auténticamente como terapeutas,  tenemos que reconocer que la forma como somos, el modo en el que vivimos, no puede estar separado, de ningún modo, de nuestro trabajo como terapeutas gestálticos profesionales. Cualquier cosa en nuestro campo fenomenológico se vuelve parte de la matriz desde la que nosotros co-creamos campos con los otros. Y cuando hay claridad en nuestro propio campo presente, un mínimo de asuntos inconclusos que distraigan, y buen auto-apoyo, mayor será la posibilidad de que nuestro bailar sea creativo y de estar centrado y disponible en nuestras interacciones con otros.

 

La danza terapéutica

    Otra implicación del pensamiento de la teoría de campo, ya mencionada antes, se relaciona con cómo “la función de crear gestalts” puede en sí misma volverse estereotipada: el campo de un individuo o un grupo puede configurarse de una forma fijada, familiar, incluso, a menudo, auto-punitiva.

    Un ejemplo puede ser que un cliente individual pueda estar intentando construir el campo compartido o la situación de forma tal que el otro, el terapeuta, le encaje en sus expectativas estereotipadas, es lo que necesita, que encaje en el rol diseñado que el cliente quiere crear. Si yo soy el terapeuta, necesito, por lo tanto, estar atento a lo que está ocurriendo, y reconocer en qué “baile” estoy siendo invitado a participar. Si me doy cuenta de lo que está ocurriendo, puedo elegir cómo respondo – ya sea doblegarme o mantenerme firme en contra, comentar o no, declinar amablemente o aceptar durante un tiempo el rol que me están pidiendo que juegue.

    Naturalmente la realidad del cliente también cambia constantemente: no hay una configuración del campo en oferta, por decirlo así, el campo está siendo constantemente re-configurado. Puede haber muchas danzas diferentes. En el curso del encuentro de una hora la persona puede ser un joven, un niño quejicoso, un jefe oprimido volviendo a recrear una situación de trabajo, un  adolescente resistente recordando el irse del hogar, o alguien negociando con el terapeuta sobre días de vacaciones y honorarios. Estas diferentes configuraciones del campo representan diferentes estados del ser: implicando quizás cambios en la postura corporal, la voz, los patrones de pensamiento y el modo de relacionarse conmigo como terapeuta; todos éstos pueden cambiar con cada “secuencia de baile” diferente. Y necesito reconocer éstos cambios y también el hecho de que estoy observando diferentes “selfings” (o selves).

    Estos diferentes estados del ser corresponden, de alguna forma, a los estados del yo en Análisis Transaccional o a subpersonalidades en  Psicosíntesis (Rowan, 1990). La cuestión es que con cada clase de danza, con cada forma de configurar el campo, la realidad que es conformada por el individuo y que me incluye a mí como terapeuta,  está pidiéndome  que adopte una parte diferente de mí (Beaumont, 1990). Así, puedo ser, como si dijéramos, creado como un “perseguidor” por alguien que tiene una forma paranoide de conformar su campo o (por otros) como un “ayudador potencial”, o como un “experto que me dirá que hago”. Desde luego, si soy consciente de lo que está ocurriendo, estoy más preparado para evitar la confluencia en la constelación de mi campo en la forma en la que se espera de mí.

       Petruska Clarkson (1989) habló en la conferencia gestáltica anterior sobre los diferentes patrones de relación que pueden darse en terapia. Los describió en términos de arquetipos familiares. Por ejemplo, como terapeuta, puedo ser como si fuera un de los abuelos, o me puedo relacionar con mi cliente como un hermano, o como una forma maternal o paternal. Éstas son algunas de las formas en las que puedo estar. La implicación que estoy perfilando es que cada una de éstas representan constelaciones mutuas diferentes del campo que, dentro o fuera del awareness, estoy co-creando con mi cliente.

    Por lo tanto si soy seleccionado en el rol de, o juego parte de, uno que escucha paciente, o un confrontador y establecedor de límites o, una presencia apoyadora, soy inextricablemente parte del baile, parte del campo co-creado, la tierra común interpersonal.

 

Comentarios finales

    Hoy he examinado con vosotros algunos de los mapas que se relacionan con la teoría de campo, y he intentado mostraros que la terapia Gestalt está enraizada en las perspectivas específicas que caracterizan la teoría de campo. Cuanto más se realiza esta conexión, más se verá la terapia Gestalt como una terapia verdaderamente contextual. Específicamente me he concentrado en cómo atender al “entre” en las relaciones, y el co-influenciar, la naturaleza interactiva de la danza entre la gente, puede hacernos ver el trabajo terapéutico con una luz nueva.

    En esta sección final, quiero concentrarme en algunos temas que van incluso más allá del tema de cómo podemos afectar a otros y ser afectados por ellos. Al hacerlo voy a tocar temas que raramente son tratados en terapia Gestalt pero según mi opinión necesitan serlo. Algunos pueden ser  fácilmente integrados en el pensamiento de la teoría de campo como la he descrito antes. Otros, sin embargo, como tratan con el “entre dos”, van más allá de las esferas del pensamiento convencional, y abarcan preocupaciones “periféricas” del tipo de las que, normalmente y por casualidad, son descartadas por la clase médica y científica. Creo que los gestálticos necesitan estar abiertos a áreas de búsqueda que indagen dentro de fenómenos que han sido, a menudo,  notados  y se ha informado de ellos de forma anecdótica pero que lo que sucede es que caen fuera de la realidad de la ciencia “respetable” o al menos no parecen tener una explicación sencilla.

Permitidme dar algunos ejemplos.

    Primero, estoy a menudo sorprendido por cómo llegan a establecerse realidades y procesos paralelos. Por ejemplo, en supervisión, muy fácilmente puede ocurrir y frecuentemente ocurre, que lo que está pasando en la sesión de terapia que se discute resulte re-hecho y representado en la misma sesión de supervisión. Así, el terapeuta/supervisado puede ser excesivamente pasivo en el vis-a-vis con el paciente y de pronto, el supervisor se da cuenta de su propia respuesta pasiva al supervisado. Este fenómeno es bien conocido, y a menudo es atribuido a “procesos inconscientes” por aquellos que hablan de inconsciente. Pero, ¿cómo trata la terapia Gestalt dichos paralelismos? Bien, parece posible pensar en el campo co-producido que está siendo configurado en un determinado patrón, y esto estar siendo transferido a otra localización/período de tiempo, quizás (en la supervisión) porque están dándose características comunes en las dos situaciones. Ésta es, naturalmente, nada más que una explicación como la que se refiere al inconsciente, pero puede ser un punto de partida descriptivo más fructífero. Y podemos ver aquí, en miniatura, el mismo proceso, que implica transferencias masivas de configuraciones-de-campo, como puede ocurrir cuando se extienden por todo el globo habilidades, actitudes y modas, o cuando una “atmósfera” se comunica rápidamente por toda una organización.  (Ver nota 1)

    Segundo, hay un fenómeno a lo largo de un período de tiempo específico, digamos que en el curso de una semana, en el que todos los pacientes parecen estar comentado temas similares que les ocurren y que son similares a los que le preocupan al terapeuta en su propia vida, actualmente. En el tiempo en el que un familiar mío estaba muriendo de cáncer, había tantas referencias al cáncer por parte de mis pacientes que perdí cualquier sensación de sorpresa, casi llegué a esperar que los pacientes mencionaran el cáncer, o que dijeran conocer a alguien que lo tuviera, y lo hacían, mucho más de lo que podría haber esperado por casualidad, y sin sugerencia alguna por mi parte en absoluto. Pero ¿les “sugerí” yo de alguna otra forma que hablaran de cáncer? ¿Había algún proceso de configuración mutuo y sutil del campo compartido en el que yo mismo estaba implicado, que llevaba a una mayor posibilidad de que ciertos temas fueran evocados? ¿Influimos a los que nos rodean con lo que estamos pensando? Aunque estos problemas son difíciles para ser investigados, merecen ser examinados cuidadosamente, si es necesario por otros métodos de investigación distintos a  los normales  (p. ej. investigación co-operativa, Reason 1989)

    Tercero, a menudo hay referencias informales de cómo niños pequeños, especialmente en la etapa  pre-verbal, pueden”captar” el tono emocional y los sentimientos no hablados de sus padres y de la vida del hogar. Seguramente lo que debe estar ocurriendo aquí es algún tipo de reacción general sensorio/afectiva al todo, a la cualidad holística del campo total (ver nota 2). Hasta ahora, ha habido sobre este tipo de fenómenos una escasa investigación, especialmente debida a los gestálticos. De igual forma, echando la red más lejos, hay numerosas referencias anecdóticas de animales que anticipan el peligro antes de que llegue. Estos fenómenos no se pueden entender, no lo son, al menos de forma importante, salvo reconociendo el pleno alcance de la interacción organismo/entorno, y el extraordinario número de formas en que somos influidos por lo que nos rodea, quizás deberíamos, como teóricos del campo prácticos, al menos mostrar curiosidad y estar más abiertos a examinar tales fenómenos. Los escritos de Jung, por ejemplo, sobre sincronicidad (p. Ej. Jung, 1952) examinan estas diversas clases de experiencia, y sin dejar la sólida fundamentación de la tradición gestáltica, los terapeutas gestálticos bien podrían volverse más abiertos para hablar sobre, y documentar, algunos de estos fenómenos.

    Cuarto, más directamente evocativas de la teoría de campo, con la metáfora científica del “campo de fuerzas”, están las sugerencias de que existen realmente campos electromagnéticos alrededor y entre los humanos; hay quienes se atribuyen que pueden ver auras; y los acupuntores, los especialistas de shiatsu,  y quienes practican medicinas alternativas de muchos tipos se toman, muy seriamente, las nociones de flujo de energía y la capacidad de sanar de otras personas. No me voy a perder en las controversias que esto hace surgir entre la medicina complementaria y ortodoxa (Fulder, 1988; Staeker y Gilmour, 1989) pero simplemente digo que estas cuestiones sobre los efectos de los seres humanos sobre otro forman una parte del debate.

    Siguiendo con esto, sospecho que muchos de nosotros podemos haber tenido la experiencia de haber sido afectados marcadamente solo por estar en presencia de alguien con una conciencia altamente desarrollada. Quizás un maestro espiritual o incluso alguien que simplemente medita mucho. Y esto hace surgir la pregunta sobre nuestra propia presencia como terapeutas. Algunas veces pienso que la función más importante que podemos tener como terapeutas es estar plenamente presentes, para ser claro, estar “todo ahí”, estar presente totalmente, con una consciencia limpia.  Incluso si la cliente no está en contacto conmigo ni con su propio proceso, puedo, al menos, permanecer con ella y con mis necesidades, sentimientos y pensamientos. Podría decirse que, simplemente por estar plenamente presente, ya estamos ayudando a conformar el campo mutuo de una forma más vital. Y estando "plenamente presente" es, desde luego, otra forma de hablar de “presencia”.

Joseph Zinker (1987) ha escrito sobre presencia y estoy impresionado por lo que dice. Por lo tanto voy a acabar citándole de una forma extensa.

Presencia, (escribe), sugiere un estado especial de estar plenamente aquí con todo uno mismo, el propio cuerpo y el alma. Es una forma de estar con, sin hacer  a. La presencia implica estar plenamente aquí, abierto a todas las posibilidades. La presencia del terapeuta es fondo contra el que la figura de otro self (o selves) puede florecer, brillar, distinguirse completa y claramente.

Para el cliente, para el otro, “el intrínseco-estar-aquí del terapeuta  conmueve las partes más profundas del propio ser. Sigue:

 

Cuando experimento  la presencia de otro, me siento libre de expresarme, de ser yo mismo, de revelar ternura, alguna parte vulnerable, confiar en que seré recibido sin juicio o evaluación. La presencia de mi terapeuta me permite afrontar mis propios conflictos internos, contradicciones,  temas problemáticos, paradojas; sin sentirme distraído  por directrices o preguntas demasiado determinadas.  La presencia de mi terapeuta me permite confrontarme a mi mismo, sabiendo que tengo un sabio testigo. 

Zinker sigue para decir lo que no es presencia

Presencia no es una forma de poner posturas o un posar auto-consciente o  luciéndose ante otro. La presencia no es estilo. La presencia no es carisma. El carisma pide atención, admiración. El carisma se llama a sí mismo mientras que la presencia “llama al otro”. El carisma es una figura compitiendo con otra figura, mientras que la presencia es fondo, “pidiendo  que se escriba sobre”. La presencia no es una humildad religiosa que posa (que es en realidad una forma secreta de orgullo). La presencia no es polémica, no toma partido, ve totalidades. La presencia no compite. La presencia no es recargada o dramática.

Y para acabar, Zinker examina el desarrollo de la presencia. “Algunas veces”, escribe,

Los terapeutas han aparecido como quienes, simplemente, siempre tienen presencia. Parecen haber nacido de esta forma. (Sin embargo) la mayoría de la gente adquiere presencia por el continuo pasar del tiempo, tiempo que les recuerda, una y otra vez, cuánto hay que aprender y qué poco saben. Presencia es el estado de admiración conseguido frente a un universo infinitamente complejo y maravilloso.

 

 

Agradecimientos

Me gustaría agradecer a Hunter Beaumont, Marianne Fry, Peter Hawkins, Gary Yontef, Ray Edwards, Judith Hemming y Pat Levitsky por sus comentarios y ánimo.

 

Notas

  1. Para los lectores familiarizados con las revolucionarias ideas sobre biología de Rupert Sheldrake (1987), en relación con “resonancia mórfica”, hay algunos solapamientos interesantes con el pensamiento de la teoría de campo, incluyendo el fenómeno mencionado aquí de la transferencia de patrones complejos de comportamiento y experiencia.
  2. En un proyecto de investigación a pequeña escala, dirigido por el autor, están  surgiendo algunas evidencias de que los bebés muy pequeños responden a las cualidades globales del campo total. Dicho proyecto está investigando los efectos a largo plazo de haber participado como niño en la Segunda Guerra Mundial. Parece que mientras unos pocos, recuerdos ‘conscientes’, si es que hay alguno, pueden estar disponibles en el adulto, puede haber recuerdos ‘presconscientes’ de las experiencias originales del tiempo de guerra en la forma de difusos y no específicos estados de sentimiento. Bien pudiera ser que ambos, la madre y el niño, pudieran haber tenido parecidas reacciones globales, a nivel de sentimiento a las condiciones del campo compartidas en aquella época, incluyendo la atmósfera y el  estado de ánimo popular en aquel momento de la historia, pero, mientras la madre,  podría haber tenido todo tipo de formas de manejo y auto-gestión, el niño no las tenía, y simplemente respondió al clima reinante, el ethos o atmósfera de guerra en la que estaba inmerso/a.  Hallazgos recientes sugieren que las reacciones sentidas de los nacidos en circunstancias extremas similares (por ej., en Londres, en 1940-1944), pueden ser sorprendentemente similares, junto con los efectos a largo plazo.

 

Referencias

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  • Zinker, J. (1987). Presence as Evocative Power in Therapy. Gestalt Review, Vol.1, No.2., Gestalt Institute of Cleveland, Cleveland, Ohio.

 

 

Traducido en el Laboratorio de Traducción de Gestaltnet.net
Coordinador de la traducción: Paulino Aparicio
Colaboradores: Eva Aroca Belmonte, David Picó Vila

Agradecemos especialmente al Dr. Malcolm Parlett su colaboración en la elaboración de esta traducción.

 

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